Esa noche, me fui a la cama temprano. Tenía mucho que asimilar antes de ponerme a luchar al día siguiente, el día del aniversario de la muerte de mi hermano.
Me recosté en la cama de lado, puse una mano bajo la almohada y la otra encima justo al lado de mi cara, ero no cerré los ojos. Cuando los cerraba no dejaba de ver a Mitsu lleno de sangre, no como lo había visto en la casa, si no como lo había encontrado.
Cada año, desde la muerte de Mitsu en su aniversario, lo que hacía era irme a cualquier otro sitio que no me recordara a él. El primer año, recuerdo que Rei me llevó al cementerio a visitar su tumba de Mitsu.
Él pensaba que me sentiría bien, que me sentiría cerca de él y que podría hablar con él. La realidad fue que cuando estuve frente a su tumba, colapsé, y ya no recordaba nada.
Rei me dijo que me quedé paralizado, que ni si quiera estaba pestañeando y que me quedé rígido. Me cargó en brazos como pudo y me llevó fuera del cementerio hasta la escuela. Aun así hasta varias horas después no empecé a reaccionar.
Nadie sabe lo que me pasó, ni si quiera lo sé yo. Solo recuerdo que todo se volvió negro y que me desperté en la cama de la enfermería del a escuela. Rei y Ai estaban a mi lado cuando me desperté. Estaban preocupados mirándome.
Al año siguiente, Rei no quiso repetir lo del año anterior. Este año si que dio resultado. Ni si quiera me recordó cuando era el aniversario de la muerte de Mitsu hasta que pasó el día. Me sentí muy culpable, pues el día anterior fuimos al cine, después fuimos de compras y ni si quiera me acordaba de la muerte de Mitsu, estaba pasándomelo bien, pero no colapsé.
A partir de ese año, casi todos los años nunca nadie me recordaba el aniversario de Mitsu, aunque en mi interior, cuando un día trataban de tenerme especialmente feliz, yo sabía porque era.
Este año, ni si quiera sabía en que día estábamos viviendo, y ahora iba a pasar el día en dónde murió mi hermano. No podía negar lo evidente, tenía miedo de volver a colapsar y entonce, provocar la muerte de Rei y Ai.
Oía como los dos estaban hablando de algo fuera de la habitación mientras yo, solo podía estar acostado en la cama repasando mis pensamientos, tratando de buscar una fórmula mágica que me ayudara a tener el control.
<< Ritsu >> Sonó la voz de mi hermano en mi cabeza. Me incorporé y miré a los lados, pero no encontraba nada fuera de lo normal.
Estaba empezando a pensar que había sido cosa de mi imaginación. Volví a recostarme y a pasarme una mano por la frente. Si así estaba la noche antes del aniversario, ¿Cómo se suponía que iba a estar en el día del aniversario?
- Les voy a fallar - Susurré mientras sacudía la cabeza.
<<No lo harás >> Volvió a sonar la voz en mi cabeza <<Ritsu yo estoy contigo, aunque no me veas. Estoy en tu corazón, estoy en ti. Todos te daremos nuestra fuerza cuando llegue el momento>>.
La voz estaba sonando en mi cabeza con tanta claridad que llegó al fondo de mi corazón. Empecé a derramar alguna que otra lágrima y me puse una mano en los ojos para secarme las. No tenía opción de fallar a nadie.
Mientras lloraba, la puerta de la habitación se abrió y alguien se recostó a mi lado. En el momento en que pasó su mano por mi cintura, ya sabía que era Ai.
Me giró e hizo que me recostara sobre su pecho. Yo fingí estar dormido mientras me apoyaba en él. No quería que se diera cuenta de que en verdad, estaba llorando y tenía miedo. No quería que él hiciera como Rei y dudara de mi. Tenía que mostrarme fuerte y, por una vez, protegerle yo a él.
- Ritsu - Susurró entonces Ai mientras me acariciaba por la espalda - No importa lo que pase mañana. Tanto si logras vencer como si no, lo importante, es que creas en ti mismo. Lo importante, es que pase lo que pase, o incluso si nos pasa algo a mi o a Rei, sepas que no es culpa tuya - Me besó en la frente y me apartó la mano de la cara.
