miércoles, 31 de mayo de 2017

REINO DE NUBES. Capitulo 3. ¿Qué está pasando?

Cuando dejó solo a Liro, se recostó en el único colchón que había en la habitación. Era algo incómodo, pero más cómodo que el suelo, que era dónde había estado dormido las noches anteriores, y agradecía tener un techo también.

Se movió por la cama y respiró hondo, no tardó en darse cuenta en descubrir que estaba relleno de paja, muy diferente de su relleno de plumas, a lo que estaba acostumbrado. También olía diferente, pero, no le desagradaba del todo.

Miró a su pie, todavía tenía el tobillo dolorido. Lo movió a uno y otro lado, luego respiró hondo y miró el pie. Entrecerró los ojos e intentó hacer un esquema en su mente con todo lo que había pasado desde que le cogió Zaëron y le llevó volando hasta un claro que había en el bosque, en él había una cabaña pequeña hecha con troncos de madera, un pequeño pozo a una distancia prudencial, los árboles crecían en torno al claro muy altos y con fuerza.

“Cuándo dejó a Liro en el suelo, este se había puesto sobre una rodilla otra vez. El pie le estaba jugando malas pasadas desde que se lo había torcido. Zaëron se había acercado mirándole serio.

-       Zaëron, ¿me dirías lo que has dicho sobre el destino? – Preguntó algo decidido a saber la verdad – Quiero saber; ¿qué es todo lo dices del destino y lo que va a pasar? ¿De qué conocías a mi padre? ¿Qué es lo que no me dijo? –Su voz dejaba entrever la frustración que sentía.

-       Tendrás que esperar príncipito – Le había dicho Zaëron mientras le miraba con algo de superioridad. Parecía que cuando se refería a él como príncipe, algún tipo de rencor le cruzaba desde la garganta hasta los oídos de Liro.

-       ¡HE DICHO AHORA! – Liro le gritaba de forma autoritaria, le miraba con el ceño fruncido y en su cara se dibujaba la ira que sentía por Zaëron. De pronto, cómo si hubiese estado acumulando energía durante mucho tiempo, lanzó a Zaëron hacia atrás hasta hacerlo chocar contra uno de los árboles que delimitaban el claro.

Liro no sabía lo que había pasado. No había pensado en ningún hechizo, no había estado acumulando la energía de ninguna forma, pero ahí estaban los hechos.

Zaëron se levantó y le dirigió una de esas miradas que hacían a Liro paralizarse. Era como si pudiera acceder directamente a su alma y paralizarla con solo ese gesto. Cuando lo hacía Liro sentía que no podía contradecirle, que el tema había llegado a su fin.

-       Eres más fuerte de lo que parece, ¿ves? – Dijo con esa mirada aún. Se estaba recuperando aún del golpe que había sufrido, pero no quitaba su mirada reprochadora de él – Pero demasiado emocional. Deberías saber controlarte con lo mayor que eres.

Levantó a Liro con un brazo y le llevó entonces dentro de la cabaña. Liro no tuvo mucho tiempo para ver cómo era. Le metió en uno de los cuartos y le dejó en pie, luego ya se había marchado”.

“¿De qué va?” Se había preguntado Liro ya en varias ocasiones. Sabía que no le odiaba cuando le miraba así, pero al poco tiempo, se daba cuenta de cuanto desprecio sentía por él. En su vida, nadie se había atrevido a tratarle de esa forma. Quizás era porque era el  príncipe, pero, Zaëron era distinto, era él el que intimidaba a Liro, y no al revés.

-       Necesito respuestas – Susurró y Llena salió de la mochila y se paseó por la cama a su lado hasta su brazo hasta llegar a la altura de sus hombros – Llena, aún no sabemos nada de Zaëron – Llevó una mano a la cabeza de esta que lamió por su mejilla intentando animarle.
Llena se acurrucó, Liro siguió acariciando su cabeza con una mano mientras miraba hacia el techo con los ojos entrecerrados presionando los labios. Estaba dándole vueltas a todo lo que le había dicho, profecía, destino. Él nunca había creído en el destino. Tampoco sabía si se podía fiar de él, era un completo desconocido después de todo y le había obligado a ir a su casa a la fuerza.

