Se
despertó con una sábana blanca envuelta a la cintura. Había pasado toda la
noche con Lucas,. Se incorporó y miró a su lado. Allí estaba él, completamente
desnudo y cubierto por la misma sábana, con su pelo suelto, liso y alborotado
cubriendo su cara.
<<Es
muy guapo>> pensó Leo. Su cara se volvía cada vez más roja a cada segundo
que pasaba. Por su mente se repetían las imágenes de lo que había pasado la
noche anterior, de cómo le había hecho
sentir Lucas, de cómo el mismo había perdido el control ante esas sensaciones.
Se
incorporó con cuidado de no despertar a su anfitrión. Cogió su ropa del suelo y
salió del cuarto con la sangre en las mejillas.
-
¿Qué he hecho? – Se dijo a si mismo en voz baja tras cerrar la puerta
de esa habitación. Echó un vistazo a su alrededor.
Cuando
llegó a la casa la noche anterior, ni si quiera había tenido tiempo para ver
donde estaba, todo había sido demasiado apasionado. Sin embargo, ahora que se
fijaba, era una casa amplia y lujosa.
Sin
darse cuenta de que aún tenía la ropa entre las manos la ropa y que el estaba
desnudo se acercó a un sofá negro que daba la espalda a la puerta de la
habitación, había tres iguales colocadas en forma de “u”, en cuyo centro había
una mesa blanca con cristal, y enfrente una chimenea, encime de la cual había
una televisión que estaba fija a la pared.
La
pared contigua era de cristal y daba a una pequeña terraza en la que había una
mesa redonda con dos hamacas a los lados y algunas plantas de un verde intenso
con flores lilas, blancas y rojas.
En el
salón también había un piano de cola negro sobre el suelo de parqué, y en el
resto de paredes había algunas estanterías llenas de libros, pero que parecían
tener un orden específico. Separado del salón con una barra de obra estaba la
cocina. Se sorprendió al ver la cocina, estaba decorada con armarios blancos y
negros, de forma muy elegante, y parecía que brillaba, como si nunca hubiese
sido usada antes.
En el
salón había otras tres puertas negras que se ajustaban perfectamente al suelo y
que estaban cerradas. Una era por dónde había salido de la habitación, la
puerta de la entrada era marrón y estaba al lado de la separación del salón y
la cocina, pero no sabía que podían ser las otras dos puertas.
Dejó la
ropa en el suelo donde estaba y cogió sus boxers colocándolos de forma
apresurada. Entonces pasó a su camiseta, pero cuando se la colocó, se dio
cuenta de que estaba rasgada. Lucas, definitivamente, había sido muy brusco con
su ropa, ya que los pantalones vaqueros
que llevaba también estaban rasgados y ahora, no sabía cómo iba a salir de allí
en esas condiciones.
Lucas
se había despertado cuando Leo salió de la habitación. Se dio cuenta de que la
ropa del menor no estaba, así que esperó en la cama para darle un poco de
intimidad y no agobiarle. Se sentó sin hacer ruido y cogió un cigarro del
paquete que había en la mesilla de noche empezando a fumárselo. Se puso el pelo
tras la oreja y dio un par de caladas, hasta que finalmente lo apagó en un
cenicero, se puso unos boxers blancos y fue hacia la puerta.
Leo se
dio cuenta que la puerta a su espalda se abría. Se giró y se quedó mirando a
Lucas teniendo la ropa rasgada en las manos. Lucas le miró durante un segundo y
después sonrió.
Durante
un segundo, Lucas se dio cuenta de que Leo no era tan guapo como otros chicos
con los que se había acostado. No entendía muy bien como alguien tan común era
capaz de atraerle.
-
Si quieres puedes coger algo de ropa mía – Comentó Lucas observando
que todavía Leo tenía la ropa en sus manos.
Leo
notó como se volvía a sonrojar. Sujetó la ropa que tenía en las manos pegándola
a su pecho intentando cubrirse con esta.
-
No tienes porqué cubrirte delante de mí – Esta vez su voz sonó dulce y
embriagadora. Como un perfume recién estrenado.
