sábado, 17 de junio de 2017

REINO DE NUBES. Capítulo 5. EL BAUTIZO. HAY ALGO NUEVO EN MÍ

Habían pasado ya varios meses desde que Zaëron le había contado a Liro todo sobre la profecía, la pesadilla que había vivido con la muerte de sus padres, lo que había hecho Alen, y la guerra que se avecinaba. Todo era muy difícil de asimilar.

Zaëron había estado claramente sufriendo por culpa de Liro, pensó que debía compensarlo. Mientras él vivía sin preocupaciones y sin preparación para todo lo que se avecinaba, entre lujos y tranquilidad, Zaëron se había estado preparando para una guerra que no dependía de él.

Para empeorar, encima había sido su padre el causante de la muerte del padre y la madre de Zaëron. También habían acabado con su Reino. Liro se sentía culpable de todo lo que había pasado.

“Tengo que esforzarme por Zaëron. Derrotaré a la reina Delica y te devolveré tu reino Zaëron. Vas a estar orgulloso de mi”. Siempre pensaba en eso. Cada vez que miraba a Zaëron no podía dejar de repetirse que tenía que esforzarse más, a ser más fuerte, a luchar por él.

Por otro lado, Zaëron le seguía tratando con dureza, muy estricto, a la espera de una réplica de Liro que no se producía. Daba golpes cuando debía causando morados por el cuerpo de Liro, pero este lo entendía como parte de una motivación. Sus movimientos mejoraron muchísimo, saltaba, hacía giros, fintas, combinaba golpes con la espada con hechizos. También había progresado en el control de sus habilidades como heredero de Lumina, ahora podía hacer varios hechizos al mismo tiempo, no siempre tenía que pronunciar las palabras para realizarlos, a veces, bastaba con solo pensarlos. Incluso podía dejar un hechizo funcionando durante mucho tiempo sin tener que concentrarse bastante, y había empezado a relevar a Zaëron en el control de las barreras.

Todos los días el entrenamiento empezaba con un calentamiento. Primero una carrera de una hora alrededor del bosque, esquivando los árboles lo más rápido que podía y  algunos hechizos que lanzaba Zaëron contra él. Luego una tabla de ejercicios, abdominales, pesas, estiramientos, y cualquier ejercicio que sirviera para fortalecer su cuerpo. Entonces venía la práctica con la espada hasta la tarde, y para terminar, aprender nuevos hechizos, controlar más las energías que le rodeaban.

El cuerpo de Liro ya se había vuelto más adolescente. Zaëron se había dado cuenta de cómo se había desarrollado este en los meses que estaban juntos. Su abdomen estaba más marcado, al igual que sus brazos. Su pelo estaba ahora más largo, un poco más descuidado, pero oscuro. Su sonrisa no se dejaba notar apenas, solo cuando estaba cerca de Llena, y sus ojos, aunque reflejaban tristeza y rabia, escondían tras eso una luz tan intensa, que le hacía sonreír. Le gustaban sus ojos.

La relación entre ellos parecía la misma, pero, se hacían notar algunos cambios. Los dos se trataban con respeto, pero la confianza entre ellos había aumentado. Algunas veces incluso Liro se atrevía a preguntar sobre las cosas que hacía Zaëron. Cómo pasó un día.

-          ¿Por qué llevas siempre ese escudo? – Preguntó mientras comían un trozo de pan como casi cada día.

-          Fortalece mis hombros y mi espalda – Contestó con una pequeña sonrisa – Además, perteneció a la orden de Ramio, que está ya casi extinta, y a mi padre.

A Zaëron le gustaba que le preguntara, pero, no le gustaba preguntar. Liro siempre dejaba vagar sus emociones sin darse cuenta, se ponía triste. Sus sentimientos creaban atracción y rechazo en Zaëron. Pensaba que le hacía más débil, y al mismo tiempo, quería estar más cerca para hacerle sentir bien.

Los momentos que Zaëron más disfrutaba con Liro era cuando los dos veían como Llena trataba de entrenarse con ellos. Siempre arrancaba una risa de Liro el ver a la gatita atacar con sus zarpas a un palo, o tratando de esquivar los árboles lo más rápida que podía, sobre todo cuando se chocaba con alguno.