-       Tenemos que marcharnos Llena – Susurró y le ofreció la mochila otra vez a Llena, que al momento entró en ella entendiendo lo que quería decirle.

-       Yo que tú no lo haría – Zaëron irrumpió en la habitación sentándose al filo de la cama mientras miraba a Liro con una ceja alzada – Soy tu mejor opción para seguir con vida.

-       ¿No sabes llamar antes de pasar? – Le recriminó Liro que se incorporó sentándose en la cama mirándole serio.

-       Estás en mi casa – Señaló por la ventana al exterior – En este momento, los guardias están por el bosque buscándote, pero no van a encontrar este sitio. Mi padre y yo hicimos crecer esos árboles para que nadie salvo un descendiente de Kriotio pudiera atravesarlos. Y si los atraviesas una barrera psíquica y un campo de invisibilidad hace que podamos estar aquí dentro seguros.

-       ¿Cómo puedo fiarme de ti? ¿Cómo sé que no me vas a vender a la primera de cambio? – Liro le miró serio, estaba pensando en cómo fugarse si de verdad estaba la barrera psíquica, no sabía si podría anularla.

-       No puedes saberlo, pero – Hizo una pausa y puso las manos en el tobillo que Liro tenía inflamado. Pronuncio unas palabras en voz baja lanzando un hechizo curativo que poco a poco le devolvió su estado original – Deberías hacerlo – Le miró a los ojos, ya no estaba cabreado, ya no tenía ese gesto prepotente, solo esa profundidad que había notado Liro.

Después de curar el pie de Liro salió de la habitación sin decir nada, solo soltando un pequeño suspiro. Cerró la puerta con un golpe seco dejándolo solo con Llena, que volvió a salir de la mochila recostándose en la cama, como hacía Liro ahora.

Al poco tiempo, Liro y Llena se quedaron dormidos en la misma cama. Zaëron fuera de la habitación había estado revisando el diario que había dejado su padre. Sabía todo lo que tenía que hacer, lo había visto mil veces desde entonces. Recordaba todo lo que había hablado.

-       Por fin, va a cumplir la profecía padre, yo me encargaré de eso – Terminó sonriendo con algo de amargura, cerró el diario y entró en la otra habitación recostándose sobre este colchón.

La noche, de alguna forma, pasó tranquila para Zaëron, había caído en un sueño profundo como el que hacía unos días que no sentía.

Liro por el contrario, no aunque no se despertó en toda la noche, había tenido un sueño muy extraño.

En sus sueños, Liro, volvía a revivir otra vez la pesadilla de hacía ya algún tiempo. En el aparecía Zaëron, luchando espada contra espada con Ima. No había un claro vencedor, los dos eran muy fuertes. Liro lo observaba sin poder moverse, sin saber porque, una energía que se materializaba en forma de cuerdas con un terrible resplandor negro lo sujetaba, dejando unas marcas en su piel.

Zaëron cargaba una y otra vez contra Ima, pero este, paraba sus golpes a tiempo, conseguía esquivarlo y también lanzaba sus ataques.

-          ¡Zaëron! – Consiguió gritar Liro desde su posición sin dejar de mirarle.

Zaëron se distrajo un momento al oír la voz de Liro y lo miró. Ima aprovechó esa distracción y lanzó una estocada directa hacia Zaëron que abrió los ojos notando el filo de la espada de Ima clavarse en su interior. No emitió ningún sonido de dolor. Calló al suelo y llevó una mano a la espada sujetándola pegada a su cuerpo.

-          ¡NO! –Gritó entonces Liro desatando una tormenta sobre si mismo. Pero cuando empezó a llover, no era agua lo que caía, sino fuego, un fuego azul caía a su alrededor haciendo estallar en llamas todo aquello que rozaba.

