domingo, 24 de julio de 2016

LO MÁS COMÚN PUEDE SER PERFECTO - CAPÍTULO 2. LAS CONDICIONES SON LAS QUE HACEN FUNCIONAR EL MUNDO.

Se despertó con una sábana blanca envuelta a la cintura. Había pasado toda la noche con Lucas,. Se incorporó y miró a su lado. Allí estaba él, completamente desnudo y cubierto por la misma sábana, con su pelo suelto, liso y alborotado cubriendo su cara.
<<Es muy guapo>> pensó Leo. Su cara se volvía cada vez más roja a cada segundo que pasaba. Por su mente se repetían las imágenes de lo que había pasado la noche anterior, de  cómo le había hecho sentir Lucas, de cómo el mismo había perdido el control ante esas sensaciones.
Se incorporó con cuidado de no despertar a su anfitrión. Cogió su ropa del suelo y salió del cuarto con la sangre en las mejillas.
-          ¿Qué he hecho? – Se dijo a si mismo en voz baja tras cerrar la puerta de esa habitación. Echó un vistazo a su alrededor.
Cuando llegó a la casa la noche anterior, ni si quiera había tenido tiempo para ver donde estaba, todo había sido demasiado apasionado. Sin embargo, ahora que se fijaba, era una casa amplia y lujosa.
Sin darse cuenta de que aún tenía la ropa entre las manos la ropa y que el estaba desnudo se acercó a un sofá negro que daba la espalda a la puerta de la habitación, había tres iguales colocadas en forma de “u”, en cuyo centro había una mesa blanca con cristal, y enfrente una chimenea, encime de la cual había una televisión que estaba fija a la pared.
La pared contigua era de cristal y daba a una pequeña terraza en la que había una mesa redonda con dos hamacas a los lados y algunas plantas de un verde intenso con flores lilas, blancas y rojas.
En el salón también había un piano de cola negro sobre el suelo de parqué, y en el resto de paredes había algunas estanterías llenas de libros, pero que parecían tener un orden específico. Separado del salón con una barra de obra estaba la cocina. Se sorprendió al ver la cocina, estaba decorada con armarios blancos y negros, de forma muy elegante, y parecía que brillaba, como si nunca hubiese sido usada antes.
En el salón había otras tres puertas negras que se ajustaban perfectamente al suelo y que estaban cerradas. Una era por dónde había salido de la habitación, la puerta de la entrada era marrón y estaba al lado de la separación del salón y la cocina, pero no sabía que podían ser las otras dos puertas.
Dejó la ropa en el suelo donde estaba y cogió sus boxers colocándolos de forma apresurada. Entonces pasó a su camiseta, pero cuando se la colocó, se dio cuenta de que estaba rasgada. Lucas, definitivamente, había sido muy brusco con su ropa, ya que los pantalones  vaqueros que llevaba también estaban rasgados y ahora, no sabía cómo iba a salir de allí en esas condiciones.
Lucas se había despertado cuando Leo salió de la habitación. Se dio cuenta de que la ropa del menor no estaba, así que esperó en la cama para darle un poco de intimidad y no agobiarle. Se sentó sin hacer ruido y cogió un cigarro del paquete que había en la mesilla de noche empezando a fumárselo. Se puso el pelo tras la oreja y dio un par de caladas, hasta que finalmente lo apagó en un cenicero, se puso unos boxers blancos y fue hacia la puerta.
Leo se dio cuenta que la puerta a su espalda se abría. Se giró y se quedó mirando a Lucas teniendo la ropa rasgada en las manos. Lucas le miró durante un segundo y después sonrió.
Durante un segundo, Lucas se dio cuenta de que Leo no era tan guapo como otros chicos con los que se había acostado. No entendía muy bien como alguien tan común era capaz de atraerle.
-          Si quieres puedes coger algo de ropa mía – Comentó Lucas observando que todavía Leo tenía la ropa en sus manos.
Leo notó como se volvía a sonrojar. Sujetó la ropa que tenía en las manos pegándola a su pecho intentando cubrirse con esta.
-          No tienes porqué cubrirte delante de mí – Esta vez su voz sonó dulce y embriagadora. Como un perfume recién estrenado.
