Habían pasado ya varios meses desde
que Zaëron le había contado a Liro todo sobre la profecía, la pesadilla que
había vivido con la muerte de sus padres, lo que había hecho Alen, y la guerra
que se avecinaba. Todo era muy difícil de asimilar.
Zaëron había estado claramente
sufriendo por culpa de Liro, pensó que debía compensarlo. Mientras él vivía sin
preocupaciones y sin preparación para todo lo que se avecinaba, entre lujos y
tranquilidad, Zaëron se había estado preparando para una guerra que no dependía
de él.
Para empeorar, encima había sido su
padre el causante de la muerte del padre y la madre de Zaëron. También habían
acabado con su Reino. Liro se sentía culpable de todo lo que había pasado.
“Tengo que esforzarme por Zaëron.
Derrotaré a la reina Delica y te devolveré tu reino Zaëron. Vas a estar
orgulloso de mi”. Siempre pensaba en eso. Cada vez que miraba a Zaëron no podía
dejar de repetirse que tenía que esforzarse más, a ser más fuerte, a luchar por
él.
Por otro lado, Zaëron le seguía
tratando con dureza, muy estricto, a la espera de una réplica de Liro que no se
producía. Daba golpes cuando debía causando morados por el cuerpo de Liro, pero
este lo entendía como parte de una motivación. Sus movimientos mejoraron
muchísimo, saltaba, hacía giros, fintas, combinaba golpes con la espada con
hechizos. También había progresado en el control de sus habilidades como
heredero de Lumina, ahora podía hacer varios hechizos al mismo tiempo, no
siempre tenía que pronunciar las palabras para realizarlos, a veces, bastaba
con solo pensarlos. Incluso podía dejar un hechizo funcionando durante mucho
tiempo sin tener que concentrarse bastante, y había empezado a relevar a Zaëron
en el control de las barreras.
Todos los días el entrenamiento
empezaba con un calentamiento. Primero una carrera de una hora alrededor del
bosque, esquivando los árboles lo más rápido que podía y algunos hechizos que lanzaba Zaëron contra
él. Luego una tabla de ejercicios, abdominales, pesas, estiramientos, y
cualquier ejercicio que sirviera para fortalecer su cuerpo. Entonces venía la
práctica con la espada hasta la tarde, y para terminar, aprender nuevos
hechizos, controlar más las energías que le rodeaban.
El cuerpo de Liro ya se había vuelto
más adolescente. Zaëron se había dado cuenta de cómo se había desarrollado este
en los meses que estaban juntos. Su abdomen estaba más marcado, al igual que
sus brazos. Su pelo estaba ahora más largo, un poco más descuidado, pero
oscuro. Su sonrisa no se dejaba notar apenas, solo cuando estaba cerca de
Llena, y sus ojos, aunque reflejaban tristeza y rabia, escondían tras eso una
luz tan intensa, que le hacía sonreír. Le gustaban sus ojos.
La relación entre ellos parecía la
misma, pero, se hacían notar algunos cambios. Los dos se trataban con respeto,
pero la confianza entre ellos había aumentado. Algunas veces incluso Liro se
atrevía a preguntar sobre las cosas que hacía Zaëron. Cómo pasó un día.
-
¿Por
qué llevas siempre ese escudo? – Preguntó mientras comían un trozo de pan como
casi cada día.
-
Fortalece
mis hombros y mi espalda – Contestó con una pequeña sonrisa – Además,
perteneció a la orden de Ramio, que está ya casi extinta, y a mi padre.
A Zaëron le gustaba que le preguntara,
pero, no le gustaba preguntar. Liro siempre dejaba vagar sus emociones sin
darse cuenta, se ponía triste. Sus sentimientos creaban atracción y rechazo en
Zaëron. Pensaba que le hacía más débil, y al mismo tiempo, quería estar más
cerca para hacerle sentir bien.
Los momentos que Zaëron más disfrutaba
con Liro era cuando los dos veían como Llena trataba de entrenarse con ellos.
Siempre arrancaba una risa de Liro el ver a la gatita atacar con sus zarpas a
un palo, o tratando de esquivar los árboles lo más rápida que podía, sobre todo
cuando se chocaba con alguno.
Los dos recordaban esos momentos que
pasaban juntos con mucha frecuencia, aunque no lo admitirían. Eran los mejores
momentos que pasaban juntos.
-
Creo
que estás listo para un combate – Zaëron le prestó una espada de verdad y cogió
la suya propia poniéndose en guardia.
-
No
pienso perder – Le contestó Liro con una sonrisa poniéndose también en guardia.
El primero en atacar había sido
Zaëron, pero Liro se había adelantado y lo había esquivado con facilidad
cargando ahora contra él. Zaëron que había lanzado un hechizo a su espada e
hizo saltar la de él por los aires con el primer choque de ambas. Liro dio un
salto hacia atrás y lanzó una bola de fuego contra Zaëron para hacerle retroceder
al mismo tiempo que hacia salir las alas en sus pies, saltó alejándose en
dirección a la espada. Zaëron esquivó la bola de fuego y se lanzó corriendo
contra Liro que había cogido otra vez la espada. Con otro salto se volvió a
alejar de él poniéndose en la rama de un árbol. Zaëron empezó a lanzar rayos de
sus manos hasta Liro mientras este los iba esquivando saltando de forma ágil.
Finalmente Liro lanzó un hechizo a su espada y se lanzó contra Zaëron, las dos
armas chocaron, las dos salieron por los aires. Entonces Zaëron cogió a Liro
por el cuello y le miró alzando una ceja.
-
He
ganado – Le miraba directamente a los ojos.
-
Me
esforzaré más – Asintió Liro agachando la cabeza con los ojos entrecerrados –
Lo siento.
-
Lo
has hecho bien – Le soltó del cuello y pasó una mano por su cabeza – Por hoy
está bien – Se giró alejándose hacia la cabaña.
Liro guardó la espada en su funda,
para después seguir a Zaëron a la vez que
pasaba una mano por su cuello. Aunque le había sujetado con fuerza, no
le había hecho daño. Al contrario, le había gustado sentir el contacto de la
mano de Zaëron. Cuando lo estaba pensando, sus mejillas empezaban a sonrojarse.
Notaba el latido de su corazón acelerarse.
Liro entró en la cabaña, miro por los
lados aquella estancia que tan bien conocía ahora. Había estado ya mucho tiempo
ahí, aunque no la sentía como suya. Llena salió del cuarto donde dormía Liro y
se acercó a él pasando la cabeza entre sus piernas acariciándole, pero este no
le hizo caso, estaba buscando a Zaëron con la mirada.
-
Ahora
voy a ir al pueblo a hacer unas cosas – Miro a Liro dudoso, iba a ser la
primera vez que le dejaba solo desde que se habían conocido. Siempre iban los
dos al pueblo bajo un hechizo que ocultaba su apariencia. - ¿Podrás tú solo con
la barrera?
-
Me
esforzaré – Asintió Liro y se cruzó de brazos mirándole – Estaré entrenando
hasta que vuelvas.
-
Ya
estás listo Liro – Zaëron se acercó a él y le acarició con una mano por la
mejilla – Hoy ya puedes relajarte.
-
Entonces,
¿no prefieres que vaya contigo? – Liro había cerrado los ojos un instante, pero
después se había hecho hacia atrás un paso y le miraba con curiosidad.
-
No,
son asuntos privados Liro – Zaëron se separó de él y le sonrió también yendo
hacia la puerta.
Liro le observo con atención ahora.
Siempre que iba al pueblo se ponía una ropa muy humilde, una camiseta que
parecía tela de saco muy áspera, uso pantalones marrones del mismo material,
unos zapatos gastados y una pequeña capa, que supuso que guardaba en su
habitación. Nunca se había atrevido a pasar a su habitación.
Zaëron salió de la cabaña, así vestido
ocultaba sus músculos y su espada, pasaba desapercibido por completo. Iba
caminando por el claro. Liro se asomó por la puerta mientras le seguía con la
mirada y al lado de su pierna, Llena también le observaba con curiosidad.
-
Llena
cuida de Liro y que no se meta en líos – Hablaba mientras se alejaba riendo. Se
paró frente a los árboles y se giró echando un vistazo a Liro – Ten cuidado
Liro, tardaré lo menos posible.
-
No
te preocupes – Sonrió Liro mirándole para después sacudir la cabeza a los lados
respirando hondo.
Zaëron deshizo las barreras y apartó
los árboles concentrándose en estos, se alejó entre estos despidiéndose con una
mano. Los árboles se cerraron tras de él. Liro se despidió con una mano,
después se concentró con los ojos entrecerrados y levantó las dos barreras
protectoras que había, usando la misma fórmula que había usado Zaëron para que
así el mismo pudiera bajarlas para entrar.
-
Lo
haré lo mejor que pueda Zaëron – Liro se concentró un poco más para la barrera
fuera más resistente.
Al cabo de un par de minutos se sentó
en el suelo y puso a Llena sobre sus piernas acariciándole la cabeza. La gatita
pronto se acurrucó en estas cerrando los ojos, cayendo dormida al poco tiempo.
Liro estuvo mirando los árboles durante ese tiempo. Zaëron le había dicho que
podía descansar, y cómo hacía tanto tiempo que no lo hacía, o sabía disfrutar
del momento.
Pensó durante un tiempo e las palabras
de Zaëron, estas realmente le habían sorprendido. Agachó la cabeza presionando
los labios, recordaba cómo se había ido entre los árboles. Se sentía raro,
pensó que tenía que haberle dicho algo más antes de que se fuera, pero termino
negando.
Sacudió la cabeza para volver a la
normalidad. Dejó a Llena acostada en el suelo y se puse en pie cerrando la
puerta de la cabaña. La puerta del cuarto de Zaëron estaba abierta, le llamó la
atención de sobremanera. Siempre había pensado como sería la habitación de él,
y porque nunca le había dicho que pasara, a pesar de que siempre pasaba en la
que dormía Liro.
La curiosidad pudo con él, se acercó a
la puerta, la terminó de abrir y entro en ésta mirando a todos lados con
curiosidad. En el cuarto, había un montón de pieles que envolvían algún tipo de
relleno formando un colchón, también había un pequeño mueble de madera con dos
puertas que supuso que era un armario y otro al lado más grande que era
claramente un armario. Se acercó al más grande y abrió la puerta. En su
interior había ropa bastante elegante, alguna se parecía a la que le había
visto a su propio padre, adornos dorados, hilo de seda, prendas ligeras, en
definitiva, todo tipo de ropa que incluso había tenido el mismo.
Había un pequeño espejo dentro del
armario. Liro se miró en este. Ya no le valía la ropa con la que había salido
de palacio, y aun así, estaba destrozada. Ahora solo llevaba ropas simples que
le había dado Zaëron de las que se le habían quedado pequeñas, de un tejido que
rozaba su piel y la arañaba, pero ya se había acostumbrado a esto. También se
fijó en los cambios de su cuerpo, su pelo, su cara, aún tenía gestos delicados
y su piel era blanca, pero había algo distinto en él.
Sintió la necesidad de apreciar más
los cambios que había experimentado. Se seguió mirando al espejo mientras
retiraba su camiseta. Su cuerpo también había cambiado, había crecido algún
centímetro, sus hombros se había ensanchado y su abdomen era adornado por los
abdominales que entrenaba cada día. Miró sus brazos, también estos músculos se
habían desarrollado, parecía más fuerte, no sabía que en ese tiempo hubiese
podido crecer tanto.
Terminó suspirando. Cogió la camiseta
que llevaba y la miró unos segundos atento; “Esto era de Zaëron, no es ropa de
príncipe”. Se recogió el pelo hacia atrás, pasaba mucho tiempo entrenando y
apenas tenía tiempo de cuidar su aspecto. Salió del cuarto y fue a su propia
habitación. En la mochila que tenía de cuando salió de palacio había metido un
cepillo. Se fue hacia el baño, se metió en la ducha e hizo un hechizo para que
empezara a caer agua caliente sobre en. Se enjabonó con una pastilla de jabón y
se lavó también el pelo. Luego paró el hechizo y se secó poniendo aire caliente
a su alrededor con otro hechizo. Se cepillo el pelo y entonces se volvió a
vestir. Fue a la habitación de Zaëron y se miró al espejo, le gustaba ahora más
su aspecto.
Cerró la habitación de Zaëron tras
salir y se sentó otra vez en la puerta de la cabaña, mirando hacia los árboles
por donde se había ido Zaëron mientras se preguntaba a sí mismo, si a Zaëron le
gustaría el aspecto que tenía ahora. Llena se habia dormido en la puerta otra
vez. Cuando la vio le acarició por la cabeza entre las orejas intentando
despertarla.
