miércoles, 31 de mayo de 2017

REINO DE NUBES. Capitulo 3. ¿Qué está pasando?

Cuando dejó solo a Liro, se recostó en el único colchón que había en la habitación. Era algo incómodo, pero más cómodo que el suelo, que era dónde había estado dormido las noches anteriores, y agradecía tener un techo también.

Se movió por la cama y respiró hondo, no tardó en darse cuenta en descubrir que estaba relleno de paja, muy diferente de su relleno de plumas, a lo que estaba acostumbrado. También olía diferente, pero, no le desagradaba del todo.

Miró a su pie, todavía tenía el tobillo dolorido. Lo movió a uno y otro lado, luego respiró hondo y miró el pie. Entrecerró los ojos e intentó hacer un esquema en su mente con todo lo que había pasado desde que le cogió Zaëron y le llevó volando hasta un claro que había en el bosque, en él había una cabaña pequeña hecha con troncos de madera, un pequeño pozo a una distancia prudencial, los árboles crecían en torno al claro muy altos y con fuerza.

“Cuándo dejó a Liro en el suelo, este se había puesto sobre una rodilla otra vez. El pie le estaba jugando malas pasadas desde que se lo había torcido. Zaëron se había acercado mirándole serio.

-       Zaëron, ¿me dirías lo que has dicho sobre el destino? – Preguntó algo decidido a saber la verdad – Quiero saber; ¿qué es todo lo dices del destino y lo que va a pasar? ¿De qué conocías a mi padre? ¿Qué es lo que no me dijo? –Su voz dejaba entrever la frustración que sentía.

-       Tendrás que esperar príncipito – Le había dicho Zaëron mientras le miraba con algo de superioridad. Parecía que cuando se refería a él como príncipe, algún tipo de rencor le cruzaba desde la garganta hasta los oídos de Liro.

-       ¡HE DICHO AHORA! – Liro le gritaba de forma autoritaria, le miraba con el ceño fruncido y en su cara se dibujaba la ira que sentía por Zaëron. De pronto, cómo si hubiese estado acumulando energía durante mucho tiempo, lanzó a Zaëron hacia atrás hasta hacerlo chocar contra uno de los árboles que delimitaban el claro.

Liro no sabía lo que había pasado. No había pensado en ningún hechizo, no había estado acumulando la energía de ninguna forma, pero ahí estaban los hechos.

Zaëron se levantó y le dirigió una de esas miradas que hacían a Liro paralizarse. Era como si pudiera acceder directamente a su alma y paralizarla con solo ese gesto. Cuando lo hacía Liro sentía que no podía contradecirle, que el tema había llegado a su fin.

-       Eres más fuerte de lo que parece, ¿ves? – Dijo con esa mirada aún. Se estaba recuperando aún del golpe que había sufrido, pero no quitaba su mirada reprochadora de él – Pero demasiado emocional. Deberías saber controlarte con lo mayor que eres.

Levantó a Liro con un brazo y le llevó entonces dentro de la cabaña. Liro no tuvo mucho tiempo para ver cómo era. Le metió en uno de los cuartos y le dejó en pie, luego ya se había marchado”.

“¿De qué va?” Se había preguntado Liro ya en varias ocasiones. Sabía que no le odiaba cuando le miraba así, pero al poco tiempo, se daba cuenta de cuanto desprecio sentía por él. En su vida, nadie se había atrevido a tratarle de esa forma. Quizás era porque era el  príncipe, pero, Zaëron era distinto, era él el que intimidaba a Liro, y no al revés.

-       Necesito respuestas – Susurró y Llena salió de la mochila y se paseó por la cama a su lado hasta su brazo hasta llegar a la altura de sus hombros – Llena, aún no sabemos nada de Zaëron – Llevó una mano a la cabeza de esta que lamió por su mejilla intentando animarle.
Llena se acurrucó, Liro siguió acariciando su cabeza con una mano mientras miraba hacia el techo con los ojos entrecerrados presionando los labios. Estaba dándole vueltas a todo lo que le había dicho, profecía, destino. Él nunca había creído en el destino. Tampoco sabía si se podía fiar de él, era un completo desconocido después de todo y le había obligado a ir a su casa a la fuerza.

-       Tenemos que marcharnos Llena – Susurró y le ofreció la mochila otra vez a Llena, que al momento entró en ella entendiendo lo que quería decirle.

-       Yo que tú no lo haría – Zaëron irrumpió en la habitación sentándose al filo de la cama mientras miraba a Liro con una ceja alzada – Soy tu mejor opción para seguir con vida.

-       ¿No sabes llamar antes de pasar? – Le recriminó Liro que se incorporó sentándose en la cama mirándole serio.

-       Estás en mi casa – Señaló por la ventana al exterior – En este momento, los guardias están por el bosque buscándote, pero no van a encontrar este sitio. Mi padre y yo hicimos crecer esos árboles para que nadie salvo un descendiente de Kriotio pudiera atravesarlos. Y si los atraviesas una barrera psíquica y un campo de invisibilidad hace que podamos estar aquí dentro seguros.

-       ¿Cómo puedo fiarme de ti? ¿Cómo sé que no me vas a vender a la primera de cambio? – Liro le miró serio, estaba pensando en cómo fugarse si de verdad estaba la barrera psíquica, no sabía si podría anularla.