Leo miró inconscientemente a Lucas de arriba abajo. La noche anterior le había parecido muy fuerte, pero ahora, sí que estaba seguro de que su cuerpo estaba muy musculado, todo su cuerpo parecía haber sido esculpido por el mismísimo Miguelangel. Aunque no solo eran sus músculos, su sonrisa, sus labios, la forma de su mandíbula, sus ojos. Sobre todo sus ojos, parecían haber sido creados por Zeus, creados a partir de un rayo.
Se dio cuenta tarde de que se había quedado embobado mirándole, mirando a un hombre al que consideraba perfecto. No sabía cómo, después de todo lo que le había hecho la noche anterior, después de haberle dejado sin ropa. No quería ser amable con él.
En otras ocasiones, muchos de sus compañeros ya se habían burlado de él por no haber tenido novia. “A ver si vas a ser gay” le repetían casi a diario. Habían puesto en hojas que le pasaban “Leonardo Di Gay” para molestarle. Pero este hombre, había llegado muy lejos.
Leo estaba presionando los labios, sin darse cuenta estaba haciendo pucheros con los ojos entrecerrados, y sus manos sujetando con fuerza la ropa.
-          ¿Qué te pasa? – Insistió Lucas acercándose a él y le tomó de la barbilla haciendo que le mirase de una forma algo brusca.
-          ¿Qué se supone que estás haciendo? – Se apartó de su mano sonrojado con el ceño fruncido – No, no sigas riéndote de mi por favor.
-          ¿Quién se está riendo de ti? – Lucas se volvió a acercar a él y le sujetó con una mano por la cintura. No pensaba que alguien le pudiera negar algo nunca, y ese chico le acababa de negar un beso.
Leo trató de zafarse de su mano, pero Lucas no estaba dispuesto a ceder ahora. Por mucho que Leo echase su cuerpo hacia atrás, no conseguía frenar a Lucas. Hasta que finalmente pegó la espalda a una pared evitando que siguiera huyendo de su cuerpo.
-          Dime – Susurró con sus labios a escasos centímetros de los de Leo.
-          No.
Fue solo un susurro lo que consiguió decir Leo antes de que los dos labios se volvieran a reencontrar. Lo que ahora sentía se estaba desenfrenando, no quería volver a perder el control. No quería volver a dejarse hacer.
Finalmente, Leo perdió la batalla contra si mismo.
Lucas se ajustó sus boxers otra vez quedando en pie frente a Leo, que ahora estaba exhausto recostado en el sofá. Leo miraba a  Lucas incrédulo. Otra vez había perdido ante Lucas. Parecía que conocía todas sus debilidades.
-          No me estoy riendo de ti – Dijo cogiendo una goma de pelo que llevaba en la muñeca y se recogió el pelo en una coleta baja, dejando solo un par de mechones caer por su frente hacia los lados – Y no me gusta que duden de mi palabra.
Leo se volvió a quedar sin habla. Le había sorprendido lo que había dicho, pero seguía sin tener confianza en lo que decía. En su interior se revolvía la duda de si era solo para humillarle. Se cubrió con las manos por el cuerpo mientras su cara se volvía a sonrojar.
Lucas no pudo retener una pequeña sonrisa al verlo de una forma tan indefensa. Nunca había conocido a nadie que transmitiera tanta ternura, como si hubiese sido una princesa de cuento. Tenía la necesidad de protegerlo.
<<Es eso >>.
De pronto, comprendió que era eso que le llamaba la atención de él. Podría no ser guapo, podría no ser el más inteligente, pero era puro. Todo lo que hacía era sin doble sentido, sus sentimientos lo impulsaban y Leo los dejaba fluir.
Lucas no se dio cuenta, pero él también se había quedado embobado mirando a Leo. Era la primera vez que él no había tenido el control de si mismo en situaciones así. Se sintió realmente extrañado, Leo había terminado por haber ejercicio algún tipo de control sobre él, y sin querer.
Se giró y volvió por la puerta de la que había salido. Leo le siguió con la mirada hasta que cerró la puerta tras de sí.
Se puso en pie y volvió a colocar su ropa interior. Se puso también su camiseta y pantalones aunque estos estaban algo rasgados.
<<Maldición>>.
No tenía ni idea de cómo iba a llegar ahora a clase, ni si quiera, cómo iba a salir de la casa. Estaba claro que con esa ropa no podía pisar la calle, todos sabrían que ha pasado algo con solo verle.
-          ¿Qué estás haciendo?
La voz de Lucas le sobresaltó a su espalda. Había salido de la habitación sin hacer ruido y ahora estaba cruzado de brazos, con una camisa blanca abrochada, una corbata negra y unos pantalones vaqueros que le sentaban bastante bien.
Leo estaba demasiado confuso como para contestar. Se le quedó mirando mientras que, involuntariamente, sus ojos y labios se contraían haciendo pucheros. La situación hacía ya un rato que le había sobrepasado.
-          ¿Eh? – Lucas abrió los ojos de par en par - ¿Qué te pasa?
Se acercó a él y le acarició la mejilla con una mano. Estaba siendo cariñoso, algo que no había hecho tampoco antes. Leo le estaba mostrando una forma de ver las cosas que hasta ahora no había conocido.
-          Has destrozado mi ropa – Susurra negando despacio y se sujetó la camiseta por los bordes cerrando los puños – No es tan cara como la tuya, pero, ¿ahora qué haré? Si salgo así, está claro que todos van a saber lo que a pasado.
-          ¿Te avergüenzas de lo que ha pasado? – Lucas alzó una ceja expectante por la respuesta del menor.
Leo, sin saber porque, empezaba a dudar de su respuesta. En un principio iba a decir que si. Pero pensándolo durante un par de segundos más, su respuesta no estaba clara. Desvió su mirada esquivando sus ojos y presionó los labios.
-          No lo sé – Terminó diciendo con la voz algo temblorosa – Eres un hombre, soy un hombre. Esto no está bien, no quiero que los demás lo sepan.
-          Vaya, tienes un razonamiento muy simple – Sacó de un bolsillo su paquete de cigarros y se puso uno en la boca – No estoy acostumbrado a no alardear de una de mis relaciones. Fiestas, firmas de libros – Se encogió de hombros mientras se encendía el cigarro y daba una calada echando el humo a un lado – Suelo llevar a mis parejas a toda clase de eventos. Pero si prefieres que no lo haga contigo.
Leo abrió los ojos de par en par. Alzó la mirada notando como sus mejillas se sonrojaban y una pequeña sonrisa luchaba por salir. No sabía si en verdad había oído bien, pero, había entendido que Lucas le había dicho que eran pareja.
-          ¿Eh?
Fue lo único que logró decir mientras parpadeaba varias veces algo desorientado. Tenía muchas preguntas que hacerle en ese momento. Tenía ganas de que le dijera que estaba pasando, que le explicara cosas de su cuerpo que él mismo no sabá. Pero no era capaz de articular palabra.
-          Esto va a ser nuevo para mi – Terminó riendo Lucas – No estoy acostumbrado a chicos tan dulces, inexpertos y callados – Pasó un dedo por sus labios abriéndole algo los labios.
-          Trataré de hablar más – Consiguió decir mientras se apartaba un poco de él mirando hacia abajo.
-          Eso espero – Volvió a dar una calada al cigarro y después echó un vistazo por su propia casa – Pero hay varias condiciones que tienes que cumplir para ser mi novio, y son, inamovibles.
-          ¿Qué condiciones?
Lucas apagó el cigarrillo en un cenicero de cristal que había sobre la mesa del salón. Luego se apartó uno de los mechones libres tras de la oreja y puso la mano en su propia cintura.

-          Las condiciones, o las normas, son lo que hace que el mundo gire – Se acercó a el y después miró por toda la casa – No estoy acostumbrado a vivir solo, así que, en este instante vas a mudarte a esta casa. No te preocupes por los gastos, ya que yo puedo ocuparme fácilmente de eso – Terminó sonriendo y le cogió con los dedos por la barbilla haciendo que le mirara – Te diría que no puedes traer a nadie a casa, pero dudo que lo hagas ya que no quieres que sepan que estás conmigo. Y no podrás acercarte a otros hombres, a menos que tengas mi permiso para ello.

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