El fuego calló sobre la energía que rodeaba el cuerpo de Liro y estalló en llamas haciéndola desaparecer ahogando un grito agudo de dolor de alguien a quien en verdad no había prestado atención. Su vista seguía fija en Zaëron que sujetaba a Ima sin dejar que se separara de él, aunque este emitía una leve risa sin hacer mucha fuerza para arrancarla.
Una gota de fuego calló sobre el brazo con el que Ima sujetaba aun la espada que había clavado en Zaëron y retrocedió al ver su brazo envuelto en fuego. Entonces agito el brazo concentrando energía para contrarrestar el fuego pero fue imposible, ese fuego no respondía a sus órdenes.

Liro avanzaba hasta Zaëron con las lágrimas cayendo por sus mejillas mientras la lluvia de fuego se concentraba sobre Ima que estaba gritando de dolor de forma desesperada hasta reducirlo a una pila de ceniza a un lado.

Liro se hacía paso entre todos los guardias haciendolso volar a los lados sin ni si quiera mover un músculo, solo pensándolo. Se terminó de acercar junto a Zaëron y se puso de rodillas apoyando la cabeza de él en su propio regazo y le acarició el pelo empezando a realizar un hechizo de curación, que no tenía efecto.

Liro arrancó entonces la espada del cuerpo de Zaëron y la tiró hacia un lado sobre el suelo intentnado realizar de nuevo el hechizo de curación mientras el cuerpo de Zaëron se dividía en pequeñas partículas haciéndose cada vez menos visible. Zaëron sonreía mientras miraba a Liro.

-          Te quiero – Dijo justo un momento antes de desaparecer.

Liro despertó de pronto en la cama sobresaltado, respiraba agitado, el sudor de su frente le caía por la frente y las mejillas, mezclándose con las lágrimas. Miró sus manos, en ellas había marcas del fuego que había caído en sus sueños, pero pronto desaparecieron.

Se incorporó en la cama. Por la ventana ya entraba el sol y rozaba su piel con su luz. Se echó hacia la parte del sol y volvió a cerrar los ojos. Le gustaba tanto disfrutar del brillo, a pesar de lo blanco de su piel, siempre que podía le gustaba estar al sol, se sentía protegido de alguna forma.

Al poco tiempo Llena se despertó y daba con su pequeña zarpita en el brazo de Liro llamando su atención. Liro se giró y la cogió en brazos, ahora sonreía mirándola. El sol le había puesto de buen humor. Se incorporó en la cama después de ponerse a Llena en un hombro y miró por la ventana, ahí estaba Zaëron. Lo observó durante unos segundos, estaba con una espada haciendo movimientos de lucha y sin camiseta. Apreció entonces lo imponente de sus músculos, seguramente, era uno de los hombres más fuertes que había visto.

Zaëron paró con los movimientos y miró hacia la ventana. Liro le miró durante unos segundos sosteniendo la mirada, pero termino sacudiendo la cabeza, se puso en pie y se estiró un poco.

Zaëron pasó a la casa hacia la habitación dónde estaba Liro, abriendo la puerta de golpe entrando a la habitación mientras miraba a Liro de arriba abajo. Se había quedado un poco sorprendido al verle de esta forma.

-          Vamos. Llegas tarde al entrenamiento – Su voz, al principio sonó temblorosa, pero en seguida corrigió su tono a su normalidad, estricto. Le estaba ordenando a Liro lo que tenía que hacer.

-          No puedo llegar tarde porque vamos a entrenar aquí – Le replicó Liro, se cruzó de brazos negando – Tampoco pasa nada por descansar, hacía días que no lo hacía.

-          Has estado descansando dieciséis años y medio – Su tono volvió a ser de burla, echó esa mirada serio que le volvió a parar el corazón durante un segundo a Liro – Date prisa.

Algo enfurruñado se cruzó de brazos y salió de la habitación. Zaëron estaba ahí también mirándole con gesto de desaprobación.

-          ¿Puedo desayunar algo? – Liro preguntó algo temeroso porque Zaëron había puesto esa mirada que no aceptaba ninguan réplica – Hace días que no como bien, tengo hambre.

