Cuando dejó solo a Liro, se recostó en
el único colchón que había en la habitación. Era algo incómodo, pero más cómodo
que el suelo, que era dónde había estado dormido las noches anteriores, y
agradecía tener un techo también.
Se movió por la cama y respiró hondo,
no tardó en darse cuenta en descubrir que estaba relleno de paja, muy diferente
de su relleno de plumas, a lo que estaba acostumbrado. También olía diferente,
pero, no le desagradaba del todo.
Miró a su pie, todavía tenía el
tobillo dolorido. Lo movió a uno y otro lado, luego respiró hondo y miró el
pie. Entrecerró los ojos e intentó hacer un esquema en su mente con todo lo que
había pasado desde que le cogió Zaëron y le llevó volando hasta un claro que
había en el bosque, en él había una cabaña pequeña hecha con troncos de madera,
un pequeño pozo a una distancia prudencial, los árboles crecían en torno al
claro muy altos y con fuerza.
“Cuándo dejó a Liro en el suelo, este
se había puesto sobre una rodilla otra vez. El pie le estaba jugando malas pasadas
desde que se lo había torcido. Zaëron se había acercado mirándole serio.
- Zaëron, ¿me
dirías lo que has dicho sobre el destino? – Preguntó algo decidido a saber la
verdad – Quiero saber; ¿qué es todo lo dices del destino y lo que va a pasar?
¿De qué conocías a mi padre? ¿Qué es lo que no me dijo? –Su voz dejaba entrever
la frustración que sentía.
- Tendrás que
esperar príncipito – Le había dicho Zaëron mientras le miraba con algo de
superioridad. Parecía que cuando se refería a él como príncipe, algún tipo de
rencor le cruzaba desde la garganta hasta los oídos de Liro.
- ¡HE DICHO
AHORA! – Liro le gritaba de forma autoritaria, le miraba con el ceño fruncido y
en su cara se dibujaba la ira que sentía por Zaëron. De pronto, cómo si hubiese
estado acumulando energía durante mucho tiempo, lanzó a Zaëron hacia atrás
hasta hacerlo chocar contra uno de los árboles que delimitaban el claro.
Liro no
sabía lo que había pasado. No había pensado en ningún hechizo, no había estado
acumulando la energía de ninguna forma, pero ahí estaban los hechos.
Zaëron se
levantó y le dirigió una de esas miradas que hacían a Liro paralizarse. Era
como si pudiera acceder directamente a su alma y paralizarla con solo ese
gesto. Cuando lo hacía Liro sentía que no podía contradecirle, que el tema
había llegado a su fin.
- Eres más
fuerte de lo que parece, ¿ves? – Dijo con esa mirada aún. Se estaba recuperando
aún del golpe que había sufrido, pero no quitaba su mirada reprochadora de él –
Pero demasiado emocional. Deberías saber controlarte con lo mayor que eres.
Levantó a
Liro con un brazo y le llevó entonces dentro de la cabaña. Liro no tuvo mucho
tiempo para ver cómo era. Le metió en uno de los cuartos y le dejó en pie,
luego ya se había marchado”.
“¿De qué
va?” Se había preguntado Liro ya en varias ocasiones. Sabía que no le odiaba
cuando le miraba así, pero al poco tiempo, se daba cuenta de cuanto desprecio
sentía por él. En su vida, nadie se había atrevido a tratarle de esa forma.
Quizás era porque era el príncipe, pero,
Zaëron era distinto, era él el que intimidaba a Liro, y no al revés.
- Necesito
respuestas – Susurró y Llena salió de la mochila y se paseó por la cama a su
lado hasta su brazo hasta llegar a la altura de sus hombros – Llena, aún no
sabemos nada de Zaëron – Llevó una mano a la cabeza de esta que lamió por su
mejilla intentando animarle.
Llena se
acurrucó, Liro siguió acariciando su cabeza con una mano mientras miraba hacia
el techo con los ojos entrecerrados presionando los labios. Estaba dándole
vueltas a todo lo que le había dicho, profecía, destino. Él nunca había creído
en el destino. Tampoco sabía si se podía fiar de él, era un completo
desconocido después de todo y le había obligado a ir a su casa a la fuerza.
