Era un día normal como otro
cualquiera. Leo era un chico de veintidós años,
pelo castaño y liso, ojos verdes, no muy alto, alguien que pasaba
siempre desapercibido, sin nada especial. ya unos meses había llamado la
atención de Lucas.
Lucas era profesor de literatura
en la Universidad, que además de ser un escritor de gran éxito y muy popular
por sus novelas, también lo era por su aspecto. Tenía el cabello largo, liso y
muy fino, de un color castaño claro que recogía siempre hacia atrás en una
coleta, sus ojos eran azules brillantes, alto, rasgos delicados pero a la vez
masculino, en resumen, alguien muy llamativo.
Se conocieron cuando Leo estaba
en la biblioteca. Él era estudiante de Ingeniería de Telecomunicaciones, no era
muy buen alumno a pesar de que se esforzaba para sacar las asignaturas con la
mejor nota posible, a pesar de que esta siempre era un cinco o un seis.
Ese día fue a las tres y media
de la tarde a la biblioteca. Se puso al fondo en un asiento al lado de un
enchufe a la corriente. Había sacado su portátil y había empezado a hacer
ejercicios de programación. Por su mente pasaba una y otra vez la misma frase;
“Esta vez voy a sacar un diez”.
La tarde fue trascurriendo mientras
él seguía en su sitio haciendo un ejercicio tras otro. Cada vez que cometía un
fallo lo apuntaba en su libreta para poder estudiarlos más tarde y no
cometerlos en el examen, estaba muy concentrado en lo que hacía, por lo que no
se había dado cuenta de que todo ese tiempo, alguien le había estado
observando.
Lucas también había ido a la
biblioteca esa misma tarde. No era su sitio favorito para leer, pero era un
buen sitio para que nadie le molestara, al fondo de la biblioteca, dónde nadie
llegaba nunca excepto en épocas de exámenes.
Lucas ya estaba en su sitio
antes de que Leo llegara. Le sorprendió que alguien fuera a esa zona de la
biblioteca, ya que no era lo más usual, así que se quedó durante unos segundos
mirándole, analizando su aspecto y cómo, a diferencia de los demás, él ni si
quiera había parado a fijarse en él. No es que se lo tuviese demasiado creído,
pero sabía que era muy llamativo. El hecho de que no se hubiese dado cuenta de
que la celebridad de la universidad estaba en la biblioteca tenía que
significar o que era muy despistado, o que estaba muy concentrado.
Optó por la segunda opción, pues
sin darse cuenta, el mismo había perdido la noción del tiempo simplemente
observando cómo el joven se quedaba embobado frente a la pantalla de su ordenador,
tecleando sin parar.
El reloj siguió avanzando, Leo
cada vez estaba más inmerso en la pantalla de su ordenador y Lucas estaba cada
vez más inmerso en aquel chico. Ya se había fijado en la forma peculiar que
tenía de coger el bolígrafo al escribir con la mano derecha, apoyado en el dedo
corazón y sujeto entre el pulgar y el índice. También se había fijado en cómo
se mordía el labio inferior solo con una de las paletas cada vez que se
equivocaba. Le gustaba ver como estiraba los hombros cada vez que terminaba uno
de sus ejercicios, y la pequeña sonrisa que se le ponía en los labios cuando no
tenía ningún fallo.
El reloj marcaba ya las once
cuando Leo sintió las primeras punzadas en su estómago avisándole de que estaba
vacío. Aunque Lucas hacía rato que había oído al estómago de Leo quejarse y
simplemente estaba esperando el momento para acercarse.
Leo apagó el ordenador y se puso
la mano en la tripa con los ojos entrecerrados. Reprimió un pequeño grito de
alegría que luchaba por salir entre sus labios mientras echaba la cabeza hacía
atrás. Había conseguido hacer todos los ejercicios que habían dado de
programación y ahora sentía que estaba preparado para el examen. Se puso en pie
y guardó el portátil en su pequeño maletín algo gastado. Justo entonces a su
lado fue cuando advirtió la presencia de Lucas.
- Vaya no has parado en toda la tarde – La voz de Lucas sonó
aterciopelada, suave y algo severa al mismo tiempo – Estaba pensando que una
mente normal hubiese desistido a las tres primeras horas. Sin embargo, tú has
aguantado siete horas y medias del tirón.