Leo
miró inconscientemente a Lucas de arriba abajo. La noche anterior le había
parecido muy fuerte, pero ahora, sí que estaba seguro de que su cuerpo estaba
muy musculado, todo su cuerpo parecía haber sido esculpido por el mismísimo
Miguelangel. Aunque no solo eran sus músculos, su sonrisa, sus labios, la forma
de su mandíbula, sus ojos. Sobre todo sus ojos, parecían haber sido creados por
Zeus, creados a partir de un rayo.
Se dio
cuenta tarde de que se había quedado embobado mirándole, mirando a un hombre al
que consideraba perfecto. No sabía cómo, después de todo lo que le había hecho
la noche anterior, después de haberle dejado sin ropa. No quería ser amable con
él.
En
otras ocasiones, muchos de sus compañeros ya se habían burlado de él por no
haber tenido novia. “A ver si vas a ser gay” le repetían casi a diario. Habían
puesto en hojas que le pasaban “Leonardo Di Gay” para molestarle. Pero este
hombre, había llegado muy lejos.
Leo
estaba presionando los labios, sin darse cuenta estaba haciendo pucheros con
los ojos entrecerrados, y sus manos sujetando con fuerza la ropa.
-
¿Qué te pasa? – Insistió Lucas acercándose a él y le tomó de la
barbilla haciendo que le mirase de una forma algo brusca.
-
¿Qué se supone que estás haciendo? – Se apartó de su mano sonrojado
con el ceño fruncido – No, no sigas riéndote de mi por favor.
-
¿Quién se está riendo de ti? – Lucas se volvió a acercar a él y le
sujetó con una mano por la cintura. No pensaba que alguien le pudiera negar
algo nunca, y ese chico le acababa de negar un beso.
Leo
trató de zafarse de su mano, pero Lucas no estaba dispuesto a ceder ahora. Por
mucho que Leo echase su cuerpo hacia atrás, no conseguía frenar a Lucas. Hasta
que finalmente pegó la espalda a una pared evitando que siguiera huyendo de su
cuerpo.
-
Dime – Susurró con sus labios a escasos centímetros de los de Leo.
-
No.
Fue
solo un susurro lo que consiguió decir Leo antes de que los dos labios se
volvieran a reencontrar. Lo que ahora sentía se estaba desenfrenando, no quería
volver a perder el control. No quería volver a dejarse hacer.
Finalmente,
Leo perdió la batalla contra si mismo.
Lucas
se ajustó sus boxers otra vez quedando en pie frente a Leo, que ahora estaba
exhausto recostado en el sofá. Leo miraba a
Lucas incrédulo. Otra vez había perdido ante Lucas. Parecía que conocía
todas sus debilidades.
-
No me estoy riendo de ti – Dijo cogiendo una goma de pelo que llevaba
en la muñeca y se recogió el pelo en una coleta baja, dejando solo un par de
mechones caer por su frente hacia los lados – Y no me gusta que duden de mi
palabra.
Leo se
volvió a quedar sin habla. Le había sorprendido lo que había dicho, pero seguía
sin tener confianza en lo que decía. En su interior se revolvía la duda de si
era solo para humillarle. Se cubrió con las manos por el cuerpo mientras su
cara se volvía a sonrojar.
Lucas
no pudo retener una pequeña sonrisa al verlo de una forma tan indefensa. Nunca
había conocido a nadie que transmitiera tanta ternura, como si hubiese sido una
princesa de cuento. Tenía la necesidad de protegerlo.
<<Es
eso >>.
De
pronto, comprendió que era eso que le llamaba la atención de él. Podría no ser
guapo, podría no ser el más inteligente, pero era puro. Todo lo que hacía era
sin doble sentido, sus sentimientos lo impulsaban y Leo los dejaba fluir.
Lucas
no se dio cuenta, pero él también se había quedado embobado mirando a Leo. Era
la primera vez que él no había tenido el control de si mismo en situaciones
así. Se sintió realmente extrañado, Leo había terminado por haber ejercicio
algún tipo de control sobre él, y sin querer.
Se giró
y volvió por la puerta de la que había salido. Leo le siguió con la mirada
hasta que cerró la puerta tras de sí.
Se puso
en pie y volvió a colocar su ropa interior. Se puso también su camiseta y
pantalones aunque estos estaban algo rasgados.
<<Maldición>>.