<<Miau>> Se quejó Llena
cuando abrió los ojos mirando a Liro. Liro la miró, le sacó la lengua de forma
burlona y siguió acariciándola. Llena se movió hasta subirse a las piernas de
Liro.
Zaëron había llegado al pueblo. Por
este había algunos carteles con dibujos de Liro ofreciendo una gran cantidad de
dinero. Revisó el dinero que había cogido, tenía suficiente para lo que quería
comprar, pero, hacía tiempo que sabía que no le quedaría para mucho.
-
¿Habéis
oído? Dicen que el Príncipe ha matado a casi toda la guardia real que le
perseguía – Decía una señora a otra cerca de una casa – Que estaba cerca del
lago y les lanzó una ola gigantesca que los mató.
-
Yo
he oído que casi mata a la Reina después de envenenar a su padre – Contestaba
otra.
-
¿Y
si ese monstruo está por aquí? – Comentaba una tercera algo asustada.
-
Lo
que yo no sé, es cómo alguien que ha sido hijo de Liris y Alen tenga un corazón
tan negro.
-
Dicen
que por eso la reina Liris murió en el parto, al verlo, se dio cuenta de que El
Dios Craotu, la había maldito. El príncipe mató a su madre.
Zaëron escuchó aterrorizado cómo se
difamaba el nombre de Liro. Los guardias estaban cerca y estaban interrogando a
todos enseñando el cartel. Se puso la capucha de la capa sobre la cabeza. Hizo
las compras rápido, pero los guardias le pillaron.
<<Miau>>.
El maullido sacó a Liro de sus
pensamientos, le estaba llamando mientras daba golpecitos con una de sus zarpas
en la pierna de él. Lo miraba con el
ceño fruncido, algo asustada. Liro la miró de la misma forma sin entender que
era lo que le quería decir. Volvió a maullar mientras arañaba por su pierna. No
pudo evitar mirarse a la pierna por donde había arañado, de su cuerpo salía una
especie de luz plateada.
-
¿Qué
está pasando? – Susurró mientras se ponía en pie y daba algunos pasos hacia el
medio del claro.
Liro empezó a respirar agitado mirando
hacia todos lados en mitad del claro. Andaba hacia atrás alejándose de la casa.
Llena fue corriendo hasta ponerse a su lado. Se miró las manos, el brillo iba a
más. Estaba irradiado por todo el cuerpo.
-
No.
No. ¿Qué es esto? ¿Qué está pasando? – Su voz trasmitía miedo. Se frotaba una
mano con la otra intentando hacer desaparecer el brillo.
Repetía lo mismo una y otra vez con
frustración, con miedo. El brillo de su piel iba a más. Sentía un calor que le
rodeaba, empezaba a iluminar todo el claro como si fuera de día. Notaba como
por su interior fluía una energía extraña. Miró al cielo, la luna estaba llena,
pero brillaba de forma distinta.
-
¿Será
por la luna? – Gritó mirando hacia los arboles estirando los brazos – Llena,
¿qué está pasando? – Cuando le miró, se le ahogo un grito en su garganta. Ella
también estaba brillando. Liro se agachó y la cogió, también estaba asustada -
¿Qué nos está pasando?
Desde la luna empezó a descender una
pequeña esfera que emitía el mismo brillo que el cuerpo de ellos dos. No era
más grande que un puño. Se dirigía flotando haciendo círculos hacia Liro,
avanzando lenta pero de forma inalterable. Liro cada vez más, haciendo que lo
que había a su alrededor perdiera su color y se desvaneciera.
-
¡ZAËRON!
– Gritó intentando llamarlo, pero sus palabras se extendieron, pasando a ser un
eco lejano. Estaba en el centro de una nada blanca.
-
Adelante
– Contestó la voz de Zaëron.
Liro giro la cabeza a todos lados pero
no vió la procedencia de la voz. Respiraba agitado nervioso, la esfera cada vez
estaba más cerca de él, su brillo transmitía calor. Pero solo asustaba a Liro.
-
Cógela
Liro – La voz de Zaëron ahora sonó cerca de su oído, parecía un solo susurro –
Adelante.
-
¡Zaëron!
¿Dónde estás? – Liro volvió a girar la cabeza mirando a todos lados sacudiendo
la cabeza - ¿Qué está pasando?