Los dos recordaban esos momentos que pasaban juntos con mucha frecuencia, aunque no lo admitirían. Eran los mejores momentos que pasaban juntos.

-          Creo que estás listo para un combate – Zaëron le prestó una espada de verdad y cogió la suya propia poniéndose en guardia.

-          No pienso perder – Le contestó Liro con una sonrisa poniéndose también en guardia.

El primero en atacar había sido Zaëron, pero Liro se había adelantado y lo había esquivado con facilidad cargando ahora contra él. Zaëron que había lanzado un hechizo a su espada e hizo saltar la de él por los aires con el primer choque de ambas. Liro dio un salto hacia atrás y lanzó una bola de fuego contra Zaëron para hacerle retroceder al mismo tiempo que hacia salir las alas en sus pies, saltó alejándose en dirección a la espada. Zaëron esquivó la bola de fuego y se lanzó corriendo contra Liro que había cogido otra vez la espada. Con otro salto se volvió a alejar de él poniéndose en la rama de un árbol. Zaëron empezó a lanzar rayos de sus manos hasta Liro mientras este los iba esquivando saltando de forma ágil. Finalmente Liro lanzó un hechizo a su espada y se lanzó contra Zaëron, las dos armas chocaron, las dos salieron por los aires. Entonces Zaëron cogió a Liro por el cuello y le miró alzando una ceja.

-          He ganado – Le miraba directamente a los ojos.

-          Me esforzaré más – Asintió Liro agachando la cabeza con los ojos entrecerrados – Lo siento.

-          Lo has hecho bien – Le soltó del cuello y pasó una mano por su cabeza – Por hoy está bien – Se giró alejándose hacia la cabaña.

Liro guardó la espada en su funda, para después seguir a Zaëron a la vez que  pasaba una mano por su cuello. Aunque le había sujetado con fuerza, no le había hecho daño. Al contrario, le había gustado sentir el contacto de la mano de Zaëron. Cuando lo estaba pensando, sus mejillas empezaban a sonrojarse. Notaba el latido de su corazón acelerarse.
Liro entró en la cabaña, miro por los lados aquella estancia que tan bien conocía ahora. Había estado ya mucho tiempo ahí, aunque no la sentía como suya. Llena salió del cuarto donde dormía Liro y se acercó a él pasando la cabeza entre sus piernas acariciándole, pero este no le hizo caso, estaba buscando a Zaëron con la mirada.

-          Ahora voy a ir al pueblo a hacer unas cosas – Miro a Liro dudoso, iba a ser la primera vez que le dejaba solo desde que se habían conocido. Siempre iban los dos al pueblo bajo un hechizo que ocultaba su apariencia. - ¿Podrás tú solo con la barrera?

-          Me esforzaré – Asintió Liro y se cruzó de brazos mirándole – Estaré entrenando hasta que vuelvas.

-          Ya estás listo Liro – Zaëron se acercó a él y le acarició con una mano por la mejilla – Hoy ya puedes relajarte.

-          Entonces, ¿no prefieres que vaya contigo? – Liro había cerrado los ojos un instante, pero después se había hecho hacia atrás un paso y le miraba con curiosidad.

-          No, son asuntos privados Liro – Zaëron se separó de él y le sonrió también yendo hacia la puerta.

Liro le observo con atención ahora. Siempre que iba al pueblo se ponía una ropa muy humilde, una camiseta que parecía tela de saco muy áspera, uso pantalones marrones del mismo material, unos zapatos gastados y una pequeña capa, que supuso que guardaba en su habitación. Nunca se había atrevido a pasar a su habitación.

Zaëron salió de la cabaña, así vestido ocultaba sus músculos y su espada, pasaba desapercibido por completo. Iba caminando por el claro. Liro se asomó por la puerta mientras le seguía con la mirada y al lado de su pierna, Llena también le observaba con curiosidad.

-          Llena cuida de Liro y que no se meta en líos – Hablaba mientras se alejaba riendo. Se paró frente a los árboles y se giró echando un vistazo a Liro – Ten cuidado Liro, tardaré lo menos posible.

-          No te preocupes – Sonrió Liro mirándole para después sacudir la cabeza a los lados respirando hondo.