-          Seguro que aguantas un día más – Contestó Zaëron y le ofreció una caña que había reformado para darle forma de espada – De momento vas a entrenar con esto, no vaya a ser que te hagas daño.

-          Pero tengo hambre – Liro se quejó mientras sujetaba la caña mirándola negando – No puedo aprender con esto, no pesa lo mismo, no haré los mismos movimientos.

-          Si te hubieses despertado antes quizás habrías podido comer algo – Dio con otra caña en el hombro de Liro, no lo hizo con fuerza, pero con ese gesto había intimidado ya al otro – Vas a tener que contener tu orgullo, o te lo quitaré como se saca el veneno de la mordedura.

Liro sacudió la cabeza de arriba hacia abajo asintiendo, cerró las manos en puños clavando las uñas en la palma. Zaëron salió del refugio de madera y se quitó otra vez la camiseta dejándola a un lado. Liro le siguió, al verle sin camiseta sus mejillas se tornaron ligeramente rosadas y noto la boca algo seca. Sujetó la caña ahora con fuerza y le miró.

-          Empecemos.

Zaëron se acercó y atacó con su caña. Liro la paró por instinto pero sin hacer mucha fuerza. Zaëron siguió atacándole, golpeando cada vez que podía en el cuerpo de Liro para evaluar cómo se movía.

Después, empezó a explicarle algunos movimientos y fintas que él mismo ya sabía hacer con la espada, le hacía repetirlos hasta que se quedaban grabados, corrigiéndole con un seco golpe en el hombro cuando los movimientos no eran suficientemente precisos. Zaëron era poco paciente.

-          Vale ya – Terminó por quejarse Liro después de varias horas entrenando y recibiendo golpes sin haberse quejado. Se deslizó al suelo hasta quedarse de rodillas mientras respiraba agitado – Quiero decir – Se corrigió al ver la expresión de desaprobación de Zaëron – Solo un descanso – Se pasó una mano por el hombro que ya tenía rojo y empezaba a ponerse morado por los golpes y puso un pequeño gesto de dolor.

Zaëron hizo un pequeño gesto de sorpresa al ver lo que le había causado, pero no dijo nada. Se encogió de hombros y se acercó lentamente a él. Pasó una mano por su cabeza y le despeinó, haciendo quizás un gesto amable, pero Liro no terminó de entender ese gesto.
-          Buen trabajo – Se separó y se fue hasta la cabaña.

Liro empezó un pequeño hechizo de curación sobre su hombro, no era muy efectivo, pero le aliviaba lentamente. Se le escapó una pequeña lágrima que se limpió enseguida mientras presionaba los labios con los ojos entrecerrados en un gesto de dolor.

Zaëron había sido demasiado agresivo, estaba rebajándolo, obligándolo a recibir esos golpes porque lo hacía mal, diciéndole a gritos que no servía para nada. Recordó ese día de entrenamiento mientras respiraba hondo. Terminó de curarse, no se había curado del todo, pero lo suficiente como para seguir entrenando. No sabía porque lo soportaba, pero lo iba a seguir haciendo.

Estuvo esperando con los ojos entrecerraos, disfrutando de la luz del sol que le bañaba sobre él. Después de un par de minutos cogió la espada y empezó otra vez a practicar los movimientos con fuerza. Cuando Zaëron salió, no se dio cuenta de que lo observaba, pero trataba de hacerlo con elegancia y precisión, como había hecho Zaëron antes.

-          ¿No tienes hambre? – Interrumpió Zaëron por la concentración de Liro. Se había adelantado un poco y le ofrecía algo que parecía pan con algo de queso.

Liro lo miró dudoso por un momento respirando hondo. Dejó  su espada de entrenamiento a un lado y se acercó mirándole indeciso. Zaëron se la siguió tendiendo, tenía una pequeña sonrisa en su gesto, pero no le miraba a la cara, no quería encontrarse con esos ojos otra vez.