-
No
tengas miedo, cógela – La voz de Zaëron cada vez sonaba más débil, apenas ya se
oía.
Siguió mirando a su alrededor durante
un tiempo buscando aún a Zaëron, esperando una respuesta a alguna de las preguntas que había hecho. Pero
ni lo vio, ni le volvió a oír.
La esfera se paró justo frente a Liro,
avanzaba cada vez más lento hacia él. Liro intentó retroceder, pero le resultó
imposible. Sujetaba a Llena con fuerza con los ojos entrecerrados. La esfera
terminó por pegarse al pecho de él introduciéndose haciéndole sentir una gran
sensación cálida, pero enérgica. De su interior broto un torbellino de luz
rodeándolo, girando con fuerza.
Lentamente, el brillo de él empezó a
atenuarse, y dejaba de flotar mientras que caía muy rápido, o eso le parecía.
Se olló un maullado de Llena desde los brazos de Liro y entonces Liro abrió los
ojos parpadeando. Estaba oscuro, pero el brillo de la Luna alumbraba todo con
tal claridad que parecía que era Liro otra vez el que brillaba.
Comprobó sus manos, su cuerpo, ya no
brillaba. Suspiró aliviado y después miró a Llena que estaba en el suelo,
tampoco brillaba. No sabía que había pasado, ni cómo había llegado a un lugar
distinto, pero, se sentía extrañamente tranquilo.
Se fijó entonces mejor en donde se
encontraba. Había algunos árboles a su espalda, con hojas grandes y verdes que
formaban una especie de corazón, un bosque vivo y frondoso, que emitía algunos
reflejos dorados. Frente a Liro, había dos sauces llorones, grandes, verdes,
con reflejos plateados en cada hoja que caía, formando sus ramas una especie de
arco dejando paso a algo que no podía distinguir porque emitía un brillo gris blanquecino muy intenso.
Liro se acercó andando por la hierba
hasta que cruzó por el arco que formaban las ramas de los sauces. Cómo si
hubiese pasado por un portal mágico, su cuerpo emitió un flujo de energía y su
ropa cambió de pronto. Ahora estaba descalzo, sus zapatos habían desaparecido,
sus pantalones ahora eran unos pantalones largos, blancos y brillantes, no
pesaban nada pero eran muy cálidos. Llevaba una camiseta del mismo material. En
su pelo, liso, se colocó una corona de tres puntas, fina, plateada y elegante,
en la punta central había una piedra azulada. También en su cuello había y
collar con una sola piedra en forma de lágrima.
Los dos se miraron mutuamente, dudosos
de estar soñando. La razón les decía que quizás habían muerto, que algo les
había atacado por sorpresa y habían muerto, pero tenían un sentimiento de paz
entrando en ellos, algo que les hacía flotar.
-
¿Qué
nos ha pasado Llena? – Liro miró a Llena a su lado - ¿Dónde estamos?
Liro avanzó algo más sobre la hierba
hasta llegar a aquello que brillaba de forma blanquecina. Era agua, un ancho
lago se extendía delante de ellos. Tenía un agua tan pura que reflejaba por
completo el brillo de la Luna llena, parecía plata líquida.
<<Miau>>.
Llena le hizo un gesto para que
entrara en el agua, pero no se dio cuenta, el brillo de esta le tenía embobado.
Sin darse cuenta, su pie se adelantó despacio hasta que rozó el agua con la punta
de los dedos. Estaba tibia.
Termino de introducir el pie dentro
del agua y entonces camino por el lago hasta que el agua le cubrió por las
rodillas. Su cuerpo volvía a brillar, sentía como la calidez que tenía el agua
entraba dentro de su cuerpo, cubriendo cada parte de su interior. Entonces se
elevó sobre el agua y su cuerpo quedó suspendido sobre el agua, como si esta
fuese sólida.
Delante de Liro, una figura borrosa se
dibujaba sobre el lago. Notó como esa figura de la que emanaba una luz
blanquecina se definía algo más mientras avanzaba hasta ponerse frente a él.
Era una mujer, con una piel blanca, cabello largo oscuro y unos ojos verdes.
Era preciosa. Llevaba un largo vestido que se extendía hacia atrás mientras
caminaba sobre el agua.
