jueves, 28 de julio de 2016

LO MÁS COMÚN PUEDE SER PERFECTO - CAPÍTULO 3. COMO HA CAMBIADO LA VIDA.

Había pasado ya una semana desde el primer encuentro entre Lucas y Leo. Leo en verdad no sabía cómo había empezado todo eso.
Estaba en la cocina de Lucas mientras trataba de cocinar pollo con curry al estilo japonés. Estaba moviendo con un cucharón de madera que había encontrado en uno de los cajones de la cocina, y que además, tenía pinta de no haber sido utilizado antes. En verdad, cualquier cosa que hubiera en la cocina parecía no haber sido utilizado antes.
Mientras seguía agitando la comida se puso a recordar lo rápido que había ido todo. Ese mismo día en que Lucas le comentó sus condiciones, no le había dado ni si quiera diez minutos para pensárselo. Tomó el mando el mismo y cogió el móvil de Leo, buscó en la agenda y llamó al número que ponía “Papa”.
-          Buenas tardes – Comenzó Lucas con su voz melosa – Me llamo Lucas Sei, soy profesor en la universidad en la que estudia su hijo. Me he estado fijando en que Leo estudia hasta tarde en la biblioteca y que va algo cansado debido a la lejanía de dónde vive. Yo mismo me ofrezco a ser su tutor y dejarle vivir en casa, ya que…
El padre de Leo había empezado a hablar, pero Leo era incapaz de oír ni si quiera una sola palabra. Se había quedado petrificado, ¿hasta dónde pensaba llegar Lucas con todo eso?  Por su mente pasaban miles de actos en los que Lucas acababa diciéndole a su padre lo que había hecho. Sin embargo, nada de eso pasó.
-          Sí, soy el escritor – En la cara de Lucas se dibujó una sonrisa de logro – No se preocupe por los gastos, yo correré con ellos. Organizaré la mudanza para mañana – Hizo un pequeño silencio – El motivo, es que además de conseguir más tiempo para sí mismo, necesito un nuevo ayudante personal. Leo hizo la entrevista ayer por la noche y le he contratado. Gracias. Hasta luego.
Luchas colgó el teléfono y se giró posando su mirada en los ojos de Leo, estaba satisfecho. Pero no era nada nuevo, él siempre se salía con la suya, siempre conseguía lo que quería.
-          ¿Qué has hecho? – Susurró entonces la voz de Leo algo asustadizo.
-          Pues vamos a por tus cosas ahora mismo.
-          Hoy tengo un examen, ayer estuve estudiando todo el tiempo – Le replicó Leo con los ojos entrecerrados.
-          Mira la hora que es – Señaló un reloj de pared negando despacio – Me parece que no piensas en el tiempo cuando estamos juntos – Le comentó sonriendo algo pícaro – Entonces, como no llegas al examen, iremos a por tus cosas.
Leo se le quedó mirando perplejo. Pasó las manos hacia su espalda mientras sus ojos iban bajando hasta fijarse en el suelo. Lucas aprovechó que Leo bajó la guardia y se acercó a él, sin previo aviso le tomó con el dedo pulgar y el índice por la barbilla, alzó su cara y dejó un rápido beso en el que saboreo su labio inferior.
-          Necesitas algo de ropa – Le despeinó con cuidado sonriendo y fue hacia su propia habitación.
Leo se había vuelto a quedar inmóvil. El simple aroma que emanaba de Lucas, le hacía paralizarse, sus besos le hacían incluso hasta perder el control de su propio cuerpo. No soportaba la sensación de no ser el dueño de sus actos. Cerró los puños en las manos mientras se mordía el labio inferior, le había dejado con el deseo de estar entre sus manos.
Lucas ya en la habitación, había abierto su armario. En este había ropa de diseñadores prestigiosos; Armani,  Valentino, Lagerfeld, etc. De este cogió una camiseta blanca de cuello barco, unos pantalones vaqueros y salió de la habitación.