Zaëron deshizo las barreras y apartó los árboles concentrándose en estos, se alejó entre estos despidiéndose con una mano. Los árboles se cerraron tras de él. Liro se despidió con una mano, después se concentró con los ojos entrecerrados y levantó las dos barreras protectoras que había, usando la misma fórmula que había usado Zaëron para que así el mismo pudiera bajarlas para entrar.

-          Lo haré lo mejor que pueda Zaëron – Liro se concentró un poco más para la barrera fuera más resistente.

Al cabo de un par de minutos se sentó en el suelo y puso a Llena sobre sus piernas acariciándole la cabeza. La gatita pronto se acurrucó en estas cerrando los ojos, cayendo dormida al poco tiempo. Liro estuvo mirando los árboles durante ese tiempo. Zaëron le había dicho que podía descansar, y cómo hacía tanto tiempo que no lo hacía, o sabía disfrutar del momento.

Pensó durante un tiempo e las palabras de Zaëron, estas realmente le habían sorprendido. Agachó la cabeza presionando los labios, recordaba cómo se había ido entre los árboles. Se sentía raro, pensó que tenía que haberle dicho algo más antes de que se fuera, pero termino negando.

Sacudió la cabeza para volver a la normalidad. Dejó a Llena acostada en el suelo y se puse en pie cerrando la puerta de la cabaña. La puerta del cuarto de Zaëron estaba abierta, le llamó la atención de sobremanera. Siempre había pensado como sería la habitación de él, y porque nunca le había dicho que pasara, a pesar de que siempre pasaba en la que dormía Liro.

La curiosidad pudo con él, se acercó a la puerta, la terminó de abrir y entro en ésta mirando a todos lados con curiosidad. En el cuarto, había un montón de pieles que envolvían algún tipo de relleno formando un colchón, también había un pequeño mueble de madera con dos puertas que supuso que era un armario y otro al lado más grande que era claramente un armario. Se acercó al más grande y abrió la puerta. En su interior había ropa bastante elegante, alguna se parecía a la que le había visto a su propio padre, adornos dorados, hilo de seda, prendas ligeras, en definitiva, todo tipo de ropa que incluso había tenido el mismo.
Había un pequeño espejo dentro del armario. Liro se miró en este. Ya no le valía la ropa con la que había salido de palacio, y aun así, estaba destrozada. Ahora solo llevaba ropas simples que le había dado Zaëron de las que se le habían quedado pequeñas, de un tejido que rozaba su piel y la arañaba, pero ya se había acostumbrado a esto. También se fijó en los cambios de su cuerpo, su pelo, su cara, aún tenía gestos delicados y su piel era blanca, pero había algo distinto en él.

Sintió la necesidad de apreciar más los cambios que había experimentado. Se seguió mirando al espejo mientras retiraba su camiseta. Su cuerpo también había cambiado, había crecido algún centímetro, sus hombros se había ensanchado y su abdomen era adornado por los abdominales que entrenaba cada día. Miró sus brazos, también estos músculos se habían desarrollado, parecía más fuerte, no sabía que en ese tiempo hubiese podido crecer tanto.

Terminó suspirando. Cogió la camiseta que llevaba y la miró unos segundos atento; “Esto era de Zaëron, no es ropa de príncipe”. Se recogió el pelo hacia atrás, pasaba mucho tiempo entrenando y apenas tenía tiempo de cuidar su aspecto. Salió del cuarto y fue a su propia habitación. En la mochila que tenía de cuando salió de palacio había metido un cepillo. Se fue hacia el baño, se metió en la ducha e hizo un hechizo para que empezara a caer agua caliente sobre en. Se enjabonó con una pastilla de jabón y se lavó también el pelo. Luego paró el hechizo y se secó poniendo aire caliente a su alrededor con otro hechizo. Se cepillo el pelo y entonces se volvió a vestir. Fue a la habitación de Zaëron y se miró al espejo, le gustaba ahora más su aspecto.

Cerró la habitación de Zaëron tras salir y se sentó otra vez en la puerta de la cabaña, mirando hacia los árboles por donde se había ido Zaëron mientras se preguntaba a sí mismo, si a Zaëron le gustaría el aspecto que tenía ahora. Llena se habia dormido en la puerta otra vez. Cuando la vio le acarició por la cabeza entre las orejas intentando despertarla.