-
Joven
Liro – Empezó la mujer mientras miraba a Liro. Su mirada era muy tranquila,
pero tenía algo que le era familiar. De ella, emanaba una gran energía – Es la
hora.
-
¿La
hora? – Articulo algo confuso mientras la miraba fascinado.
-
La
hora de que te inicies como Guardian del Lago de Plata, el último guardian. Por
lo tanto, el más poderoso – La mujer seguía en pie, su gesto cambio hacia una
pequeña mueca de tristeza – La fuerza de todos los que hemos sido guardianes
antes que tú, recae sobre ti, joven Liro. Pero, también toda la
responsabilidad.
-
¿Soy
el último? – Desvió la mirada que tenía fija en ella hacia abajo. Entendió la
tristeza que le transmitía ahora su rostro - ¿Quién es usted? ¿Qué debo hacer?
-
Eres
el último – Asintió la mujer lentamente mientras movía una mano hasta acariciar
la mejilla de él.
-
Usted
es la Reina Lara – Asintió comprendiendo nada más sentir su mano en la mejilla.
Era la misma forma de acariciar – Es la madre de Zaëron.
-
Así
es joven Liro, yo escuche una profecía de hace muchos años. Ahora la tienes que
cumplir – La figura de ella ahora estaba borrosa, pero se estabilizó al poco
tiempo.
Liro se pasó una mano por los ojos
para retirar las lágrimas. Estaba frente a la mujer que había matado su padre,
todo su reino o había destrozado su padre. Agachó la mirada negando, se sentía
culpable.
-
No
es tu culpa – Intervino una tercera voz apareciendo justo al lado de Lara – Mi
niño, ni si quiera fue culpa de tu padre.
-
¿Eh?
– Liro alzó la cabeza, no lo podía creer – Mama – Su voz se quebró y las
lágrimas ahora corrían por sus mejillas sin poderlas retener. Se quedó quieto
mirándola. Recordaba su rostro, había visto las pinturas miles de veces, pero
ahora que la veía cara a cara, era muchísimo más guapa.
-
Liris
no hay tiempo – Intervino Lara sacudiendo la cabeza – Liro, tu madre está aquí,
pero tenemos que decirte lo que tienes que hacer. Tienes que salvar el mundo de
la oscuridad. Tienes que conseguir que todo siga en equilibrio.
-
¿Cómo
lo voy a hacer? – Liro seguía llorando mirándolas a las dos inmóvil. Ni si
quiera podía quitarse las lágrimas de los ojos.
-
Mi
niño, tú eres mucho más fuerte de lo que crees. Confía en tus emociones, la
energía de la Luna ahora solo fluye hacia ti – Le acarició por las mejillas
retirándole las lágrimas y después le tomo de las manos. En las manos de Liro
se materializó una espada que al sostenerla apenas era pesada, teía en la
empuñadura otra piedra azul, era plateada entera – Esta es la espada que uso la
Diosa Lumina en la guerra. Úsala y destierra la oscuridad a su reino.
-
Liro,
confía en Zaëron, el cuidará de ti – Las dos lo miraron mientras su figura
volvía a difuminarse – Ahora tienes la ropa de Lumina, la corona de Lumina, que
te hace soberano de toda la tierra, el collar de Lumina, y la espada de Lumina.
Confía en tus armas, en Llena. Estás destinado a ganar.
-
Mi
niño, se fuerte. Nosotros estaremos velando por ti – Liris le dio un beso en la
frente a Liro y las dos empezaron a desaparecer.
La imagen de las dos se hizo cada vez
más difusa hasta que desaparecieron por completo ante la triste mirada de Liro,
que permaneció quieto durante un momento mientras salían lágrimas de sus ojos.
Finalmente, miró a los lados sujetando la espada con fuerza. Estaba en el Lago
de Plata. Paseó por encima del agua sin mirar aún a Llena.
-
Mama
– Dijo por fin. Sabía que no estaba allí físicamente, pero, de alguna forma
sentía como que desde ahí se podía comunicar con ella – Me voy a esforzar, por
ti, por Zaëron – Terminó suspirando y se dirigió hacia la orilla donde estaba
Llena. – Tenemos trabajo que hacer pequeña.