-          Puedes ponerte esto – Dejó la ropa sobre el respaldo del sofá y se fue hacia la cocina abriendo la nevera.
-          Gracias – Salió a forma de susurro de los labios de Leo.
Tan rápido como pudo, este cogió la ropa sin hacer ningún comentario al respecto. Era demasiado obvio de que no podría salir de la casa desnudo, mucho menos después de las condiciones que le había puesto Lucas.
Fue a la habitación dónde había salido Lucas, la misma dónde había pasado la noche y se probó la ropa que le había dado. Le venía algo grande, la camiseta le llegaba sobre la parte inferior de su trasero, y los pantalones le quedaban algo anchos de cinturas y piernas.
Se acabó mirando en el espejo de pie que había al lado del armario. De pronto, le parecía que el mismo tenía algo especial. Quizás la ropa de marca le hacía sentir así, el tejido. Su pelo algo alborotado, su piel pálida y el aspecto rosado de sus labios, resultado de haber estado bajo la presión de los de Lucas, le hacían tener una imagen que nunca antes había visto en si mismo.
Por otro lado, el cuello de barco, nunca antes había llevado algo así, marcaba sus clavículas, las mangas le venían algo largas y le cubrían hasta la mitad de los dedos.
-          ¿Tanto cambia que vayas algo arreglado?
La voz de Lucas le hizo sobre saltarse. Dio un pequeño respingo y se giró mirando hacia abajo. Bajo sus ojos, en sus pálidas mejillas se agolpó la sangre de forma débil dándole un aspecto rosado.
Lucas también se había sorprendido. ¿Cómo era posible que fuera el mismo chico que había visto en la biblioteca? Ahora tenía un aspecto completamente diferente, era sensual, débil, delicado, atractivo… Definitivamente, no quería que saliera con ese aspecto a la calle. Quería que ese aspecto solo pudiera verlo él.
-          Voy a salir a comprarte algo de ropa más normal – Asintió un momento Lucas sin apenas parpadear, mirando de arriba abajo la obra maestra de la que él era dueño.
-          ¿No me sienta esto bien? – Preguntó con su voz débil Leo.
-          Ese no es el problema.
Lucas salió de la habitación nada más hablar. Se estaba poniendo un abrigo castaño con cuatro botones a la altura del abdomen. Leo fue detrás de él mirándole desconcertado.
-          No hace falta que me compres – Se apresuró a decir antes de que Lucas saliera de la puerta – Cuando vayamos a por mis cosas, en mi casa tengo bastante ropa.
-          No es necesario que salgas así de esta casa – Terminó espetando Lucas y se calló al momento antes de añadir nada más.
Lucas terminó mordiéndose el labio inferior, había estado a una simple palabra de revelar una de sus debilidades. Agradeció que Leo fuera tan sencillo que no podía apreciar, que él mismo era su debilidad, porque de alguna forma sabía que tenía un gran potencial en su interior.
Desde que le había visto, le llamaba la atención, pero no se había dado cuenta de lo increíble de sus facciones, de sus labios. Con un simple retoque profesional, Leo podría ser un gran modelo.
“Bajo ningún concepto voy a permitir eso”. Se repetía a si mismo. No iba a permitir que existiera la más mínima oportunidad de que Leo no fuera absolutamente suyo. Se juró que, a partir de ese día, Leo solo iba a ser suyo.
-          Ahora vuelvo. Será mejor que no salgas, es una orden – Clavó sus ojos en los de él y salió por la puerta cerrando con llave desde fuera – De esta forma, no saldrás – Dijo en voz baja y se acercó al ascensor saliendo del edificio.