- Tenemos que
marcharnos Llena – Susurró y le ofreció la mochila otra vez a Llena, que al
momento entró en ella entendiendo lo que quería decirle.
- Yo que tú no
lo haría – Zaëron irrumpió en la habitación sentándose al filo de la cama
mientras miraba a Liro con una ceja alzada – Soy tu mejor opción para seguir
con vida.
- ¿No sabes
llamar antes de pasar? – Le recriminó Liro que se incorporó sentándose en la
cama mirándole serio.
- Estás en mi
casa – Señaló por la ventana al exterior – En este momento, los guardias están
por el bosque buscándote, pero no van a encontrar este sitio. Mi padre y yo
hicimos crecer esos árboles para que nadie salvo un descendiente de Kriotio
pudiera atravesarlos. Y si los atraviesas una barrera psíquica y un campo de
invisibilidad hace que podamos estar aquí dentro seguros.
- ¿Cómo puedo
fiarme de ti? ¿Cómo sé que no me vas a vender a la primera de cambio? – Liro le
miró serio, estaba pensando en cómo fugarse si de verdad estaba la barrera
psíquica, no sabía si podría anularla.
- No puedes
saberlo, pero – Hizo una pausa y puso las manos en el tobillo que Liro tenía
inflamado. Pronuncio unas palabras en voz baja lanzando un hechizo curativo que
poco a poco le devolvió su estado original – Deberías hacerlo – Le miró a los
ojos, ya no estaba cabreado, ya no tenía ese gesto prepotente, solo esa profundidad
que había notado Liro.
Después de
curar el pie de Liro salió de la habitación sin decir nada, solo soltando un
pequeño suspiro. Cerró la puerta con un golpe seco dejándolo solo con Llena,
que volvió a salir de la mochila recostándose en la cama, como hacía Liro
ahora.
Al poco
tiempo, Liro y Llena se quedaron dormidos en la misma cama. Zaëron fuera de la
habitación había estado revisando el diario que había dejado su padre. Sabía
todo lo que tenía que hacer, lo había visto mil veces desde entonces. Recordaba
todo lo que había hablado.
- Por fin, va
a cumplir la profecía padre, yo me encargaré de eso – Terminó sonriendo con
algo de amargura, cerró el diario y entró en la otra habitación recostándose
sobre este colchón.
La noche, de
alguna forma, pasó tranquila para Zaëron, había caído en un sueño profundo como
el que hacía unos días que no sentía.
Liro por el
contrario, no aunque no se despertó en toda la noche, había tenido un sueño muy
extraño.
En sus sueños, Liro, volvía a revivir
otra vez la pesadilla de hacía ya algún tiempo. En el aparecía Zaëron, luchando
espada contra espada con Ima. No había un claro vencedor, los dos eran muy
fuertes. Liro lo observaba sin poder moverse, sin saber porque, una energía que
se materializaba en forma de cuerdas con un terrible resplandor negro lo
sujetaba, dejando unas marcas en su piel.
Zaëron cargaba una y otra vez contra
Ima, pero este, paraba sus golpes a tiempo, conseguía esquivarlo y también
lanzaba sus ataques.
-
¡Zaëron! – Consiguió gritar Liro desde
su posición sin dejar de mirarle.
Zaëron
se distrajo un momento al oír la voz de Liro y lo miró. Ima aprovechó esa
distracción y lanzó una estocada directa hacia Zaëron que abrió los ojos
notando el filo de la espada de Ima clavarse en su interior. No emitió ningún sonido
de dolor. Calló al suelo y llevó una mano a la espada sujetándola pegada a su
cuerpo.
-
¡NO! –Gritó entonces Liro desatando una
tormenta sobre si mismo. Pero cuando empezó a llover, no era agua lo que caía,
sino fuego, un fuego azul caía a su alrededor haciendo estallar en llamas todo
aquello que rozaba.
El
fuego calló sobre la energía que rodeaba el cuerpo de Liro y estalló en llamas
haciéndola desaparecer ahogando un grito agudo de dolor de alguien a quien en
verdad no había prestado atención. Su vista seguía fija en Zaëron que sujetaba
a Ima sin dejar que se separara de él, aunque este emitía una leve risa sin
hacer mucha fuerza para arrancarla.
