Una rosa me lleva a un lugar sombrío, al lugar donde descansan los sueños de toda persona.
Llego a sus puertas, cierro los ojos por el olor a acero mojado, un relámpago.
Abrí esas puertas de frío acero y me adentro arrastrando mi alma rota, otro relámpago, otro grito de la nada, llego al lugar donde marca la “x”.
Dejo caer la rosa sobre una superficie fría, construida de un mineral grisáceo, entonces leo amargamente la inscripción en la placa de oro.
“Aquí yace el amor”
Giro, me marcho derramando una lagrima congelada, olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario