Esa noche, todo pasó muy rápido para
Liro. Después de que Zaëron le diera el pastel, estuvieron comiéndolo y riendo
durante un rato. Hacía tiempo que Liro no se sentía así de bien. Estaba
feliz. Zaëron por su parte, estaba
disfrutando de las sonrisas que Liro le
dedicaba.
-
Zaëron,
he visto a tu madre – Dijo después de terminar el pastel Liro. Eso evitó que
sonriera, pero no calló – Cuando, estuve en el bosque de plata, vi a la Reina
Lara. La reconocí, por su forma de rozarme la mejilla, era como lo hacías tú.
-
¿Mi
madre? –Empezó Zaëron mientras sonreía mirándole - ¿Qué te dijo?
-
Me
dijo, que soy el último guardián, que tengo el deber de proteger ahora el Lago
de Plata y además, cumplir la profecía. Que la energía de la Luna ahora solo
fluye por mí – Cerró los ojos y después tomo aire profundamente intentando
aclarar sus ideas – Dijeron que confiara en ti.
-
Vaya
– Sonrió Zaëron que le acarició con una mano por el pelo otra vez con los ojos
entrecerrados.
-
Me
hubiese gustado que tu pudieras verla – Abrió los ojos y le miró de forma
sincera, tratando de mostrarle el cariño que sentía por él.
-
De
todas formas, si eres el último – Su gesto ahora era diferente, parecía
preocupado, y se concentraba en algo lejano – Eso complica las cosas – Se puso
en pie – Deberíamos buscar el Bosque Dorado.
-
Zaëron,
explícame primero lo que está pasando – Liro le siguió por la cabaña mientras
el mayor preparaba una especie de mochila.
-
No
hay tiempo – Se giró. Estaba nervioso.
-
Pero
Zaëron.
Liro empezó unA frase que no fue nunca
capaz de terminar. Zaëron se había girado hasta él, le había puesto una mano en
la frente y al momento Liro se había quedado dormido.
Al día siguiente Liro despertó al sentir
un fuerte golpe en el hombro. Se levantó sobre saltado y se miró hacia el
hombro. Giró la cabeza a los lados, estaba en el cuarto de Zaëron. Tenía la
vista borrosa y su cabeza daba vueltas. Intentó pasarse una mano por los ojos,
pero no podía, algo le sujetaba las manos a la espalda con mucha fuerza.
Parpadeó un par de veces confuso,
sacudió la cabeza. Su vista se aclaró y entonces miró hacia la puerta, Ima
estaba ahí, sonriendo de esa forma tan horrible que asustaba a Liro.
Dio un paso hacia Liro que se puso en
pie al momento. Sus manos seguían retenidas a su espalda, pero pensó en un
hechizo, sin embargo, cuando intentó lanzarlo, lo que fuera que sujetaba sus
muñecas empezó a lanzar una descarga eléctrica que recorrió todo su cuerpo
hasta posarlo de rodillas.
-
Joven
principito Liro – Dijo Ima mientras se acercaba hasta dode se encontraba y
sujetó con fuerza a Liro por el pelo sin tocar la corona. Tiró hacia atrás del
pelo de él haciendo que su cabeza se fuera hacia atrás en un gesto de dolor –
Te he estado buscando tanto tiempo, ¿dónde has estado?
De Liro solo salían algunos quejidos de
dolor. De pronto se acordó de Zaëron, no podía ni imaginar que podría haber
pasado con él. “No es posible que él haya perdido”, pensó en esa frase una y
otra vez. Entonces volvió a pensar en un hechizo pero otra descarga le hizo
dejar el hechizo mientras Ima soltaba una de esas risas.
-
Lo
siento por las formas – Explicó sin dejar su risa. Soltó a Liro del pelo y se
puso en pie haciendo una reverencia – La mismísima Reina Delica requiere la
presencia del asesino de su esposo ante ella. Ha estado buscándote durante
meses para hacerte pagar la muerte del buen Rey Alen – Terminó la frase con una
carcajada y se puso a la espalda de Liro – Como no podemos tocar esas cosas que
llevas puestas – Escupió dejando salir ira refiriéndose a la corona, el collar
y la espalda que tenía – Te llevaremos atado con estas esposas de Mitrilo que
te impedirán usar esa magia tan reluciente que tienes.