Me quedé mirándole a los ojos en la penumbra de la habitación. Él con uno de sus dedos, limpió mis dos lágrimas y me sonrió. Quería decirle que no, que no se quedara a mi lado. Que saliera huyendo y que viviera, él no debería estar metido en esto. Pero de mis labios no salió nada.
De los labios de Ai tampoco salió ni una sola palabra, solo se acercaba a mi lentamente hasta que los dos nos rozamos en los labios.
El primer roce fue rápido y suave. Pero después de eso vino el segundo más apasionado, y un tercero del que no me quería separar. Estaba bebiendo de ese beso todo lo que podía. Era como si todos mis sentimientos negativos desapareciesen, dejando paso a la esperanza y el amor que sentía Ai por mi.
No sé cuanto tiempo nos estuvimos besando, pero cuando me di cuenta, me había quedado dormido abrazado a su cuerpo.
Me desperté ya por la mañana sonriendo. El cuerpo de Ai era cálido y su aroma me envolvía. El estaba dormido con una amplia sonrisa en su cara, una sonrisa que hacía años que no le había visto poner.
Estaba feliz.
Me levanté tratando de no despertarlo y salí de la habitación también sonriendo. En el pasillo estaba ya Rei dibujando algunos círculos de protección por las paredes y la puerta. Me miró y trató de sonreír, pero su mirada era muy seria.
- ¿Cómo has dormido Rei? -Le pregunté mientras le sonreía tratando de tranquilizarlo. Me sentía fuerte y sabía que iba a ser capaz de protegerle.
- No he dormido apenas - Terminó diciendo y terminó el circulo que había puesto en la pared - Pensé que esto quizás te ayudaría y podría ayudarte yo a protegernos.
Me acerqué a él y le sonreí mirándole a los ojos. Rei puso una mano en mi mejilla. Su sonrisa se había desvanecido. Estaba serio y triste, lo podía notar notar en sus ojos.
- Rei, lo voy a conseguir lo sé - Le dije y le tomé de la mano tratando de darle fuerzas y animo- Sé que puedo con lo que sea. Te lo demostraré.
Rei me cogió de la barbilla y me miró a los ojos. Se acercó hasta mis labios y antes de rozarlos con los mios, Ai llegó por uno de los lados y puso la mano sobre mis labios.
- Rei, no es el momento - Le dijo alzando una ceja y me miró a mi a los ojos con una sonrisa- Vamos a desayunar ¿vale?
Yo solo asentí mientras Rei soltaba algo en voz baja refunfuñando que no entendí. Yo seguí a Ai hasta la cocina que nada más entrar me puso contra la pared sonriendo. Puso una mano al lado de mi cabeza y me cogió de la barbilla con una sonrisa picara. Yo no podía evitar corresponder a esa sonrisa con una mia mientras mis mejillas se ponían rojas.
- Que sepas que me puse un poco celoso al verte así.
Yo llevé mis manos a su cuello abrazandole y entonces me besó. Otra vez de forma intensa, tenerle así hacía que me llenara de felicidad por dentro.
Después de ese beso nos reímos separándonos, le volví a besar lentamente en los labios pero Ai se apartó sonriendo. Se acercó a la nevera y empezó a sacar para hacer tostadas.
- ¿Rei quieres tostadas para desayunar? - Dijo Ai elevando la voz para que le escuchara mientras ponía el pan en el tostador.
- Gracias - Sonó de fondo la respuesta de Rei confirmando su ofrecimiento.
Se puso a hacer las tostadas mientras sonreía y yo me puse a su lado apoyándome en él.
- Ai, gracias.
Quería decirle todo lo que sentía en ese momento, pero no podía. Lo más parecido que se me ocurrió decir en ese momento fue el gracias.
Puse mi mejor sonrisa y me abracé a el cerrando los ojos. Ai creo que me entendió porque soltó una suave risa y me acarició por la espalda.
- De nada Ritsu - Susurró besando en mi mejilla - Pero puedes decir que me quieres.
Terminé con una pequeña risa suave con los ojos entrecerrados. Moví la cabeza de arriba abajo mientras asentía. No sabía muy bien que significaba para nosotros ahora esta situación. No sabía si ahora eramos novios, si eramos amigos que se querían o qué eramos, pero tampoco le daba mucha importancia a eso. Lo que sentía era que quería estar con él.