-       No puedes saberlo, pero – Hizo una pausa y puso las manos en el tobillo que Liro tenía inflamado. Pronuncio unas palabras en voz baja lanzando un hechizo curativo que poco a poco le devolvió su estado original – Deberías hacerlo – Le miró a los ojos, ya no estaba cabreado, ya no tenía ese gesto prepotente, solo esa profundidad que había notado Liro.

Después de curar el pie de Liro salió de la habitación sin decir nada, solo soltando un pequeño suspiro. Cerró la puerta con un golpe seco dejándolo solo con Llena, que volvió a salir de la mochila recostándose en la cama, como hacía Liro ahora.

Al poco tiempo, Liro y Llena se quedaron dormidos en la misma cama. Zaëron fuera de la habitación había estado revisando el diario que había dejado su padre. Sabía todo lo que tenía que hacer, lo había visto mil veces desde entonces. Recordaba todo lo que había hablado.

-       Por fin, va a cumplir la profecía padre, yo me encargaré de eso – Terminó sonriendo con algo de amargura, cerró el diario y entró en la otra habitación recostándose sobre este colchón.

La noche, de alguna forma, pasó tranquila para Zaëron, había caído en un sueño profundo como el que hacía unos días que no sentía.

Liro por el contrario, no aunque no se despertó en toda la noche, había tenido un sueño muy extraño.

En sus sueños, Liro, volvía a revivir otra vez la pesadilla de hacía ya algún tiempo. En el aparecía Zaëron, luchando espada contra espada con Ima. No había un claro vencedor, los dos eran muy fuertes. Liro lo observaba sin poder moverse, sin saber porque, una energía que se materializaba en forma de cuerdas con un terrible resplandor negro lo sujetaba, dejando unas marcas en su piel.

Zaëron cargaba una y otra vez contra Ima, pero este, paraba sus golpes a tiempo, conseguía esquivarlo y también lanzaba sus ataques.

-          ¡Zaëron! – Consiguió gritar Liro desde su posición sin dejar de mirarle.

Zaëron se distrajo un momento al oír la voz de Liro y lo miró. Ima aprovechó esa distracción y lanzó una estocada directa hacia Zaëron que abrió los ojos notando el filo de la espada de Ima clavarse en su interior. No emitió ningún sonido de dolor. Calló al suelo y llevó una mano a la espada sujetándola pegada a su cuerpo.

-          ¡NO! –Gritó entonces Liro desatando una tormenta sobre si mismo. Pero cuando empezó a llover, no era agua lo que caía, sino fuego, un fuego azul caía a su alrededor haciendo estallar en llamas todo aquello que rozaba.

El fuego calló sobre la energía que rodeaba el cuerpo de Liro y estalló en llamas haciéndola desaparecer ahogando un grito agudo de dolor de alguien a quien en verdad no había prestado atención. Su vista seguía fija en Zaëron que sujetaba a Ima sin dejar que se separara de él, aunque este emitía una leve risa sin hacer mucha fuerza para arrancarla.
Una gota de fuego calló sobre el brazo con el que Ima sujetaba aun la espada que había clavado en Zaëron y retrocedió al ver su brazo envuelto en fuego. Entonces agito el brazo concentrando energía para contrarrestar el fuego pero fue imposible, ese fuego no respondía a sus órdenes.

Liro avanzaba hasta Zaëron con las lágrimas cayendo por sus mejillas mientras la lluvia de fuego se concentraba sobre Ima que estaba gritando de dolor de forma desesperada hasta reducirlo a una pila de ceniza a un lado.

Liro se hacía paso entre todos los guardias haciendolso volar a los lados sin ni si quiera mover un músculo, solo pensándolo. Se terminó de acercar junto a Zaëron y se puso de rodillas apoyando la cabeza de él en su propio regazo y le acarició el pelo empezando a realizar un hechizo de curación, que no tenía efecto.

Liro arrancó entonces la espada del cuerpo de Zaëron y la tiró hacia un lado sobre el suelo intentnado realizar de nuevo el hechizo de curación mientras el cuerpo de Zaëron se dividía en pequeñas partículas haciéndose cada vez menos visible. Zaëron sonreía mientras miraba a Liro.

-          Te quiero – Dijo justo un momento antes de desaparecer.

Liro despertó de pronto en la cama sobresaltado, respiraba agitado, el sudor de su frente le caía por la frente y las mejillas, mezclándose con las lágrimas. Miró sus manos, en ellas había marcas del fuego que había caído en sus sueños, pero pronto desaparecieron.

Se incorporó en la cama. Por la ventana ya entraba el sol y rozaba su piel con su luz. Se echó hacia la parte del sol y volvió a cerrar los ojos. Le gustaba tanto disfrutar del brillo, a pesar de lo blanco de su piel, siempre que podía le gustaba estar al sol, se sentía protegido de alguna forma.

Al poco tiempo Llena se despertó y daba con su pequeña zarpita en el brazo de Liro llamando su atención. Liro se giró y la cogió en brazos, ahora sonreía mirándola. El sol le había puesto de buen humor. Se incorporó en la cama después de ponerse a Llena en un hombro y miró por la ventana, ahí estaba Zaëron. Lo observó durante unos segundos, estaba con una espada haciendo movimientos de lucha y sin camiseta. Apreció entonces lo imponente de sus músculos, seguramente, era uno de los hombres más fuertes que había visto.