Una
gota de fuego calló sobre el brazo con el que Ima sujetaba aun la espada que
había clavado en Zaëron y retrocedió al ver su brazo envuelto en fuego.
Entonces agito el brazo concentrando energía para contrarrestar el fuego pero
fue imposible, ese fuego no respondía a sus órdenes.
Liro
avanzaba hasta Zaëron con las lágrimas cayendo por sus mejillas mientras la
lluvia de fuego se concentraba sobre Ima que estaba gritando de dolor de forma
desesperada hasta reducirlo a una pila de ceniza a un lado.
Liro
se hacía paso entre todos los guardias haciendolso volar a los lados sin ni si
quiera mover un músculo, solo pensándolo. Se terminó de acercar junto a Zaëron
y se puso de rodillas apoyando la cabeza de él en su propio regazo y le
acarició el pelo empezando a realizar un hechizo de curación, que no tenía
efecto.
Liro
arrancó entonces la espada del cuerpo de Zaëron y la tiró hacia un lado sobre
el suelo intentnado realizar de nuevo el hechizo de curación mientras el cuerpo
de Zaëron se dividía en pequeñas partículas haciéndose cada vez menos visible.
Zaëron sonreía mientras miraba a Liro.
-
Te quiero – Dijo justo un momento antes
de desaparecer.
Liro
despertó de pronto en la cama sobresaltado, respiraba agitado, el sudor de su
frente le caía por la frente y las mejillas, mezclándose con las lágrimas. Miró
sus manos, en ellas había marcas del fuego que había caído en sus sueños, pero
pronto desaparecieron.
Se incorporó
en la cama. Por la ventana ya entraba el sol y rozaba su piel con su luz. Se
echó hacia la parte del sol y volvió a cerrar los ojos. Le gustaba tanto
disfrutar del brillo, a pesar de lo blanco de su piel, siempre que podía le
gustaba estar al sol, se sentía protegido de alguna forma.
Al poco
tiempo Llena se despertó y daba con su pequeña zarpita en el brazo de Liro
llamando su atención. Liro se giró y la cogió en brazos, ahora sonreía
mirándola. El sol le había puesto de buen humor. Se incorporó en la cama
después de ponerse a Llena en un hombro y miró por la ventana, ahí estaba
Zaëron. Lo observó durante unos segundos, estaba con una espada haciendo
movimientos de lucha y sin camiseta. Apreció entonces lo imponente de sus
músculos, seguramente, era uno de los hombres más fuertes que había visto.
Zaëron paró
con los movimientos y miró hacia la ventana. Liro le miró durante unos segundos
sosteniendo la mirada, pero termino sacudiendo la cabeza, se puso en pie y se
estiró un poco.
Zaëron pasó
a la casa hacia la habitación dónde estaba Liro, abriendo la puerta de golpe
entrando a la habitación mientras miraba a Liro de arriba abajo. Se había
quedado un poco sorprendido al verle de esta forma.
-
Vamos. Llegas tarde al entrenamiento – Su voz, al
principio sonó temblorosa, pero en seguida corrigió su tono a su normalidad,
estricto. Le estaba ordenando a Liro lo que tenía que hacer.
-
No puedo llegar tarde porque vamos a entrenar aquí –
Le replicó Liro, se cruzó de brazos negando – Tampoco pasa nada por descansar,
hacía días que no lo hacía.
-
Has estado descansando dieciséis años y medio – Su
tono volvió a ser de burla, echó esa mirada serio que le volvió a parar el
corazón durante un segundo a Liro – Date prisa.
Algo enfurruñado
se cruzó de brazos y salió de la habitación. Zaëron estaba ahí también
mirándole con gesto de desaprobación.
-
¿Puedo desayunar algo? – Liro preguntó algo temeroso
porque Zaëron había puesto esa mirada que no aceptaba ninguan réplica – Hace
días que no como bien, tengo hambre.