Ai empezó a hacer el desayuno de forma tranquila. Tarareaba mientras lo preparaba y yo me quedaba embobado mirándole.
Al poco llegó Rei y me pasó una mano por la cara chasqueando sus dedos para luego reir.
- Te has quedado embobado Ritsu - Me guiñó un ojo y me sacó la lengua - Aunque estás precioso hagas lo que hagas.
- Que bobo eres a veces - Le puse las manos en el pecho y le di un suave empujón sin fuerza - Veo que estás más tranquilo.
- He recordado el porque estoy enamorado de ti - Se encogió de hombros y me sonrió - Cuándo estoy a tu lado, sé lo fuerte que eres, como si fueras capaz de hacer nevar en Julio.
Terminé sonriendo mientras miraba a un lado. No lo podía negar, el Rei que me gustaba y que tanto me hacia sentir en este tiempo, seguía ahí.
Rei aprovechó ese momento para acariciar mi mejilla. Me hizo mirarle a los ojos y me besó en la frente. Después se separó y fue a ver como iba su desayuno, dejándome a mi con mis sentimientos a flor de piel, y confusos.
Ai. Rei. Ai. Rei.
Los dos tenían esa forma y esa dulzura que a mi me encantaba. Sabía que tendría que elegir entre ellos dos, pero no sabia con quien podría o de quién debería estar enamorado. Aunque no era momento de estar pensando en todo eso.
La realidad, es que no sabia cuando, pero, el caso es que sabia que hoy íbamos a ser atacados, y yo tendría que estar preparado para lo que fuese.
Después de comer rápido las tostadas que había preparado Ai para mi, salí al porche de la casa. En el porche había un montón de ramos de lirios blancos.
Me acerqué a las flores con curiosidad. Nunca había visto nada parecido, tal montaña de flores en mi casa, y todas que parecían de floristería. Me agaché junto a ellas y las cogí en las manos. En mi menté todos se nubló durante un segundo.
Sentí como todos estaban en casa de vuelta. Mis padres y sus amigos en el salón. Mi hermano y la hermana de Rei que jugaban por el porche. Yo, Rei y Ai estábamos viendo la televisión. Se notaba una gran aura de felicidad en mi casa.
A lo lejos, en el horizonte, empezó a girar de la nada un gran tornado de fuego que avanzaba rápido hasta mi casa.
Mitsu se acercó corriendo hasta mi padre y este salió fuera al porche. Mi madre salió con él y todos los demás nos quedamos en el interior de la casa. Mi padre empezó a invocar un gran escudo para la casa, pero, aunque este funcionó en la casa, el tornado engulló a mis dos padres.
Entonces miré los lirios otra vez. Era inevitable. Durante años estaba pasando lo mismo. Primero se habían llevado a mis padres, luego a Mitsu, y ahora solo quedaba yo.
Ni si quiera yo era tan fuerte como mi padre o mi hermano. Quizás era hora de aceptar que mi familia había llegado a su fin, y que yo no podría proteger a Rei y Ai.
Ese miedo que me provocaba me hacia mirar las flores notando como mi mirada se empañaba. Sabía que era posible que fuera mi último día día sobre la tierra, pero no iba a dejar que Rei y Ai murieran conmigo.
Notaba como ellos reían en el interior de la casa. No sabía por que lo hacían, pero estaba el mismo aura de felicidad que había hace tiempo.
En el horizonte se volvió a dibujar ese tornado de fuego que en principio me dejó congelado. Noté como en el interior de la casa, Rei y Ai se asomaban a la puerta de cristal mientras yo trataba de invocar un escudo para la casa, tal y como había visto que hacía mi padre ne la visión.
El tornado se acercaba cada vez más rápido. El escudo estaba casi cerrado y yo ya solo me concentraba en proteger a Ai y a Rei. Ya no me importaba yo solo, yo tenía que protegerlos a ellos.
- Os voy a salvar - Les dije sin mirar al interior. No tenía miedo del todo mientras daba energía que notaba que fluía por todo mi cuerpo hasta el escudo.
Mi escudo estaba resistiendo el tornado, que le atacaba cada vez con más fuerza y notaba como se abría una grita en el escudo.
Miré arriba viendo como estaba apunto de ceder mientras sonreía.
- Creo que este es mi final... Me alegra de haberte podido besar antes de ... que esto termine...
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