Zaëron paró con los movimientos y miró hacia la ventana. Liro le miró durante unos segundos sosteniendo la mirada, pero termino sacudiendo la cabeza, se puso en pie y se estiró un poco.

Zaëron pasó a la casa hacia la habitación dónde estaba Liro, abriendo la puerta de golpe entrando a la habitación mientras miraba a Liro de arriba abajo. Se había quedado un poco sorprendido al verle de esta forma.

-          Vamos. Llegas tarde al entrenamiento – Su voz, al principio sonó temblorosa, pero en seguida corrigió su tono a su normalidad, estricto. Le estaba ordenando a Liro lo que tenía que hacer.

-          No puedo llegar tarde porque vamos a entrenar aquí – Le replicó Liro, se cruzó de brazos negando – Tampoco pasa nada por descansar, hacía días que no lo hacía.

-          Has estado descansando dieciséis años y medio – Su tono volvió a ser de burla, echó esa mirada serio que le volvió a parar el corazón durante un segundo a Liro – Date prisa.

Algo enfurruñado se cruzó de brazos y salió de la habitación. Zaëron estaba ahí también mirándole con gesto de desaprobación.

-          ¿Puedo desayunar algo? – Liro preguntó algo temeroso porque Zaëron había puesto esa mirada que no aceptaba ninguan réplica – Hace días que no como bien, tengo hambre.

-          Seguro que aguantas un día más – Contestó Zaëron y le ofreció una caña que había reformado para darle forma de espada – De momento vas a entrenar con esto, no vaya a ser que te hagas daño.

-          Pero tengo hambre – Liro se quejó mientras sujetaba la caña mirándola negando – No puedo aprender con esto, no pesa lo mismo, no haré los mismos movimientos.

-          Si te hubieses despertado antes quizás habrías podido comer algo – Dio con otra caña en el hombro de Liro, no lo hizo con fuerza, pero con ese gesto había intimidado ya al otro – Vas a tener que contener tu orgullo, o te lo quitaré como se saca el veneno de la mordedura.

Liro sacudió la cabeza de arriba hacia abajo asintiendo, cerró las manos en puños clavando las uñas en la palma. Zaëron salió del refugio de madera y se quitó otra vez la camiseta dejándola a un lado. Liro le siguió, al verle sin camiseta sus mejillas se tornaron ligeramente rosadas y noto la boca algo seca. Sujetó la caña ahora con fuerza y le miró.

-          Empecemos.

Zaëron se acercó y atacó con su caña. Liro la paró por instinto pero sin hacer mucha fuerza. Zaëron siguió atacándole, golpeando cada vez que podía en el cuerpo de Liro para evaluar cómo se movía.

Después, empezó a explicarle algunos movimientos y fintas que él mismo ya sabía hacer con la espada, le hacía repetirlos hasta que se quedaban grabados, corrigiéndole con un seco golpe en el hombro cuando los movimientos no eran suficientemente precisos. Zaëron era poco paciente.

-          Vale ya – Terminó por quejarse Liro después de varias horas entrenando y recibiendo golpes sin haberse quejado. Se deslizó al suelo hasta quedarse de rodillas mientras respiraba agitado – Quiero decir – Se corrigió al ver la expresión de desaprobación de Zaëron – Solo un descanso – Se pasó una mano por el hombro que ya tenía rojo y empezaba a ponerse morado por los golpes y puso un pequeño gesto de dolor.

Zaëron hizo un pequeño gesto de sorpresa al ver lo que le había causado, pero no dijo nada. Se encogió de hombros y se acercó lentamente a él. Pasó una mano por su cabeza y le despeinó, haciendo quizás un gesto amable, pero Liro no terminó de entender ese gesto.
-          Buen trabajo – Se separó y se fue hasta la cabaña.

Liro empezó un pequeño hechizo de curación sobre su hombro, no era muy efectivo, pero le aliviaba lentamente. Se le escapó una pequeña lágrima que se limpió enseguida mientras presionaba los labios con los ojos entrecerrados en un gesto de dolor.

Zaëron había sido demasiado agresivo, estaba rebajándolo, obligándolo a recibir esos golpes porque lo hacía mal, diciéndole a gritos que no servía para nada. Recordó ese día de entrenamiento mientras respiraba hondo. Terminó de curarse, no se había curado del todo, pero lo suficiente como para seguir entrenando. No sabía porque lo soportaba, pero lo iba a seguir haciendo.

Estuvo esperando con los ojos entrecerraos, disfrutando de la luz del sol que le bañaba sobre él. Después de un par de minutos cogió la espada y empezó otra vez a practicar los movimientos con fuerza. Cuando Zaëron salió, no se dio cuenta de que lo observaba, pero trataba de hacerlo con elegancia y precisión, como había hecho Zaëron antes.

-          ¿No tienes hambre? – Interrumpió Zaëron por la concentración de Liro. Se había adelantado un poco y le ofrecía algo que parecía pan con algo de queso.

Liro lo miró dudoso por un momento respirando hondo. Dejó  su espada de entrenamiento a un lado y se acercó mirándole indeciso. Zaëron se la siguió tendiendo, tenía una pequeña sonrisa en su gesto, pero no le miraba a la cara, no quería encontrarse con esos ojos otra vez.

Miró a la mano de Zaëron y cogió lo que le tendía. En sus manos parecía aún más delicioso, lo llevó a la boca y disfruto del sabor durante un momento antes de empezar a comerlo lo más rápido que podía. Era el primer bocado que había comido en dos días. Dentro de la cabaña vio cómo Llena también estaba comiendo algo en el suelo. Lo que le hizo volver a sonreír.

Terminó de comer en poco tiempo, se relamió los labios una y otra vez. Se puso la mano en la tripa, no se había llenado del todo, pero le calmaba el estómago, con eso se conformaba. Luego cogió otra vez la espada mirándole serio, no estaba dispuesto a ser un inútil. Le iba a demostrar a Zaëron que él era más fuerte de lo que parecía.

-          Te estás esforzando – Zaëron le interrumpió.

Se había fijado en la mirada de Liro, había algo diferente en él que le gustaba, pero que al mismo tiempo le decía que había pasado algo.

-          Si – Liro ni si quiera le miró, siguió practicando los movimientos y fintas – Pero, si quieres, podemos parar y me cuentas lo de la profecía, el destino – Paró y le miró con los ojos entrecerrados, pero no aguantó su mirada.

-          Alen tuvo que habértelo explicado hace años, y no dejarme esto a mí – Se pasó una mano por la cara mientras tenía los ojos cerrados, parecía exasperado.

-          Pero no lo hizo – Siguió con la mirada fija en el suelo, solo de esta forma podría seguir con el tema si Zaëron le volvía a mirar de esa forma.

-          Alen fue un estúpido – Asintió fulminando con la mirada algo que en verdad no estaba. Parecía fijar la vista en un lado, presionó los puños y los labios sacudiendo la cabeza.

-          No tienes derecho a hablar así de mi padre – Le miró serio elevando algo la voz. No iba a permitir que destrozara la memoria de su padre de esa forma.

-          Pero ha sido un completo irresponsable no contándote todo, no entrenándote.

Los dos se miraron a los ojos. Pero esta vez, Liro no retrocedió ante su mirada. Estaba dispuesto a defender a su padre, había sido el único que había cuidado de él, que le educaba y se preocupaba por él. No, no iba a permitirlo bajo ningún concepto.

-          Si mi padre siguiera con vida, tendrías un castigo ejemplar – Se giró y se echó hacia atrás un segundo. Volvió a abrir la boca pero Zaëron dio un paso hacia adelante.

-          Callate – Ordenó y le cogió por la camiseta con un puño acercándolo a si mismo – Si estuviera vivo, seguirías siendo un príncipe payaso e inútil – Termino entrecerrando los ojos y tomó por el hombro ahora a Liro donde había estado golpeando haciendo algo de fuerza para hacerle daño. Aunque sus palabras fueron más hirientes que su mano, Liro sabía que tenía razón- Además, si Alen estuviera aquí, me daría la razón. Mi padre hace años que me entrenaba e incluso me mantuvo en secreto para que pudiera cumplir mi destino. Como el cumplió el suyo, Alen no cumplió para tu destino, asique, tú tienes que cumplir el tuyo.

-          ¿Cuál es el destino del que hablas? – Le miré pero retiré la mirada al momento. En sus palabras había dureza y tristeza. Parecía que había algo en todo lo que sabía y Liro no, algo que en verdad le causaba a Zaëron una gran tristeza, lo podía notar oculto tras sus ojos.

-          Tu destino es luchar contra la oscuridad – Había arrastrado a Liro frente al pozo de piedras. Dentro había un agua cristalina que cuando acercó al más joven, empezó a brillar – Si ganas o pierdes, no se sabe, pero si huyes solo puedes perder – Le miró con los ojos entrecerrados serio – Te vencerá, te hará prisionero hasta que supliques la muerte. Acabará contigo – Apartó a Liro del pozo y lo tiró contra el suelo.

Liro apoyo las manos en el suelo mirándole con los ojos entrecerrados respirando hondo. Se apoyó en las manos para permanecer sentado en el suelo con los ojos entrecerrados mirando hacia abajo.


-          Por favor – Suplicó entonces. Otra vez había perdido ante Zaéron – Te lo suplico, explícamelo todo.

lunes, 29 de mayo de 2017

REINO DE NUBES CAP 2. Un encuentro, ¿casualidad?

Estaba en un claro dónde había pasado la noche. Se estaba despertando de un sueño doloroso, no estaba muy acostumbrado a dormir sobre el suelo. Era su tercer día de huida, la guardia real le perseguía de forma incansable, pero los había conseguido despistar por la lluvia. Aunque, después de hacerlo, y aunque aún caía agua sobre él, había quedado dormido al raso. La hierba no era cómoda, pero el cansancio había sido más fuerte que él.

Torció la cabeza a los dos lados, giró sobre sí mismo, no había nadie. Respiró relajado al ver que no estaban los guardias. Supuso que la lluvia les retrasaría lo suficiente como para que pudiese descansar y acostumbrar su cuerpo a un nuevo día.

Poco a poco se fue incorporando hasta ponerse en pie, estiró los brazos hacia atrás y soltó un largo bostezo intentando despejarse. Frente a él  había un enorme lago que brillaba bajo el sol, a los lados praderas decoradas con árboles solitarios.


-       Estoy en Liz – Se dijo a si mismo mientras terminaba de estirar sus brazos a los lados, los tenía entumecidos aún. Avanzó lentamente después de haber comprobado otra vez que estaba solo, llegó hasta el– La lluvia los ha retrasado seguro – Se acomodó a la espalda una pequeña mochila y entonces esta se abrió un poco, saliendo de esta la pequeña cabecita de una gata de abundante pelo blanco, con los ojos grandes y azulados.

<<Miau>>

Hizo acto de presencia maullando para llamar la atención de su amo. Llena, que así se llamaba siguió a la espera. El joven entonces llevo una mano hacia atrás y dejó su mochila caer a un lado sobre su hombro. Sacó a Llena con una mano y la colocó sobre su hombro con cuidado. Esta se sujetó con sus pequeñas zarpas pero sin llegar a rozar la piel del joven, que sacó una botella hecha de cuero en la que guardaba el agua y un pequeño cuenco de madera.

Se arrodilló frente al lago, lleno el cuenco de agua e hizo lo mismo con la botella. Luego bajó a Llena de su hombro y respiró hondo. Dejo la botella y el cuenco en el suelo, entonces puso las manos sobre estos dos, cerró los ojos tratando de concentrarse.

-        DERMAN.

Sus manos se iluminaron al pronunciar esas palabras. Era un pequeño hechizo para purificar el agua. Respiró hondo mirando de reojo a Llena, hizo un pequeño gesto con la cabeza que la joven gatita entendió, porque se acercó y bebió de su cuenco. Él hizo lo mismo bebiendo de su pequeña botella, para después volverá a rellenar repitiendo el hechizo.

Se quedó mirando un poco a Llena, no había crecido apenas aunque ya tenía 16 años, cómo él, seguía siendo la misma gatita pequeña que había aparecido al mismo tiempo de su nacimiento. Su guardiana.

De pronto, una flecha en llamas se estrelló justo entre ellos dos sobresaltándolos. Llena se asustó pero reaccionó rápida metiéndose otra vez en la mochila. Liro apenas tuvo tiempo de reaccionar, cogió la mochila y se giró. Una nueva flecha se dirigió hacia él que la esquivó en el último instante aunque su mejilla resultó magullada por esta con un pequeño corte. Retrocedió un par de pasos al ver cómo la guardia se acercaba corriendo rodeándolo.

Se sentía muy asustado, pero reaccionó rápido y comenzó a correr aguas a dentro mientras que volvía a extender las manos por  delante suya.

-       Llena, prepárate – La gata metió la cabeza dentro de la mochila cubriéndose con esta por completo mientras Liro pensaba las palabras concretas – CHIP – Sus piernas se iluminaron durante una milésima de segundo y comenzaron a elevarse sobre el agua hasta que pudo correr por ellas como si fuera el mismo suelo, alejándose corriendo de la orilla.

Cuando ya estaba a una pequeña distancia se paró, se giró para observar a sus captores pudiendo entonces respirar algo más tranquilo al verlos parados justo a la orilla. Allí estaban todos con un gesto de frustración, incluso el General Ima. Este era un Caballero de Zou, uno de los más fuertes, alto como de 1.90 centímetros, muy musculado, que se marcaba bajo los ropajes marrones y grises que llevaba ceñidos al cuerpo, sus ojos eran marrones y rasgados, su cara mostraba delicadeza a pesar del bronceado de su piel, que denotaba que solía entrenar bajo el sol durante muchas horas y que aparentaba poco más de veinte años a pesar de tener ya la treintena más que cumplida.

Cuando vio el gesto de este último supo que tenía que huir o le iban a coger. Volvió a girar y empezó a correr lo más rápido que le permitían sus piernas para alcanzar la otra orilla.
El general dio una orden y los guardias apuntaron con sus arcos hacia el joven, que empezaba a notar como su tiempo se agotaba. Con un gesto del general todos lanzaron sus flechas, que con una palabra del general estallaron el llamas lanzándose directas y con una gran precisión.

<<Miau>>

Llena le estaba advirtiendo del peligro, el joven se paró y respiró hondo volviendo a recordar las palabras adecuadas, pero no estaba seguro de que fueran a funcionar. Aun así, respiró hondo con los ojos entrecerrados y gritó.

-       WALL.

El agua tras del joven se alzó en una muralla gruesa en la que acabaron clavándose todas las flechas. Pero al mismo tiempo, se hundió en el agua durante unos segundos para después sacar la cabeza tomando aire sonoramente. Con una mano se echó el pelo hacia atrás mojado y miró tras de sí. El muro seguí activo pero su otro hechizo se había caído.
-       Lo siento Llena – Intentó sonar convincente pero sabía que la gata tardaría en perdonarle el baño – No logro aún tener dos hechizos activos al mismo tiempo.

Se alejó un poco nadando y volvió a repetir el primer hechizo. Se volvió a elevar sobre el agua como si esta fuera sólida, al mismo tiempo el agua que formaba el muro a su espalda se cayó, dejando a la vista la orilla del lago en la que empezaban a marcharse los guardias.

-        Estoy perdiendo el tiempo, tengo que llegar a la otra orilla antes que ellos.

Empezó a correr otra vez sobre el agua. Llena sacó la cabeza de la mochila otra vez y sacudió esta para apartar el agua de su pelaje. Se bajó al lado del joven, ella también podía andar ahora sobre el agua. Los dos corrieron juntos más rápidos intentando llegar a la otra orilla, que ahora se veía con algo de claridad.

Ninguno de los dos paró de correr hasta que llegaron a la orilla con el aliento entrecortado. Sirvió un poco de agua a Llena en su cuenco y bebió de su botella un poco para tranquilizar su garganta. Luego guardó el cuenco, la botella otra vez llena y le ofreció a Llena para que se subiera, lo que hizo después de volver a sacudirse mirándole directamente a los ojos. Se puso la mochila a la espalda y tomó aire sonoramente.