-
Seguro que aguantas un día más – Contestó Zaëron y
le ofreció una caña que había reformado para darle forma de espada – De momento
vas a entrenar con esto, no vaya a ser que te hagas daño.
-
Pero tengo hambre – Liro se quejó mientras sujetaba
la caña mirándola negando – No puedo aprender con esto, no pesa lo mismo, no
haré los mismos movimientos.
-
Si te hubieses despertado antes quizás habrías
podido comer algo – Dio con otra caña en el hombro de Liro, no lo hizo con
fuerza, pero con ese gesto había intimidado ya al otro – Vas a tener que
contener tu orgullo, o te lo quitaré como se saca el veneno de la mordedura.
Liro sacudió
la cabeza de arriba hacia abajo asintiendo, cerró las manos en puños clavando
las uñas en la palma. Zaëron salió del refugio de madera y se quitó otra vez la
camiseta dejándola a un lado. Liro le siguió, al verle sin camiseta sus
mejillas se tornaron ligeramente rosadas y noto la boca algo seca. Sujetó la
caña ahora con fuerza y le miró.
-
Empecemos.
Zaëron se acercó
y atacó con su caña. Liro la paró por instinto pero sin hacer mucha fuerza.
Zaëron siguió atacándole, golpeando cada vez que podía en el cuerpo de Liro
para evaluar cómo se movía.
Después,
empezó a explicarle algunos movimientos y fintas que él mismo ya sabía hacer
con la espada, le hacía repetirlos hasta que se quedaban grabados,
corrigiéndole con un seco golpe en el hombro cuando los movimientos no eran
suficientemente precisos. Zaëron era poco paciente.
-
Vale ya – Terminó por quejarse Liro después de
varias horas entrenando y recibiendo golpes sin haberse quejado. Se deslizó al
suelo hasta quedarse de rodillas mientras respiraba agitado – Quiero decir – Se
corrigió al ver la expresión de desaprobación de Zaëron – Solo un descanso – Se
pasó una mano por el hombro que ya tenía rojo y empezaba a ponerse morado por
los golpes y puso un pequeño gesto de dolor.
Zaëron hizo
un pequeño gesto de sorpresa al ver lo que le había causado, pero no dijo nada.
Se encogió de hombros y se acercó lentamente a él. Pasó una mano por su cabeza
y le despeinó, haciendo quizás un gesto amable, pero Liro no terminó de
entender ese gesto.
-
Buen trabajo – Se separó y se fue hasta la cabaña.
Liro empezó
un pequeño hechizo de curación sobre su hombro, no era muy efectivo, pero le aliviaba
lentamente. Se le escapó una pequeña lágrima que se limpió enseguida mientras
presionaba los labios con los ojos entrecerrados en un gesto de dolor.
Zaëron había
sido demasiado agresivo, estaba rebajándolo, obligándolo a recibir esos golpes
porque lo hacía mal, diciéndole a gritos que no servía para nada. Recordó ese
día de entrenamiento mientras respiraba hondo. Terminó de curarse, no se había
curado del todo, pero lo suficiente como para seguir entrenando. No sabía
porque lo soportaba, pero lo iba a seguir haciendo.
Estuvo
esperando con los ojos entrecerraos, disfrutando de la luz del sol que le
bañaba sobre él. Después de un par de minutos cogió la espada y empezó otra vez
a practicar los movimientos con fuerza. Cuando Zaëron salió, no se dio cuenta
de que lo observaba, pero trataba de hacerlo con elegancia y precisión, como
había hecho Zaëron antes.
-
¿No tienes hambre? – Interrumpió Zaëron por la
concentración de Liro. Se había adelantado un poco y le ofrecía algo que
parecía pan con algo de queso.
Liro lo miró
dudoso por un momento respirando hondo. Dejó
su espada de entrenamiento a un lado y se acercó mirándole indeciso.
Zaëron se la siguió tendiendo, tenía una pequeña sonrisa en su gesto, pero no
le miraba a la cara, no quería encontrarse con esos ojos otra vez.