No
tenía ni idea de cómo iba a llegar ahora a clase, ni si quiera, cómo iba a
salir de la casa. Estaba claro que con esa ropa no podía pisar la calle, todos
sabrían que ha pasado algo con solo verle.
-
¿Qué estás haciendo?
La voz
de Lucas le sobresaltó a su espalda. Había salido de la habitación sin hacer
ruido y ahora estaba cruzado de brazos, con una camisa blanca abrochada, una
corbata negra y unos pantalones vaqueros que le sentaban bastante bien.
Leo
estaba demasiado confuso como para contestar. Se le quedó mirando mientras que,
involuntariamente, sus ojos y labios se contraían haciendo pucheros. La
situación hacía ya un rato que le había sobrepasado.
-
¿Eh? – Lucas abrió los ojos de par en par - ¿Qué te pasa?
Se
acercó a él y le acarició la mejilla con una mano. Estaba siendo cariñoso, algo
que no había hecho tampoco antes. Leo le estaba mostrando una forma de ver las
cosas que hasta ahora no había conocido.
-
Has destrozado mi ropa – Susurra negando despacio y se sujetó la
camiseta por los bordes cerrando los puños – No es tan cara como la tuya, pero,
¿ahora qué haré? Si salgo así, está claro que todos van a saber lo que a
pasado.
-
¿Te avergüenzas de lo que ha pasado? – Lucas alzó una ceja expectante
por la respuesta del menor.
Leo,
sin saber porque, empezaba a dudar de su respuesta. En un principio iba a decir
que si. Pero pensándolo durante un par de segundos más, su respuesta no estaba
clara. Desvió su mirada esquivando sus ojos y presionó los labios.
-
No lo sé – Terminó diciendo con la voz algo temblorosa – Eres un
hombre, soy un hombre. Esto no está bien, no quiero que los demás lo sepan.
-
Vaya, tienes un razonamiento muy simple – Sacó de un bolsillo su
paquete de cigarros y se puso uno en la boca – No estoy acostumbrado a no
alardear de una de mis relaciones. Fiestas, firmas de libros – Se encogió de
hombros mientras se encendía el cigarro y daba una calada echando el humo a un
lado – Suelo llevar a mis parejas a toda clase de eventos. Pero si prefieres
que no lo haga contigo.
Leo
abrió los ojos de par en par. Alzó la mirada notando como sus mejillas se
sonrojaban y una pequeña sonrisa luchaba por salir. No sabía si en verdad había
oído bien, pero, había entendido que Lucas le había dicho que eran pareja.
-
¿Eh?
Fue lo
único que logró decir mientras parpadeaba varias veces algo desorientado. Tenía
muchas preguntas que hacerle en ese momento. Tenía ganas de que le dijera que
estaba pasando, que le explicara cosas de su cuerpo que él mismo no sabá. Pero
no era capaz de articular palabra.
-
Esto va a ser nuevo para mi – Terminó riendo Lucas – No estoy
acostumbrado a chicos tan dulces, inexpertos y callados – Pasó un dedo por sus
labios abriéndole algo los labios.
-
Trataré de hablar más – Consiguió decir mientras se apartaba un poco
de él mirando hacia abajo.
-
Eso espero – Volvió a dar una calada al cigarro y después echó un
vistazo por su propia casa – Pero hay varias condiciones que tienes que cumplir
para ser mi novio, y son, inamovibles.
-
¿Qué condiciones?
Lucas
apagó el cigarrillo en un cenicero de cristal que había sobre la mesa del
salón. Luego se apartó uno de los mechones libres tras de la oreja y puso la
mano en su propia cintura.
-
Las condiciones, o las normas, son lo que hace que el mundo gire – Se
acercó a el y después miró por toda la casa – No estoy acostumbrado a vivir
solo, así que, en este instante vas a mudarte a esta casa. No te preocupes por
los gastos, ya que yo puedo ocuparme fácilmente de eso – Terminó sonriendo y le
cogió con los dedos por la barbilla haciendo que le mirara – Te diría que no
puedes traer a nadie a casa, pero dudo que lo hagas ya que no quieres que sepan
que estás conmigo. Y no podrás acercarte a otros hombres, a menos que tengas mi
permiso para ello.
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