-       Es mejor si no te ven, sería más difícil que me reconocieran Llena – Se volvió a disculpar mientras observaba el bosque a su espalda, conocía sobre el mapa bien las tierras, pero en vivo era más difícil orientarse – Esto debe ser el bosque de Liz aún.

Se adentró entonces a través del bosque, así no sé cruzaría con mucha gente. Aun sin descansar siguió andando entre los árboles hasta que se hubo adentrado lo suficiente. Paró y se acercó a un árbol apoyando la espalda en este, estaba muy cansado después de la carrera por el lago. Dejó salir a Llena de la mochila y deslizó la espalda por el tronco mientras se sentaba y respiraba hondo.

-       Tres días huyendo – Miró a Llena que salía de la mochila y se acurrucaba junto a él. Le pasó una mano por la cabeza acariciándole entre las orejas mientras tenía los ojos entrecerrados – Lo siento Llena.

<<Miau miau>>.

Aún no se había acostumbrado al hambre, al estar huyendo todo el tiempo, cansado. Ya se le había agotado las provisiones que había tomado antes de huir, de hecho, se habían agotado tras el primer día, y ahora no tenía anda para comer.

Su estómago rugió por falta de hambre. Llevó una mano hacia sus mejillas, le ardían, las piernas también le temblaban cansadas. Empezó a pensar que debía rendirse después de todo lo que llevaba pasado en tan poco tiempo. Sabía cuál iba a ser su destino si lo hacía, pero, ahora mismo no le parecía tan malo.

-       ¿Llena, hay alguien cerca? – Emitió un sonoro respiro mientras sacudía la cabeza. Dirigió su vista a la gatita que sacudió la cabeza contestando a la pregunta - ¿Estás segura? – Insistió, pero la gata giró la cabeza algo indignada por la inseguridad que había depositado el joven en ella – Lo siento, pero, es que tampoco te diste cuenta de cuando nos estaban atacando – Suspiró presionando los labios – Supongo que no estamos listos para usar al cien por cien nuestros poderes.

Llena se apartó un poco de él subiéndose a una rama baja de un árbol. El joven sabía en el fondo que de pronto le estaba pidiendo demasiado a su pequeña guardiana, pero la necesitaba para poder salir con vida del lio en el que estaba metido, aunque, ninguno de los dos estaba acostumbrado a sobrevivir por sus poderes.

Dejó caer los hombros respirando hondo para tranquilizarse. Cerró los ojos y por un segundo dejó vagar su mente por sus recuerdos hasta recordar las palabras de su padre; “Tienes que entrenar, tienes muchos poderes en tu interior. Algún día, será la única forma que tengas para sobrevivir”.

Se dio cuenta de que tenía razón, lamentó no haberse entrenado lo suficiente cuando tuvo ocasión.

Se cruzó de brazo volviendo a abrir los ojos, sacudió la cabeza y miró hacia el frente. Llena notó su pequeña frustración, bajó y se colocó sobre el regazo de su protegido que posó una mano entre sus orejas acariciándola.

-       ¿Cómo se supone que iba a saber que pasaría esto? – Tomó una profunda bocanada de aire y con la mano libre arrancó algo de hierba que había al lado de su cuerpo en el suelo, necesitaba liberar algo de sus sentimientos de frustración – Si lo hubiese dicho de forma clara. Por supuesto, me hubiese preparado a conciencia.

<< MIAU >>

Llena se le quedó mirando bajo la mano de él, era algo cariñosa y se puso en las rodillas ahora. El joven elevó estas un poco y se quedó mirando a la gatita. Suspiró lentamente y le volvió a acariciar entre las orejas. Estaba un poco más tranquilo ahora.

Los dos descansaron en esa posición durante un tiempo. No se habían parado a mirar alrededor hasta ese momento, pero, ahora que lo hacían se daban cuenta de la hermosura del bosque. Estaba muy poblado de todo tipo de árboles, no conocía las especies pero, estaban muy verdes y vivos. Había una especie de pájaros blancos y verdes que se paseaban entre los árboles, cantando ajenos a sus observadores.

Embobado con el vaivén de los pájaros y los rayos de sol que caían entre las ramas de los árboles se quedó dormido. Durante un tiempo el sol termino por alcanzarle, y su sueño se hizo aún más pesado. Se sentía cómodo en el sol.

Durante un tiempo, que después deseo que hubiese sido menor, permaneció dormido. Llena se despertó primero y lamió por la cara del joven intentando despertarle, pero esto no ocurrió. Así que con impaciencia  y asustada terminó por arañarle por una mano, sacándolo de golpe de su sueño algo sobresaltado.

Lo primero que hizo fue mirarse el arañazo, le había dolido pero no le había hecho sangre. Miró entonces a Llena. En la carita de la gata se dibujaba el miedo y la urgencia. Paseó entonces la mirada por todos lados respirando agitado. Descubrió dos grandes ojos  marrones mirándole entre los árboles.

Se incorporó de pronto sobresaltado. Llena se subió a su hombro mirando a donde miraba el joven cubriéndose un poco tras la cabeza de su protegido. El dueño de los ojos salió de entre los arbustos dónde se escondía y le miró con una ligera sonrisa que removió el interior del joven que lo miró con más cuidado. El misterioso era muy alto, casi tanto como su padre, algo más de un metro ochenta centímetros, tenía unos brazos musculosos que se veían por su camiseta sin mangas que se ceñía a su cuerpo, era vieja, pero el parecía que no pasaba hambre. Su piel era de un moreno claro, a su espalda llevaba un escudo redondo hecho de algún tipo de metal que no reconoció. Sus labios eran gruesos, sus ojos grandes y Marrones, además una melena castaña y salvaje.

-       ¿Qué hace un niño tan pequeño como tú tan dentro de un bosque tan peligroso? – Su voz sonaba burlona.

Miré a Llena preocupado, había sido un fallo de los dos que podía haberle costado la vida. Rezó porque no le reconociera y metió a la gatita dentro de la mochila dándole la espalda.
-       Te estoy hablando a ti – Dio un paso hacia adelante acercándose más a él.

-       No soy tan joven cómo parece – Contestó dando un paso también alejándose del desconocido.

-       No hace falta que ocultes a tu gatita – Soltó una leve risa picara mientras le miraba – Los guardianes no están cómodos en espacios pequeños.

Las palabras alertaron al joven de sobremanera. Aunque no sabía si lo había dicho en serio, lo cierto era que estaba peligrosamente cerca de la verdad.

-       No es una guardiana – Habló flojo intentando mentir, pero esto nunca se le había dado bien.
-       Vamos, es evidente que eres un descendiente de Lumina – Terció el desconocido mientras daba otro paso hacia él – Me aventuraría además a decir que eres, Liro – Se quedó mirándolo de arriba abajo estudiándolo mientras andaba dando un rodeo a él – Veamos, la descripción era; Cabello negro y liso, ojos azules, piel blanca, pálida, más o menos un metro cincuenta y cinco, delgado, fanciones delicadas, ropajes elegantes y una gatita blanca, su guardiana – Terminó riendo – Menos por la ropa, todo parece que encaja contigo.

Lo había reconocido a la primera. Se giró mirándole y acumuló algo de energía en sus manos que se iluminaban, si no huía ahora, seguramente no podría huir después. El desconocido sonrió viendo sus manos, Liro se arrodilló y puso las manos en sus pies.

-       WINS.

De sus pies salieron dos pequeñas alas. Dio un salto y se elevó por encima de los árboles, saltando de un lado a otro enérgicamente lo más rápido que podía yéndose lo más rápido que podía.

Comenzaba a respirar tranquilo cuando algo le distrajo por un segundo. Un maullido de Llena dentro de la mochila que le avisaba de que algo se acercaba. Se giró y entonces pudo ver cómo el desconocido se acercaba volando. Había usado el mismo hechizo, pero Liro lo había puesto en sus pies, que era algo sencillo y el otro en su espalda.

“Parece un ángel”.

Se dijo Liro para sí mismo. El desconocido ya le había alcanzado, volaba con ridícula facilidad al lado de Liro que corría por su vida. Liro intentó alejarse, pero su pie no se apoyó como debía en uno de sus saltos y cayó al suelo directamente. Fue capaz de remontar el poco vuelo que le permitía su hechizo justo antes de caer de bruces al suelo, por lo que no se hizo ningún rasguño, solo una pequeña torcedura en el pie.

Intentó levantarse, pero el pie no se lo permitía. Se quedó arrodillando y comenzó un hechizo de curación que tuvo que interrumpir al ver caer al desconocido frente de él. Entonces le miró presionando los labios, le había quitado toda su concentración.

-       Vaya, los descendientes de la Luna casi se han extinguido – Hizo una pausa y le miró mientras sacudía la cabeza – Viendo lo debilucho que eres tú, me parece normal que queden tan pocos. Más si ofrecen tanta recompensa por entregar a uno.

-       No soy tan débil – Liro le miró con desagrado mientras intentaba concentrarse para recordar los pocos hechizos que había memorizado antes de salir huyendo.

-       Me pregunto, cómo alguien como tú ha podido ser tan fuerte como para matar al Rey Alen. Dime príncipe Liro, ¿cómo se puede hacer eso? – Dio un paso hacia adelante mientras se apartaba el pelo hacia atrás con una mano sin esfuerzo.

-       Yo no hice eso. Ni soy débil, ni soy un niño, ni un asesino – Gritó y Llena salió de la mochila mirándolo y terminó por maullar.

-       Vamos, si no eres joven, ¿cómo es que tu guardiana es tan básica? – Señaló a la gata que estaba a sus pies, la cual le lanzó una mirada ofendida. Incluso en estas situaciones, el orgullo del animal se hacía notar.

-       Tengo dieciséis años y medio – Susurró entonces mientras presionaba los labios.

El desconocido se volvió a acercar de forma peligrosa. Liro trató de ponerse en pie y dio un paso hacia atrás cayendo otra vez de rodillas.

-       Pensaba que un príncipe debía ser fuerte – El desconocido seguía con su tono burlesco. Se erguía mostrando su fuerza y superioridad ante Liro que luchaba por mantener las lágrimas en sus ojos temerosos – Vaya, la recompensa por ti es muy sustanciosa – Terminó por reírse otra vez mientras avanzaba.

-       No va a ser fácil – Le gritó aun frustrado y comenzó a acumular energía otra vez en sus manos y dio un golpe en el suelo con estas- BREAK.

