Un día nublado, un día de tormenta, o simplemente un día de tristeza para el mundo, en una carretera muy lejana y muy transitada. Un chico hacia una viaje de bastantes horas para encontrar algo que hacer con su vida, algo que no se esperaba encontrar hasta dentro de mucho tiempo, algo que encontró sin darse cuenta.
Este chico venia de visitar a la persona que más quería de todas, de pasar largas tardes tocando el piano junto a su amor, de cantar para él. Ahora, tras una tristemente despedida iba de regreso a su casa, mientras en su iPod sonaba la canción que tantas veces había cantado ya... junto a ese viejo piano. Como dije... un rayo, una vida menos y una llamada silenciosa a un móvil desde otro móvil ya fantasma.
-¿Hola?
-No he llegado... amor... ahora no podré llegar nunca...
-¿Quién es?
-Soy yo... soy tu novio...
-¿Y qué tonterías dices?
-Un accidente... he muerto...
-No digas eso ni en broma... por favor... no quiero que pase de verdad...
-Ya pasó... gira te...
El amado viviente se giro y vio el fantasma de su novio flotando por los aires de una casa ya antigua. Un móvil que no volverá a sonar y un camino sin recuperar. Sollozos, llantos, sufrimiento, gritos mudos y una figura de transparente tez que flotaba sobre él.
Aquel fantasma no se separaba de su amado, y el amado no se separaba del fantasma, lo tratara como si fuera un humano, a pesar de no poder tocarlo, no poder besarle, no poder siquiera notar su calor...
Llegaron a la nueva casa donde se hallaba el viejo piano de tantas canciones, así mientras el amado se recostaba sobre una cama, el fantasma flotaba y volvía sobre el piano a cantar su triste canción...
Si me voy
mis alas llegarán hasta ti,
si me voy
mis manos no se separarán de ti.
Quiero estar por siempre junto a ti.
Quiero ver que solo me amas a mi...
En mi vida...
Una y otra vez, recitaba la canción como si de un conjuro se tratara... sin despegarse de su amado, sin dejar de cantar y tocar sus pesadas teclas. Un rayo y un móvil fantasma, un rayo y un móvil fantasma.
El amado permanecía sin creer en lo sucedido, tapando sus oídos, imaginando a su amor en el autobús como él lo había dejado antes, sin querer creer que ahora solo tenía un espíritu que tocaba y recitaba las palabras más bellas que había oído salir de la boca de su amado.
Así, el tiempo se paró solo para ellos, años, meses, segundos, cielo y tierra se fundieron a la eternidad y los amantes atormentados por la melodía siguieron allí, por siempre.
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