Se agachó para cogerla. La gatita se
acercó a él y se apoyó en las manos de él. Al instante, empezaron a brillar
como hacía poco que lo habían hecho, volviéndose este más y más intenso. Cogió
a Llena en brazos y dio un paso hacia adelante poniéndose sobre la hierba. La
esfera de luz salió de dentro de Liro. Cerró los ojos durante un segundo y
cuando los abrió estaba otra vez en el claro frente a la cabaña de Zaëron.
Miró a sus manos comprobando que Llena
ya no estaba ahí. Se giró muy asustado y tras de él comprobó que había una
enorme pantera, más alta que él, blanca, con los ojos azules.
-
¿Llena?
– Susurró mientras miraba a la pantera. Con los ojos entrecerrados miraba a los
ojos de la pantera.
Esta solo asintió despacio y después
le lamió con la lengua por la mejilla. Ronroneó despacio, Liro se abrazó a esta
con los ojos cerrados y apoyo la frente en la cabeza de él.
-
¿Qué
te ha pasado? – Susurró Liro mientras le acariciaba por la cabeza a la pantera
que mantenía los ojos cerrados.
-
Ya
has alcanzado tu potencial Liro – Interrumpió a su espalda Zaëron que estaba
sentado en la puerta de la cabaña.
Liro se separó de Llena girando sobre
sí mismo, dejando un brazo por encima del cuello de ella. Los ojos de los dos
se cruzaron. Zaëron no pudo evitar sonreír, Liro sonrió también mirándole. Se
decidió y se apartó por completo de Llena dando un paso hacia la cabaña
acercándose a Zaëron.
-
Ahora
eres todo un guardián, Liro – Zaëron se puso en pie y se acercó a él.
Los dos avanzaron el uno hacia el
otro. Llena se acercó por detrás de Liro mirando también a Zaëron. No dijeron
nada, pero en sus rostros había un brillo de felicidad.
-
Vaya,
eres un Príncipe de verdad Liro, te sienta muy bien – Estiró una mano y le apartó
un poco el pelo de la frente hacia atrás, entonces sonrió mirando la corona – Y
Llena, ahora ha crecido con la fuerza que tienes dentro de ti.
-
Zaëron
– Empezó Liro pero se calló al ver su sonrisa. “Me gusta su sonrisa” dijo para
sí mismo. Sacudió la cabeza y presionó los labios respirando hondo. Se dio
cuenta, de que había algo en Zaëron diferente, algo que le gustaba.
Zaëron negó con la cabeza, le puso un
dedo en los labios para hacerle callar y deslizó después la mano por su
mejilla, por su hombro, por su brazo hasta llegar a su mano sosteniéndola. Se
agachó e hincó una de sus rodillas en el suelo sosteniendo su mano. Le miraba
directamente mientras sonreía.
-
Cómo
Guerrero Dorado de la orden de Ramio, juro que protegeré tu vida con la mía si
es necesario – Siguió sonriendo mientras le miraba acariciando su mano – Juro
ante Ramio y Lumina, que nuestro destino está unido, prometo ser tu protector,
tu guerrero. El Guerrero Dorado del último Guardián del Lago de Plata.
Cuando terminó, un suave brillo salió del
cuerpo de Liro y broto de su mano hasta la mano de Zaëron haciendo que sintiera
un leve cosquilleo. Liro se quedó inmóvil, sonriendo, maravillado con lo que
había dicho Zaëron.
Zaëron se puso en pie sujetando con la
mano la de Liro, se giró y comenzó a andar hacia la cabaña tirando de él. Los
dos entraron en ésta cerrando la puerta tras de ellos, dejando a Llena fuera
sin la posibilidad de entrar en la casa, que soltó un leve rugido.
-
Lo
siento Llena – Zaëron rió mientras sacudia la cabeza – De todas formas no coges
por la puerta.
Los dos se miraron riendo durante un
instante y entonces Zaëron se acercó a un armario y sacó un pequeño pastel de
nata con fresas. Se lo acercó a Liro con un guiño de un ojo.
-
Feliz
cumpleaños Príncipe, no es la fiesta que hubieses tenido en palacio, pero es un
día especial – Puso el pastel frente a Liro.
-
Zaëron
– susurró y tomo el paste con las dos manos – Gracias – Declaró sonriendo
mirando hacia abajo.
-
Ya
eres todo un hombre – Sonrió y le despeino entre la corona que aun llevaba.
-
Gracias
Zaëron.
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