Miró a la mano de Zaëron y cogió lo que le tendía. En sus manos parecía aún más delicioso, lo llevó a la boca y disfruto del sabor durante un momento antes de empezar a comerlo lo más rápido que podía. Era el primer bocado que había comido en dos días. Dentro de la cabaña vio cómo Llena también estaba comiendo algo en el suelo. Lo que le hizo volver a sonreír.

Terminó de comer en poco tiempo, se relamió los labios una y otra vez. Se puso la mano en la tripa, no se había llenado del todo, pero le calmaba el estómago, con eso se conformaba. Luego cogió otra vez la espada mirándole serio, no estaba dispuesto a ser un inútil. Le iba a demostrar a Zaëron que él era más fuerte de lo que parecía.

-          Te estás esforzando – Zaëron le interrumpió.

Se había fijado en la mirada de Liro, había algo diferente en él que le gustaba, pero que al mismo tiempo le decía que había pasado algo.

-          Si – Liro ni si quiera le miró, siguió practicando los movimientos y fintas – Pero, si quieres, podemos parar y me cuentas lo de la profecía, el destino – Paró y le miró con los ojos entrecerrados, pero no aguantó su mirada.

-          Alen tuvo que habértelo explicado hace años, y no dejarme esto a mí – Se pasó una mano por la cara mientras tenía los ojos cerrados, parecía exasperado.

-          Pero no lo hizo – Siguió con la mirada fija en el suelo, solo de esta forma podría seguir con el tema si Zaëron le volvía a mirar de esa forma.

-          Alen fue un estúpido – Asintió fulminando con la mirada algo que en verdad no estaba. Parecía fijar la vista en un lado, presionó los puños y los labios sacudiendo la cabeza.

-          No tienes derecho a hablar así de mi padre – Le miró serio elevando algo la voz. No iba a permitir que destrozara la memoria de su padre de esa forma.

-          Pero ha sido un completo irresponsable no contándote todo, no entrenándote.

Los dos se miraron a los ojos. Pero esta vez, Liro no retrocedió ante su mirada. Estaba dispuesto a defender a su padre, había sido el único que había cuidado de él, que le educaba y se preocupaba por él. No, no iba a permitirlo bajo ningún concepto.

-          Si mi padre siguiera con vida, tendrías un castigo ejemplar – Se giró y se echó hacia atrás un segundo. Volvió a abrir la boca pero Zaëron dio un paso hacia adelante.

-          Callate – Ordenó y le cogió por la camiseta con un puño acercándolo a si mismo – Si estuviera vivo, seguirías siendo un príncipe payaso e inútil – Termino entrecerrando los ojos y tomó por el hombro ahora a Liro donde había estado golpeando haciendo algo de fuerza para hacerle daño. Aunque sus palabras fueron más hirientes que su mano, Liro sabía que tenía razón- Además, si Alen estuviera aquí, me daría la razón. Mi padre hace años que me entrenaba e incluso me mantuvo en secreto para que pudiera cumplir mi destino. Como el cumplió el suyo, Alen no cumplió para tu destino, asique, tú tienes que cumplir el tuyo.

-          ¿Cuál es el destino del que hablas? – Le miré pero retiré la mirada al momento. En sus palabras había dureza y tristeza. Parecía que había algo en todo lo que sabía y Liro no, algo que en verdad le causaba a Zaëron una gran tristeza, lo podía notar oculto tras sus ojos.

-          Tu destino es luchar contra la oscuridad – Había arrastrado a Liro frente al pozo de piedras. Dentro había un agua cristalina que cuando acercó al más joven, empezó a brillar – Si ganas o pierdes, no se sabe, pero si huyes solo puedes perder – Le miró con los ojos entrecerrados serio – Te vencerá, te hará prisionero hasta que supliques la muerte. Acabará contigo – Apartó a Liro del pozo y lo tiró contra el suelo.

Liro apoyo las manos en el suelo mirándole con los ojos entrecerrados respirando hondo. Se apoyó en las manos para permanecer sentado en el suelo con los ojos entrecerrados mirando hacia abajo.


-          Por favor – Suplicó entonces. Otra vez había perdido ante Zaéron – Te lo suplico, explícamelo todo.

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