Leo se quedó mirándole atónito y
algo cohibido. No se había percatado de la presencia de Lucas en ningún
momento, y era él quien ahora le imponía
con solo estar a su lado.
No pudo evitar que su mirada se
desviara hacia otro lado intentando huir de la de Lucas. No sabía quién era,
pero si lo había visto alguna vez perseguido de un grupo de estudiantes de la
universidad.
Para Lucas esa reacción no pasó
desapercibida. Terminó por sonreír mientras miraba hacia los lados y sacaba de
su mochila una bolsa de papel de la cafetería.
- - Hace un rato oí a tu estómago quejarse y me tomé la libertad de
comprar algo para llevar en la cafetería – Dijo mientras se lo ofrecía –
Además, la biblioteca hace horas que ha cerrado, así que solo estamos tú y yo –
Hizo un pequeño gesto con la mano a forma de aprobación subiéndola y bajándola
– También me tomé la libertad de decirle a los encargados que yo te echaría un
ojo hasta que te fueras.
Leo se quedó inmóvil mientras le
escuchaba, mirando fijamente la mano que le tendía la bolsa de papel. Sintió
algo revolverse en su interior de los nervios ya que no solía ser muy bueno al
hablar con personas desconocidas, e incluso a veces, tampoco hablando con
conocidos.
- - Muchas gracias – Susurró y entonces levantó la mirada hasta que se
cruzaron con los brillantes ojos azules de Lucas y tuvo que agacharla otra vez.
- - No hay de qué – Dijo Lucas acercando aún más la mano hacia él para que
cogiera la bolsa.
Finalmente Leo cogió la bolsa y
se quedó quieto mirando el interior sonriendo levemente. Era simplemente un
bocadillo de tomate y jamón, pero este era su favorito. La sonrisa le salió
sola al verlo y volvió a alzar la vista.
- - Muchisimas gracias – Dijo mientras cerraba la bolsa y cogía la cartera
de su mochila – Se lo pagaré ahora mismo.
- - No te molestes – Le contestó Lucas mientras trataba de aguantar la
risa – No ha sido ningún gasto para mí. Además, me conformo con saber tú
nombre.
- - ¿Mi nombre? – La voz de Leo susurró dubitativa mientras mantenía en la
mano la cartera con él dinero. Era verdad que lo había visto muchas veces por
el campus, pero no sabía porque un desconocido le iba a invitar a un bocadillo,
aunque no fuera un gasto muy grande, era casi la mitad del dinero que él tenía
para pasar el día – Mi nombre es Leo – Terminó afirmando mientras asentía
despacio – Leonardo, pero no me gusta Leonardo, así que es simplemente Leo.
- - Así lo haré.
Lucas le dedicó una leve sonrisa
y con una mano se echó un mechón de pelo que le caía por la cara
hacia atrás. No podía apenas parpadear, la mirada esquiva de Leo lo tenía
hechizado. Con la misma mano le tomó del mentón a Leo con delicadeza y le hizo
alzar la mirada derecho a sus propios ojos.
- - ¿Ah? – Dijo Leo mientras desviaba la mirada hacía un lado.
Pero apenas tuvo tiempo para
reaccionar. Lucas se había abalanzado hacia él y le estaba besando en los
labios con los ojos cerrados haciéndole retroceder hasta que se pegó a una de
las paredes mientras Leo se quedaba inmóvil con los ojos abiertos de par en
par.
A Leo se le escaparon las cosas de entre las manos y que cayeron al
suelo. Se le había cortado la respiración. Lucas, por el contrario, hacía cada
vez el beso más intenso pegando el cuerpo de Leo al suyo. Consiguió darle la
vuelta sin separarse del beso y acarició con sus manos por su cintura acariciándola
haciendo que finalmente Leo cerrara los ojos y se dejara llevar.
Pasaron un par de minutos hasta
que Lucas se separó de Leo triunfante. Estaba sonriendo algo pícaro y se sentó
en la mesa cruzando una pierna sobre la otra. Leo ahora estaba apoyado contra
la pared con una mano sobre su boca tapándola con los ojos casi cerrados.
- -
¿Por…por qué hizo eso? – Consiguió decir con apenas un hilo de voz.
- - Porque tu cuerpo lo pedía – Susurró serio y se puso otra vez en pie
tras de el colocando una mano en su pelo alborotándolo un poco – Además, veo
que te ha gustado.