Bajo sus manos empezó a temblar el suelo y de este empezaban a crecer rocas puntiagudas dirigidas al desconocido que seguía sonriendo. Hizo un leve gesto con las manos mientras miraba a Liro directamente a los ojos.

-       Devolver.

Las rocas se pararon justo antes de llegar, comenzaron a decrecer aún más rápido de lo que habían crecido. Una ola de energía que ahora iba de regreso a Liro llegando a él, golpeándolo, tirándolo hacia atrás.

Liro estaba sentado de culo mirándole asustado. Respiraba algo agitado y volvió a concentrarse e hizo un dibujo con las manos un circulo a su alrededor.

-       Viento.

Volvió a elevar la voz gritando. El mismo empezó a brillar y quedó en el centro de una burbuja de viento. Era una especie de escudo. Pensó que quizás de esta forma podría protegerse.

-       Usas unos hechizos patéticos – Se había cruzado de brazos mientras negaba. Parecía muy decepcionado – No es posible que tú seas del que habla la profecía. Es decepcionante que seas tan débil.

-       ¿Qué profecía? – Liro le miraba tan confuso que por un momento su escudo se tambaleó. Se concentró otra vez y se quedó firme otra vez en torno a él.

-       Mirate – Sacudió la cabeza el opuesto - ¿Nunca te has entrenado? Incluso te cuesta mantener hechizos tan sencillos en pie – Ahora lo miraba cabreado. Desenfundó una espada que llevaba atada en el cinturón y se lanzó contra él.

-       ¡Alto! – Gritó Liro mientras trataba de ponerse en pie respirando hondo.

-       ¿Crees que puedes detenerme? ¿Crees si quiera que puedes detener a los guardias que van tras de ti? – Se terminó de acercar y miró el escudo sacudiendo la cabeza. Liro agradeció que no fallara ahora. Pero no duró mucho, el desconocido alzó la espada y la lanzó cortante contra el escudo que desapareció al momento – No sé cómo has podido llegar hasta aquí con vida.

De los ojos de Liro empezaron a brotar algunas lágrimas. Notaba como la espada de acero del desconocido estaba pegada a su mejilla, había perdido. El desconocido tenía el filo de su espada pegada a la mejilla y le seguía mirando decepcionado, parecía que estuviera esperando algo de Liro, que se había dado cuenta de que ya, no tenía salida.

-       Entonces matame ya – La voz de Liro sonaba entrecortada. La saliva se acumulaba en su boca, se sentía muy débil, decepcionante, humillado. Había perdido después de tres días. Bajó la cabeza mirando hacia abajo pero el desconocido le hizo alzar la mirada con la espada.

-       No te rindas tan fácilmente otra vez, o quizás no tenga piedad – Apartó la espada de la cabeza de Liro y la volvió a guardar en su funda agachándose frente a Liro dedicándole una mirada muy severa. Su voz seguía sonando amenazante – Eres Liro, el Príncipe de Zou y te has rendido ante un desconocido. Eres además uno de los pocos descendientes de Lumina que quedan con vida, tienes más fuerza en tu interior de lo que piensas.

Liro sacudió la cabeza y se llevó una mano hasta la mejilla notándola fría todavía por donde había pasado la espada aquél bruto. Se quitó las lágrimas de los ojos que aun brillaban algo rojos para después mirarle directamente a sus ojos. Marrones, intensos profundos, no lo admitiría nunca, pero sus ojos le reconfortaron a pesar de su mirada severa.

-       Tienes que cumplir con tu destino. Luchar por la profecía.

-       ¿Mi destino? – Hizo una pausa mientras hablaba y se señalaba el mismo. No entendía que hablaba, la profecía, el destino, todo era tan confuso - ¿Profecía? ¿De qué estás hablando? ¿Quién eres?

-       ¿A caso no sabes nada? ¿Alen no llegó a decirteo nunca? – El joven ahora le sujetó por la barbilla y le hizo mantener los ojos fijos en los suyos mientras llenaba la mirada de él – Veo que me ha llegado todo desde el principio.

-       Tú no sabes absolutamente nada de mi – Le mira con los ojos entrecerrados tragando saliva sonoramente mientras elevaba la voz – No sé de qué profecía me hablas.

-       Ya sé que no sabes nada – Dio un golpe y le recostó sobre el suelo poniéndose sobre Liro. Le sujetó las dos manos con una y con la otra golpeó el suelo al lado de su cara – Escúchame príncipe engreído, ahora vas a hacerme caso, porque si no, es posible que ni tu ni yo salgamos con vida.

Liro le miró a los ojos, eran incluso más profundos que antes. Algo en su corazón le dijo que tras esa mirada severa había algo de tristeza. Giró la cabeza y movió la cabeza de arriba abajo.

-       ¿Puedo saber tú nombre? – Consiguió decir Liro tras un largo momento de silencio en el que los dos solo se miraban a los ojos.

-       Soy Zaëron – Declaró mientras se quitaba de encima y le ofrecía una mano.

Liro lo miró dudoso un segundo, pero le tomó de la mano. Zaëron tiró de esta con fuerza y lo subió cogiéndole en brazos mientras tenía la mirada fija entre los árboles. Repitió el hechizó para las alas y se alzó por el cielo con Liro en brazos y Llena en la mochila.

-       Los guardias estaban cerca – Terminó susurrando y le dirigió una mirada más tranquila a Liro – No temas, yo cuidaré de ti.