<<Miau>> Se quejó Llena cuando abrió los ojos mirando a Liro. Liro la miró, le sacó la lengua de forma burlona y siguió acariciándola. Llena se movió hasta subirse a las piernas de Liro.

Zaëron había llegado al pueblo. Por este había algunos carteles con dibujos de Liro ofreciendo una gran cantidad de dinero. Revisó el dinero que había cogido, tenía suficiente para lo que quería comprar, pero, hacía tiempo que sabía que no le quedaría para mucho.

-          ¿Habéis oído? Dicen que el Príncipe ha matado a casi toda la guardia real que le perseguía – Decía una señora a otra cerca de una casa – Que estaba cerca del lago y les lanzó una ola gigantesca que los mató.

-          Yo he oído que casi mata a la Reina después de envenenar a su padre – Contestaba otra.
-          ¿Y si ese monstruo está por aquí? – Comentaba una tercera algo asustada.

-          Lo que yo no sé, es cómo alguien que ha sido hijo de Liris y Alen tenga un corazón tan negro.

-          Dicen que por eso la reina Liris murió en el parto, al verlo, se dio cuenta de que El Dios Craotu, la había maldito. El príncipe mató a su madre.

Zaëron escuchó aterrorizado cómo se difamaba el nombre de Liro. Los guardias estaban cerca y estaban interrogando a todos enseñando el cartel. Se puso la capucha de la capa sobre la cabeza. Hizo las compras rápido, pero los guardias le pillaron.

<<Miau>>.

El maullido sacó a Liro de sus pensamientos, le estaba llamando mientras daba golpecitos con una de sus zarpas en la pierna de él.  Lo miraba con el ceño fruncido, algo asustada. Liro la miró de la misma forma sin entender que era lo que le quería decir. Volvió a maullar mientras arañaba por su pierna. No pudo evitar mirarse a la pierna por donde había arañado, de su cuerpo salía una especie de luz plateada.

-          ¿Qué está pasando? – Susurró mientras se ponía en pie y daba algunos pasos hacia el medio del claro.

Liro empezó a respirar agitado mirando hacia todos lados en mitad del claro. Andaba hacia atrás alejándose de la casa. Llena fue corriendo hasta ponerse a su lado. Se miró las manos, el brillo iba a más. Estaba irradiado por todo el cuerpo.

-          No. No. ¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? – Su voz trasmitía miedo. Se frotaba una mano con la otra intentando hacer desaparecer el brillo.

Repetía lo mismo una y otra vez con frustración, con miedo. El brillo de su piel iba a más. Sentía un calor que le rodeaba, empezaba a iluminar todo el claro como si fuera de día. Notaba como por su interior fluía una energía extraña. Miró al cielo, la luna estaba llena, pero brillaba de forma distinta.

-          ¿Será por la luna? – Gritó mirando hacia los arboles estirando los brazos – Llena, ¿qué está pasando? – Cuando le miró, se le ahogo un grito en su garganta. Ella también estaba brillando. Liro se agachó y la cogió, también estaba asustada - ¿Qué nos está pasando?

Desde la luna empezó a descender una pequeña esfera que emitía el mismo brillo que el cuerpo de ellos dos. No era más grande que un puño. Se dirigía flotando haciendo círculos hacia Liro, avanzando lenta pero de forma inalterable. Liro cada vez más, haciendo que lo que había a su alrededor perdiera su color y se desvaneciera.

-          ¡ZAËRON! – Gritó intentando llamarlo, pero sus palabras se extendieron, pasando a ser un eco lejano. Estaba en el centro de una nada blanca.

-          Adelante – Contestó la voz de Zaëron.

Liro giro la cabeza a todos lados pero no vió la procedencia de la voz. Respiraba agitado nervioso, la esfera cada vez estaba más cerca de él, su brillo transmitía calor. Pero solo asustaba a Liro.

-          Cógela Liro – La voz de Zaëron ahora sonó cerca de su oído, parecía un solo susurro – Adelante.

-          ¡Zaëron! ¿Dónde estás? – Liro volvió a girar la cabeza mirando a todos lados sacudiendo la cabeza - ¿Qué está pasando?