- - Pero… somos dos hombres – Se encogió sobre sí mismo cerrando los ojos
al notar su mano, pero le tranquilizó. Sus manos parecían cálidas, le gustaba
sentirlas.
- - Eso no es un problema Leo.
Apartó la mano de él y se agachó
recogiendo la cartera y la bolsa con el bocadillo que estaba intacto. Tiró la
bolsa a la basura y le ofreció la cartera.
- - Ya que no he podido invitarte a cenar – Hizo una pequeña pausa antes
de respirar - ¿Te gustaría venir a casa para comer algo? Creo que ya no hay
muchos autobuses. Aunque si lo prefieres puedo llevarte yo mismo a casa.
Leo se limitó a asentir. Recogió
la cartera mirando hacia abajo sonrojado y la guardó en su mochila junto con
sus demás cosas que había por la mesa. Luego Lucas empezó a andar hacia la salida de la
biblioteca y Leo le siguió de cerca. Salieron de la biblioteca, luego salieron
de la universidad. Leo seguía un par de pasos más atrás a Lucas, que seguía
andando seguro sabiendo que Leo le seguía.
Finalmente Lucas llegó a su
porche gris y abrió la puerta del pasajero. Leo se quedó quieto mirándolo algo
nervioso. Señaló el asiento, lo que hizo que Leo retrocediera. Después de
haberle seguido, no sabía muy bien porqué, no sabía si debía entrar en el
coche. Lucas, no estaba acostumbrado a que le dijeran que no, o a no hacer lo
que el esperaba que hicieran.
Lucas frunció el ceño al ver que
Leo retrocedía. Se acercó a él impaciente y le cogió con fuerza del brazo
haciéndole entrar en el coche y poniéndole el cinturón. Leo iba a protestar,
pero la mirada de él no daba opción a réplicas. Permaneció quieto mirando a su propio
regazo.
Luchas ya no le preguntó a dónde
iban a ir, ya había decidido que los dos iban a ir a su propia casa. Después de
todo, ahora había llegado demasiado lejos como para perder la oportunidad que
se le había presentado.
Leo siguió callado durante todo
el viaje. No dejaba de darle vueltas la cabeza, habían pasado demasiadas cosas.
Ahora estaba con Luchas, después de que le había besado. Después de que le
había besado un hombre, el mismo era un hombre. No lograba entender como le
había gustado lo que los dos habían compartido. Cada vez que recordaba la
sensación que le produjo el beso de Lucas, se cara se ponía más y más roja.
Finalmente, Lucas pasó con el
coche a un parking privado de uno de los edificios de apartamentos más caros de
la ciudad. Condujo durante unos segundos más y aparcó en una plaza privada.
Leo miraba de un lado a otro
observando el parking. Se notaba que era bastante caro, estaba muy limpio y
decorado para ser un simple parking.
Lucas se bajó del coche nada más
aparcar. Se fue a la puerta de Leo y al abrió. Primeramente le ofreció su mano
derecha, mientras que con la izquierda sujetaba la puerta del coche.
Leo le miró con algo de timidez,
sin saber porque su cuerpo entero se estremecía solo ante su mirada, y notaba
como la sangre se agolpaba en sus mejillas.
- - Sal.
Lucas habló, pero esta vez era
una orden, su tonó era fuerte y autoritario. Leo no lo dudó ni un momento, tan
rápido como se lo permitió su cuerpo trató de salir del coche, olvidándose del
cinturón. Trató de levantarse y se cayó hacia atrás en el asiento.
Lucas emitió una pequeña risa
mientras sacudía la cabeza a los lados. Se inclinó un poco sobre Leo, acarició
su cintura y le quitó el cinturón. Leo contuvo la respiración al tenerlo tan
cerca, su corazón se había acelerado y su cuerpo se había tensado.
Lucas ya se había dado cuenta de
cómo reaccionaba el cuerpo de Leo, y eso le daba algunas ventajas sobre él. Se
preguntó así mismo porque alguien tan ordinario había llamado su atención. Se
acercó otra vez a él y le empezó a besar de forma intensa cogiéndolo en brazos
mientras andaba hacia el ascensor, disfrutando del sabor del pequeño, que
torpemente comenzaba a corresponder a su beso.
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