-
No
has vencido todavía – Gritó de forma desesperada mientras intentaba soltarse de
las esposas - ¿Dónde está Zaëron?
-
¿Zaëron?
¿Ese es el nombre falso que te dijo Kara? – Miró a la puerta mientras reía.
En ese momento, Zaëron pasó por la
puerta. Se hizo el pelo hacia atrás mientras se cruzaba de brazos. Tenía una
sonrisa distinta en los labios.
-
Kara,
¿Por qué no saludas a nuestro Príncipe? – Ima siguió riendo mientras cogía por
las mejillas a Liro y hacía mirar a Zaëron – Después de todo lo hemos capturado
gracias a ti.
-
¿Zaëron?
¿Qué está pasando? – La vista de Liro se estaba nublando otra vez. Las lágrimas
luchaban por salir por sus ojos mientras negaba.
-
Vaya,
¿tanto cariño te ha cogido Kara? – Interrumpió Ima sin dejarle hablas mientras reía.
-
Bueno,
hemos pasado algún tiempo juntos – Intervino ahora Zaëron mientras sonreía
pícaro – Ya me entiendes general, es fácil de engañar a ciertas personas si les
das lo que tienes – Terminó riendo levemente y giró la cabeza sin mirar a Liro
- ¿Y la recompensa de la que hablamos?
-
Claro
que si – Ima dio una orden a sus guardias con un gesto con la mano y estos
trajeron un saco que llegaba a Zaëron por las rodillas y lo dejaron en el suelo
al lado de él – Tu recompensa. Podrás mudarte de esta cabaña.
Liro no podía creer lo que estaba
pasando. Zaëron lo había vendido por unas monedas de oro. Todos le habían dicho
que tenía que creer en él, y ahora, le había entregado después de tantos meses
entrenándole para nada. Las lágrimas cayeron sin pausa por sus mejillas
mientras Liro miraba hacia abajo.
Un par de guardias sujetaron a Liro por los
brazos, lo pusieron en pie y empezaron a arrastrarlo fuera de la cabaña. Ima lo
seguía por la espalda mientras reía, Zaëron se quedó dentro de la cabaña con el
saco de monedas de oro.
-
¡ZAËRON!
– Gritó Liro mientras le sujetaba en el suelo en pie y sacudía el cuerpo
intentando girarse, revolviéndose de los guardias.
Mientras lo hacía, uno de los guardias
se chocó con la espada que tenía a la espalda, y en el mismo instante se
desintegró en un brillo blanco cegador. El otro guardia se alejó de Liro asustado
y él se quedó quieto abriendo los ojos de par en par sin saber que había
pasado.
-
¿Qué
ha pasado? – Dijo por fin con los ojos muy abiertos, permaneció inmóvil por la
sorpresa.
-
¡SUJETADLE!
¡O DEJÉIS QUE USE LA ESPADA! – Gritó Ima a su espalda llamando a más guardias.
Enseguida cinco guardias lo rodearon sin
dejarle reaccionar. Dos le sujetaron por los brazos y otros dos le presionaron
por los hombros haciendo que se pusiera de rodillas. El último puso una cadena
por el cuello que le abrazaba por el cuello con los ojos entrecerrados
provocándole una quemazón por el cuello arrancándole un grito de dolor.
-
Recuerda
que ahora estás en mis manos – Ima le quitó la cadena a uno de los guardias
dando un tirón de la cadena.
Liro tosió casi ahogándose. No podía
parar de llorar por el dolor que le causaba la cadena que le habían puesto al
cuello, y sus piernas, no le respondían cuando trataba de moverse.
Zaëron le vió por la ventana con el ceño
fruncido mientras presionaba los labios. Llena había desaparecido. Liro miraba
a los lados intentando encontrar a alguien que le ayudara, pero no podía ni
pronunciar una palabra, ahogada su voz entre el poco aire que entraba.
Ima entonces aflojó la cadena,
permitiéndole tomar aire de forma agitada mientras las lágrimas dejaban de caer
poco a poco. Liro siguió mirando a los lados, pero ningún guardia parecía estar
dispuesto a ayudarle. Miro a la cabaña y vio por la ventana a Zaëron. “Prefiero
estar muerto” Pensó entonces, volvió a derramar una lágrima y giro su rostro
hacia abajo intentando ocultárselo a Zaëron.
Ima subió a su caballo soltando una de
sus malvadas risas. Tiró otra vez de la cadena e hizo avanzar a su caballo
comenzando a arrastrar a Liro por el suelo que luchaba por ponerse en pie
mientras algunos rasguños aparecían por las partes donde no le cubría la ropa.
Terminó por ponerse en pie mientras tropezaba con los pies descalzos por el
camino siguiendo el caballo.
Durante horas caminaron así hasta que
llegaron al primer pueblo antes de llegar al castillo. Liro había pasado todo
el camino cabizbajo, por el pelo caía sudor que llegaba a sus ojos
produciéndole algo de escozor. Un par de veces tropezó y cayó sobre el suelo,
pero Ima no paraba en su camino, seguía arrastrándole.
Cuando llegaron al primer pueblo le
tiraron agua encima, Liro se había vencido ya no intentaba resistirse. Se dio
cuenta que hacerlo era inútil. Cuando llegaron al centro del pueblo, subieron a
Liro a una especie de escenario hecho con maderas que estaba descuidado, lo
pusieron de rodillas y comenzaron con la presentación.
-
ESTE
ES EL JOVEN LIRO, PRÍNCIPE ASESINO DEL REY ALEN. EL CRIMINAL MÁS BUSCADO POR
FIN CAPTURADO. AQUÍ LE TENÉIS. – Ima lo declaraba con autoridad mientras
sonreía, entonces se apartaba sujetando aun la cadena.
Cuando se apartó, todos los habitantes
empezaron a lanzarle cualquier cosa que tenían cerca, frutas en buen y mal
estdo, tomates, hortalizas, patatas, huevos, incluso alguna piedra que otra.
Golpeaban a liro por la cabeza, por el cuerpo dejándole mal olor, dolorido.
Hasta que acabó poniéndose de rodillas mientras empezaba a llorar.
Entonces lo bajaron, lo pusieron en pie
y lo sacaron de este pueblo para ir al siguiente. Pasaron antes del anochecer
por tres pueblos. Siempre era el mismo ritual.
Ya en el último pueblo le habían incluso
negado su entrada en los establos para dormir. Lo habían dejado atado a un
poste fuera de los establos, donde había un poco de paja acumulada. Liro se
sentó en este dolorido, humillado, sucio y vencido.
-
Estarás
muy triste verdad principito, ¿verdad? – Dijo Ima poniéndose delante de él.
Había llevado dos cuencos, uno de agua que dejó en el suelo y otro con una
especie de puré amarillo del que salía algo de humo – Pero, cómo te has portado
bien te traigo tu comida. Disfrútala, es posible que sea la última.
Liro miró a su alrededor para comprobar
que no había nadie, antes de ponerse de rodillas, inclinar la cara sobre el
cuenco y empezar a beber hasta que no quedó más agua.
-
Esto
es humillante – Dijo por fin. La voz apenas le salía del cuerpo, estaba sucio y
terminó por acostarse en la paja. Puso una mirada en el cielo con la vista
emborronada.
No había Luna, fue en lo primero que se
fijó Liro. “Quizás no salió para no ver lo bajo que había caído su último
descendiente”. Siguió mirando hacia el cielo sacudiendo la cabeza mientras
respiraba hondo.
-
Zaëron,
¿por qué has hecho esto? – Fueron sus útimas palabras. Mirando hacia el cielo,
se quedó dormido después de todo el cansancio.
Al alba, los primeros rayos de sol le
despertaron, dándole un cálido abrazo. Se incorporó y miró a los lados, la
guardia aún no había ido a donde él estaba. Miro a sus pies, se habían curado,
sus brazos también hasta donde él podía sentir, y todo el volvía a estar limpio
y reconfortado. De alguna forma se había curado.
Al poco tiempo, Ima hizo su aparición.
Se sorprendió al verle de esa forma, no sabía cómo había mejorado su
estado. Se acercó cabreado y volvió a
tirar de la cadena asfixiándole durante unos segundos mirándolo cabreado.
-
¿Cómo
has conseguido curarte? – Estaba hablando en voz baja pero tiraba cada vez más
fuerte de la cadena.
-
No
lo sé – Consiguió decir mientras tosía, no tenía aliento y notaba que se iba a
desvanecer.
Ima dejó de tirar de la cadena dejando a
Liro respirar un poco agitado, pero al poco tiempo volvió a tirar con más
fuerza aún, se puso en pie y le arrastró por el suelo. Dio un pisotón en su
espalda con fuerza arrancando un quejido de dolor mientras seguía tosiendo
ahogándose.
Aparecieron entonces los guardias y se
quedaron mirando a Ima. Este paró de asfixiarlo, que volvía a respirar agitado
mientras sacudía la cabeza intentando despejarse otra vez. Entre dos de los
guardias pusieron a Liro en pie y le aflojaron algo la cadena del cuello. Los
dos guardias le miraron preocupados y le pusieron algo de pan con queso en la
boca cuando Ima se dio la espalda y uno se acercó susurrándole.
-
Aguante
un poco Príncipe, la siguiente parada es el castillo – Susurró en el oído y lo
pusieron con cuidado en pie.
Liro respiró aliviado con algunas
lágrimas en los ojos mientras comía eso, lo mismo que le daba Zaëron de comer.
Pensó un segundo en Zaëron pero sacudió la cabeza mirándolos agradecido.
Ima se había subido ya al caballo y
volvía a tirar de Liro con fuerza mientras comenzaba a avanzar. Tosió
agresivamente mientras andaba mirando hacia abajo otra vez.
Los guardias que seguían a Liro por la
espalda hablaban los unos con otros. Algunos eran guardias ya cuando Liro era
más pequeño, le habían visto crecer, y estaban dudando de la culpabilidad del
príncipe. Lo veían demasiado rendido, si hubiese sido el asesino cruel como él
que habían dicho que era, trataría de escaparse, hubiese visto la forma de
rozar a los guardias con la espada. Pero ahora, cuando se acercaban los
guardias se quedaba quieto para que no rozaran la espada.
Hacia el mediodía, cuando el sol ya
estaba en lo alto, llegaron ante las puertas del palacio. Esas puertas que
tiempo atrás a Liro le parecían signo de seguridad y tranquilidad, ahora solo
le advertían de su próxima muerte. Llegaron ante la entrada principal del
castillo. Ima bajó de su caballo y se lo entregó a un guardia para que lo
guardase.
Entró por la puerta principal tirando de
la cadena para arrastrar a Liro por los pasillos que el tan bien conocía, hasta
que llegó a la gran sala del trono, dónde Delica esperaba a Liro sentada en el
trono de Alen.
Cuando entraron, para sorpresa de Liro,
estaba lleno por la corte, que tiempo atrás tan bien habían servido a Alen.
Todos miraban a Liro entre incrédulos y decepcionados. Algunos clavaban su
mirada en Liro recriminándolo, que solo miraba hacia abajo mientras le
arrastraban colocándolo frente al trono. Todos esperaron que Liro se
arrodillara, pero esto no pasó hasta que Ima tiró de la cadena haciendo fuerza
hasta que este se arrodilló.
-
Aquí
tenemos al Príncipe Liro, asesino de mi marido el Rey Alen – Proclamó con su
voz con una dulzura siniestra – Estamos aquí para juzgar a este asesino.
-
¡Yo
no soy un asesino! – Gritó Liro poniéndose en pie mirándola de forma
desafiante. No sabía de donde salían sus fuerzas, pero, tenía que decir lo que
de verdad había sucedido – Tú eres la asesina, mataste a mi padre después de
tenerlo años bajo un hechizo. Le obligaste a declararle la guerra a Milos y
asesinar a sus Reyes, a pesar de que los dos Reinos estaban en paz. Los dos Reinos
de la luz han caído bajo la oscuridad. Pero se van a recuperar. Te lo aseguro.
Hubo un murmullo entre todos los
espectadores que nos rodeaban. La Reina miró a Liro sonriendo. Tuvo la vista
fija en la de él, se podía leer el odio y el sentimiento de triunfo que había
en su mirada. La oscuridad se hacía más profunda en su mirada. En los ojos de
Liro, la luz brillaba con fuerza y desesperación.
Delica hizo un gesto con las manos
separando las manos haciendo callar los murmullos que habían empezado tras la
declaración de Liro. Toda la corte estaba poniendo en duda a la Reina.
-
Doble
traición a la corona – Intervino Ima volviendo a tirar de la cadena.
Liro miró a Ima con frustración y tiró
de la cadena con todo su cuerpo haciendo frente a la Reina desafiándola. Hizo
fuerza con las manos pero no podía utilizar su hechizo debido a las cadenas, y
la corriente eléctrica volvió a recorrer su cuerpo arrancando un grito de
dolor.
-
¿Cómo
te atreves a juzgar a una descendiente de Ramio? – Se puso en pie mirando a
Liro y lo señaló después.
-
Los
dos sabemos que eso es mentira, déjame utilizar mis poderes y te lo demostraré
– Liro avanzó un paso con los ojos entrecerrados conteniendo la respiración.
-
Serás
castigado – Declaró la Reina asintiendo una sola vez – Mañana al medio día
serás ejecutado.
Siguieron los murmullos entre los
presentes, algo que hizo desaparecer la sonrisa de Delica, es que no
aplaudieron su condena como estaba acostumbrado. Liro se atrevió a mirar a los
lados, algunas personas sonrieron, pero la mayoría ahora le miraba con un gesto
de tristeza. Liro terminó mirando abajo respirando hondo “Lo siento madre,
reina Lara, he fracasado”.
Ima llevó a Liro arrastras por los
pasillos hasta el calabozo de palacio. Abrió una puerta de estos, que ahora
estaban vacíos, y lanzó a Liro dentro quitándole la cadena.
-
Disfruta
de tu limitada libertad Príncipe – Ima cerró la puerta y habló entre las rejas
– Hasta mañana.
Ima se marchó y le dejó solo con las
manos atadas a la espalda. Estaba completamente a oscuras de no ser por una
pequeña abertura que daba al exterior, demasiado alta para llegar a ella y
además con barrotes. El suelo era frío y estaba hecho de piedras, a un lado
había un montón de paja similar a donde había pasado la noche.
Liró se sentó sobre la paja del rincón,
estiró las piernas y apoyó la espalda en la pared mientras respiraba hondo.
Estuvo pensando por el día que había pasado, la humillación en los pueblos.
Pego la cara a la pared, al recordar a Zaëron mientras sus ojos se aguaban otra
vez. Empezó entonces a concentrarse en un hechizo pero otra vez la electricidad
le recorrió por completo.
-
Zaëron,
¿qué debo hacer? – Susurró entre gimoteos respirando agitado otra vez – He
perdido – Concluyó cuando por fin podía respirar tranquilamente. Entonces empezó
a llorar, y siguió llorando hasta que cayó dormido.
Los rayos de sol por la mañana entraron
por la ventana que daba al exterior. Abrió los ojos al notar la cálida caricia
de estos que le daban directamente. Se puso en pie con algo de esfuerzo
mientras respiraba hondo.
Las lágrimas volvieron a caer desde sus
ojos mientras miraba el calabozo respirando hondo. Desesperado empezó a
embestir con el hombro contra una de las paredes y gritó con desesperación
hasta que cayó otra vez al suelo llorando desconsolado.