-          No tengas miedo, cógela – La voz de Zaëron cada vez sonaba más débil, apenas ya se oía.

Siguió mirando a su alrededor durante un tiempo buscando aún a Zaëron, esperando una respuesta a  alguna de las preguntas que había hecho. Pero ni lo vio, ni le volvió a oír.

La esfera se paró justo frente a Liro, avanzaba cada vez más lento hacia él. Liro intentó retroceder, pero le resultó imposible. Sujetaba a Llena con fuerza con los ojos entrecerrados. La esfera terminó por pegarse al pecho de él introduciéndose haciéndole sentir una gran sensación cálida, pero enérgica. De su interior broto un torbellino de luz rodeándolo, girando con fuerza.

Lentamente, el brillo de él empezó a atenuarse, y dejaba de flotar mientras que caía muy rápido, o eso le parecía. Se olló un maullado de Llena desde los brazos de Liro y entonces Liro abrió los ojos parpadeando. Estaba oscuro, pero el brillo de la Luna alumbraba todo con tal claridad que parecía que era Liro otra vez el que brillaba.

Comprobó sus manos, su cuerpo, ya no brillaba. Suspiró aliviado y después miró a Llena que estaba en el suelo, tampoco brillaba. No sabía que había pasado, ni cómo había llegado a un lugar distinto, pero, se sentía extrañamente tranquilo.

Se fijó entonces mejor en donde se encontraba. Había algunos árboles a su espalda, con hojas grandes y verdes que formaban una especie de corazón, un bosque vivo y frondoso, que emitía algunos reflejos dorados. Frente a Liro, había dos sauces llorones, grandes, verdes, con reflejos plateados en cada hoja que caía, formando sus ramas una especie de arco dejando paso a algo que no podía distinguir porque emitía un brillo  gris blanquecino muy intenso.

Liro se acercó andando por la hierba hasta que cruzó por el arco que formaban las ramas de los sauces. Cómo si hubiese pasado por un portal mágico, su cuerpo emitió un flujo de energía y su ropa cambió de pronto. Ahora estaba descalzo, sus zapatos habían desaparecido, sus pantalones ahora eran unos pantalones largos, blancos y brillantes, no pesaban nada pero eran muy cálidos. Llevaba una camiseta del mismo material. En su pelo, liso, se colocó una corona de tres puntas, fina, plateada y elegante, en la punta central había una piedra azulada. También en su cuello había y collar con una sola piedra en forma de lágrima.

Los dos se miraron mutuamente, dudosos de estar soñando. La razón les decía que quizás habían muerto, que algo les había atacado por sorpresa y habían muerto, pero tenían un sentimiento de paz entrando en ellos, algo que les hacía flotar.

-          ¿Qué nos ha pasado Llena? – Liro miró a Llena a su lado - ¿Dónde estamos?

Liro avanzó algo más sobre la hierba hasta llegar a aquello que brillaba de forma blanquecina. Era agua, un ancho lago se extendía delante de ellos. Tenía un agua tan pura que reflejaba por completo el brillo de la Luna llena, parecía plata líquida.

<<Miau>>.

Llena le hizo un gesto para que entrara en el agua, pero no se dio cuenta, el brillo de esta le tenía embobado. Sin darse cuenta, su pie se adelantó despacio hasta que rozó el agua con la punta de los dedos. Estaba tibia.

Termino de introducir el pie dentro del agua y entonces camino por el lago hasta que el agua le cubrió por las rodillas. Su cuerpo volvía a brillar, sentía como la calidez que tenía el agua entraba dentro de su cuerpo, cubriendo cada parte de su interior. Entonces se elevó sobre el agua y su cuerpo quedó suspendido sobre el agua, como si esta fuese sólida.

Delante de Liro, una figura borrosa se dibujaba sobre el lago. Notó como esa figura de la que emanaba una luz blanquecina se definía algo más mientras avanzaba hasta ponerse frente a él. Era una mujer, con una piel blanca, cabello largo oscuro y unos ojos verdes. Era preciosa. Llevaba un largo vestido que se extendía hacia atrás mientras caminaba sobre el agua.