Miró a la
mano de Zaëron y cogió lo que le tendía. En sus manos parecía aún más
delicioso, lo llevó a la boca y disfruto del sabor durante un momento antes de
empezar a comerlo lo más rápido que podía. Era el primer bocado que había comido
en dos días. Dentro de la cabaña vio cómo Llena también estaba comiendo algo en
el suelo. Lo que le hizo volver a sonreír.
Terminó de
comer en poco tiempo, se relamió los labios una y otra vez. Se puso la mano en
la tripa, no se había llenado del todo, pero le calmaba el estómago, con eso se
conformaba. Luego cogió otra vez la espada mirándole serio, no estaba dispuesto
a ser un inútil. Le iba a demostrar a Zaëron que él era más fuerte de lo que
parecía.
-
Te estás esforzando – Zaëron le interrumpió.
Se había
fijado en la mirada de Liro, había algo diferente en él que le gustaba, pero
que al mismo tiempo le decía que había pasado algo.
-
Si – Liro ni si quiera le miró, siguió practicando
los movimientos y fintas – Pero, si quieres, podemos parar y me cuentas lo de
la profecía, el destino – Paró y le miró con los ojos entrecerrados, pero no
aguantó su mirada.
-
Alen tuvo que habértelo explicado hace años, y no
dejarme esto a mí – Se pasó una mano por la cara mientras tenía los ojos
cerrados, parecía exasperado.
-
Pero no lo hizo – Siguió con la mirada fija en el
suelo, solo de esta forma podría seguir con el tema si Zaëron le volvía a mirar
de esa forma.
-
Alen fue un estúpido – Asintió fulminando con la
mirada algo que en verdad no estaba. Parecía fijar la vista en un lado,
presionó los puños y los labios sacudiendo la cabeza.
-
No tienes derecho a hablar así de mi padre – Le miró
serio elevando algo la voz. No iba a permitir que destrozara la memoria de su
padre de esa forma.
-
Pero ha sido un completo irresponsable no contándote
todo, no entrenándote.
Los dos se
miraron a los ojos. Pero esta vez, Liro no retrocedió ante su mirada. Estaba
dispuesto a defender a su padre, había sido el único que había cuidado de él,
que le educaba y se preocupaba por él. No, no iba a permitirlo bajo ningún
concepto.
-
Si mi padre siguiera con vida, tendrías un castigo
ejemplar – Se giró y se echó hacia atrás un segundo. Volvió a abrir la boca
pero Zaëron dio un paso hacia adelante.
-
Callate – Ordenó y le cogió por la camiseta con un
puño acercándolo a si mismo – Si estuviera vivo, seguirías siendo un príncipe
payaso e inútil – Termino entrecerrando los ojos y tomó por el hombro ahora a
Liro donde había estado golpeando haciendo algo de fuerza para hacerle daño.
Aunque sus palabras fueron más hirientes que su mano, Liro sabía que tenía
razón- Además, si Alen estuviera aquí, me daría la razón. Mi padre hace años
que me entrenaba e incluso me mantuvo en secreto para que pudiera cumplir mi
destino. Como el cumplió el suyo, Alen no cumplió para tu destino, asique, tú
tienes que cumplir el tuyo.
-
¿Cuál es el destino del que hablas? – Le miré pero
retiré la mirada al momento. En sus palabras había dureza y tristeza. Parecía
que había algo en todo lo que sabía y Liro no, algo que en verdad le causaba a
Zaëron una gran tristeza, lo podía notar oculto tras sus ojos.
-
Tu destino es luchar contra la oscuridad – Había
arrastrado a Liro frente al pozo de piedras. Dentro había un agua cristalina
que cuando acercó al más joven, empezó a brillar – Si ganas o pierdes, no se
sabe, pero si huyes solo puedes perder – Le miró con los ojos entrecerrados
serio – Te vencerá, te hará prisionero hasta que supliques la muerte. Acabará
contigo – Apartó a Liro del pozo y lo tiró contra el suelo.
Liro apoyo
las manos en el suelo mirándole con los ojos entrecerrados respirando hondo. Se
apoyó en las manos para permanecer sentado en el suelo con los ojos
entrecerrados mirando hacia abajo.
-
Por favor – Suplicó entonces. Otra vez había perdido
ante Zaéron – Te lo suplico, explícamelo todo.