Leo se había quedado a pocos pasos de la puerta de la entrada. Había oído como se cerraba la puerta y, durante unos segundos había tenido miedo de tan si quiera moverse. Pero pasados unos minutos retrocedió analizando la situación.
“Este hombre que apenas conozco me ha traído a su casa, me hace perder el control, me obliga a mudarme con él y… ahora me ha dejado encerrado.” En su interior, su corazón palpitaba algo acelerado. Se fue hacia el salón mientras le daba vueltas a las mismas frases. Su corazón le decía que podía confiar en él, pero su mente no paraba de gritarle de forma ensordecedora que huyera lo más rápido que pudiera de ese sitio.
Mientras se sentó en uno de los sofás, volvió a mirar cada rincón de la casa, fijándose en cada detalle. No parecía ser la casa de ningún psicópata. Tampoco parecía que nadie más viviera allí y estaba todo realmente limpio.
La puerta se abrió entonces. Leo se puso en pie al momento y miró hacia la puerta de entrada. Por esta, una mujer algo mayor entraba con unos auriculares puestos.  La mujer cerró la puerta bajo la atenta mirada de Leo, se giró y entonces, los dos se quedaron durante unos segundos mirándose el uno al otro.
-          Buenos días, no sabía que había nadie aquí – Dijo la mujer mientras se quitaba los auriculares – Acabo de ver al Señor  Sei salir del apartamento. No sabía que tenía compañía.
Leo se quedó mirando a aquella mujer anonadado. Parecía que aquella mujer estaba ya acostumbrada a ver a Lucas con diferentes parejas. Tan acostumbrada que ni le había sorprendido que él estuviera ahí.
La mujer se fijó algo más en Leo. Aun no se había cambiado de ropa y, se dio cuenta entonces que tenía un aura diferente al resto de hombres que había visto antes en la casa de su jefe.
-          Vaya – Atinó a decir la mujer con un leve suspiro – No me había dado cuenta de lo guapo que eres – Se acercó entonces lentamente hacia Leo – Me llamo Ruri, encantada de conocerle.
-          Ah – Asintió despacio Leo mientras miraba a la mujer – Mi nombre es Leo, Kashizawa Leo.
-          ¿Nombre extranjero? – Le miró con cierta curiosidad analizando con cuidado los rasgos del joven.
-          Si –asintió intimidado Leo. Incluso en ese momento se sentía intimidado, y por una mujer. Se sentía mareado, no sabía cómo explicar su comportamiento – Mis padres decidieron el nombre en base a mi horóscopo occidental. Como nací en agosto – Susurró encogiéndose levemente de hombros.
-          Ya veo – Asintió la mujer y sonrió levemente – Voy a comenzar mi trabajo, no te molesto más.
La mujer entonces se volvió a poner los auriculares y comenzó a sacar de los armarios de la cocina diversos productos de limpieza. De pronto parecía, como si en la casa hubiese un ente que apenas se hacía notar a pesar de que era ella la que estaba limpiando.
Leo trato de molestar lo menos posible. Se volvió a sentar en el sofá y se abrazó a las rodillas subiendo los pies a este sonrojado.
Después de un tiempo, eterno para Leo. La puerta se volvió a abrir y Lucas atravesó el marco. Se quedó mirando a Rori, no le gustaba que hubiese pasado, su Leo podría haber aprovechado para irse.
Pasó junto a ella sin dirigirle la más mínima palabra y se puso detrás de Leo, lo cogió en brazos desde detrás del sofá sin abrir la boca y le besó en los labios. Quería demostrar, incluso a Rori, que Leo era de su propiedad.
Leo se apartó al momento de sus labios y se puso las manos en la boca.
-          ¿Pero qué estás haciendo? – Dijo casi a gritos.
-          Eres mio Leo. Y de esa puerta para dentro voy a besarte como, cuando y en la parte de tu cuerpo que quiera – Lucas hablaba otra vez con su voz seria, esa que no daba oportunidad a replica.
Lo llevo hasta la habitación y lo dejó en esta. Sacó de una bolsa una réplica exacta de la ropa que él mismo había destrozado el día anterior y la dejó extendida sobre la cama.

-          Ponte esto, vamos ya a por tus cosas.

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