-          Joven Liro – Empezó la mujer mientras miraba a Liro. Su mirada era muy tranquila, pero tenía algo que le era familiar. De ella, emanaba una gran energía – Es la hora.

-          ¿La hora? – Articulo algo confuso mientras la miraba fascinado.

-          La hora de que te inicies como Guardian del Lago de Plata, el último guardian. Por lo tanto, el más poderoso – La mujer seguía en pie, su gesto cambio hacia una pequeña mueca de tristeza – La fuerza de todos los que hemos sido guardianes antes que tú, recae sobre ti, joven Liro. Pero, también toda la responsabilidad.

-          ¿Soy el último? – Desvió la mirada que tenía fija en ella hacia abajo. Entendió la tristeza que le transmitía ahora su rostro - ¿Quién es usted? ¿Qué debo hacer?

-          Eres el último – Asintió la mujer lentamente mientras movía una mano hasta acariciar la mejilla de él.

-          Usted es la Reina Lara – Asintió comprendiendo nada más sentir su mano en la mejilla. Era la misma forma de acariciar – Es la madre de Zaëron.

-          Así es joven Liro, yo escuche una profecía de hace muchos años. Ahora la tienes que cumplir – La figura de ella ahora estaba borrosa, pero se estabilizó al poco tiempo.

 Liro se pasó una mano por los ojos para retirar las lágrimas. Estaba frente a la mujer que había matado su padre, todo su reino o había destrozado su padre. Agachó la mirada negando, se sentía culpable.

-          No es tu culpa – Intervino una tercera voz apareciendo justo al lado de Lara – Mi niño, ni si quiera fue culpa de tu padre.

-          ¿Eh? – Liro alzó la cabeza, no lo podía creer – Mama – Su voz se quebró y las lágrimas ahora corrían por sus mejillas sin poderlas retener. Se quedó quieto mirándola. Recordaba su rostro, había visto las pinturas miles de veces, pero ahora que la veía cara a cara, era muchísimo más guapa.

-          Liris no hay tiempo – Intervino Lara sacudiendo la cabeza – Liro, tu madre está aquí, pero tenemos que decirte lo que tienes que hacer. Tienes que salvar el mundo de la oscuridad. Tienes que conseguir que todo siga en equilibrio.

-          ¿Cómo lo voy a hacer? – Liro seguía llorando mirándolas a las dos inmóvil. Ni si quiera podía quitarse las lágrimas de los ojos.

-          Mi niño, tú eres mucho más fuerte de lo que crees. Confía en tus emociones, la energía de la Luna ahora solo fluye hacia ti – Le acarició por las mejillas retirándole las lágrimas y después le tomo de las manos. En las manos de Liro se materializó una espada que al sostenerla apenas era pesada, teía en la empuñadura otra piedra azul, era plateada entera – Esta es la espada que uso la Diosa Lumina en la guerra. Úsala y destierra la oscuridad a su reino.

-          Liro, confía en Zaëron, el cuidará de ti – Las dos lo miraron mientras su figura volvía a difuminarse – Ahora tienes la ropa de Lumina, la corona de Lumina, que te hace soberano de toda la tierra, el collar de Lumina, y la espada de Lumina. Confía en tus armas, en Llena. Estás destinado a ganar.

-          Mi niño, se fuerte. Nosotros estaremos velando por ti – Liris le dio un beso en la frente a Liro y las dos empezaron a desaparecer.

La imagen de las dos se hizo cada vez más difusa hasta que desaparecieron por completo ante la triste mirada de Liro, que permaneció quieto durante un momento mientras salían lágrimas de sus ojos. Finalmente, miró a los lados sujetando la espada con fuerza. Estaba en el Lago de Plata. Paseó por encima del agua sin mirar aún a Llena.

-          Mama – Dijo por fin. Sabía que no estaba allí físicamente, pero, de alguna forma sentía como que desde ahí se podía comunicar con ella – Me voy a esforzar, por ti, por Zaëron – Terminó suspirando y se dirigió hacia la orilla donde estaba Llena. – Tenemos trabajo que hacer pequeña.

Se agachó para cogerla. La gatita se acercó a él y se apoyó en las manos de él. Al instante, empezaron a brillar como hacía poco que lo habían hecho, volviéndose este más y más intenso. Cogió a Llena en brazos y dio un paso hacia adelante poniéndose sobre la hierba. La esfera de luz salió de dentro de Liro. Cerró los ojos durante un segundo y cuando los abrió estaba otra vez en el claro frente a la cabaña de Zaëron.

Miró a sus manos comprobando que Llena ya no estaba ahí. Se giró muy asustado y tras de él comprobó que había una enorme pantera, más alta que él, blanca, con los ojos azules.

-          ¿Llena? – Susurró mientras miraba a la pantera. Con los ojos entrecerrados miraba a los ojos de la pantera.

Esta solo asintió despacio y después le lamió con la lengua por la mejilla. Ronroneó despacio, Liro se abrazó a esta con los ojos cerrados y apoyo la frente en la cabeza de él.

-          ¿Qué te ha pasado? – Susurró Liro mientras le acariciaba por la cabeza a la pantera que mantenía los ojos cerrados.

-          Ya has alcanzado tu potencial Liro – Interrumpió a su espalda Zaëron que estaba sentado en la puerta de la cabaña.

Liro se separó de Llena girando sobre sí mismo, dejando un brazo por encima del cuello de ella. Los ojos de los dos se cruzaron. Zaëron no pudo evitar sonreír, Liro sonrió también mirándole. Se decidió y se apartó por completo de Llena dando un paso hacia la cabaña acercándose a Zaëron.

-          Ahora eres todo un guardián, Liro – Zaëron se puso en pie y se acercó a él.

Los dos avanzaron el uno hacia el otro. Llena se acercó por detrás de Liro mirando también a Zaëron. No dijeron nada, pero en sus rostros había un brillo de felicidad.

-          Vaya, eres un Príncipe de verdad Liro, te sienta muy bien – Estiró una mano y le apartó un poco el pelo de la frente hacia atrás, entonces sonrió mirando la corona – Y Llena, ahora ha crecido con la fuerza que tienes dentro de ti.

-          Zaëron – Empezó Liro pero se calló al ver su sonrisa. “Me gusta su sonrisa” dijo para sí mismo. Sacudió la cabeza y presionó los labios respirando hondo. Se dio cuenta, de que había algo en Zaëron diferente, algo que le gustaba.

Zaëron negó con la cabeza, le puso un dedo en los labios para hacerle callar y deslizó después la mano por su mejilla, por su hombro, por su brazo hasta llegar a su mano sosteniéndola. Se agachó e hincó una de sus rodillas en el suelo sosteniendo su mano. Le miraba directamente mientras sonreía.

-          Cómo Guerrero Dorado de la orden de Ramio, juro que protegeré tu vida con la mía si es necesario – Siguió sonriendo mientras le miraba acariciando su mano – Juro ante Ramio y Lumina, que nuestro destino está unido, prometo ser tu protector, tu guerrero. El Guerrero Dorado del último Guardián del Lago de Plata.

Cuando terminó, un suave brillo salió del cuerpo de Liro y broto de su mano hasta la mano de Zaëron haciendo que sintiera un leve cosquilleo. Liro se quedó inmóvil, sonriendo, maravillado con lo que había dicho Zaëron.

Zaëron se puso en pie sujetando con la mano la de Liro, se giró y comenzó a andar hacia la cabaña tirando de él. Los dos entraron en ésta cerrando la puerta tras de ellos, dejando a Llena fuera sin la posibilidad de entrar en la casa, que soltó un leve rugido.

-          Lo siento Llena – Zaëron rió mientras sacudia la cabeza – De todas formas no coges por la puerta.

Los dos se miraron riendo durante un instante y entonces Zaëron se acercó a un armario y sacó un pequeño pastel de nata con fresas. Se lo acercó a Liro con un guiño de un ojo.

-          Feliz cumpleaños Príncipe, no es la fiesta que hubieses tenido en palacio, pero es un día especial – Puso el pastel frente a Liro.

-          Zaëron – susurró y tomo el paste con las dos manos – Gracias – Declaró sonriendo mirando hacia abajo.

-          Ya eres todo un hombre – Sonrió y le despeino entre la corona que aun llevaba.

-          Gracias Zaëron. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario