Hola chic@s.
Esta historia es una creación de Chiiku Star (podéis encontrarla en instagram). Hace su debut con historias en mi blog. Ella es mi sobrina, y esto es una colaboración. La historia es suya, yo solo he puesto algunos detalles.
Espero que os guste, es una historia para demandar el maltrato de género. Mostrando como el maltrato afecta a todo lo que hay al rededor, y no solo a la persona maltratada. Por eso, esta es una llamada a la paz, y a la lucha para parar a todos los maltratadores.
Espero que os guste.
Me llamo Tara, vengo a contar mi historia.
Nací en Japón, concretamente en Kyoto, una de las ciudades más grandes del país. Tuve una linda infancia, llena de salud y alegre.
Mi madre solía decirme que era como una flore en un césped recién cortado y bien cuidado. Recuerdo como cada vez que se me caía un diente, mi abuela bromeaba con que era uno de los pétalos y que me crecería otro más grande y hermoso, pero que no debía tocarlos al crecer o no serían tan hermosos.
Tengo la cabeza llena de recuerdos con mi abuela, mi madre y mi padre. Con mis amigos, y de cómo todos me trataban bien, como era la niña de los ojos de mi familia, con buenas notas y con mi vida feliz. Siempre pensaba que todo sería así, y cuando veía series de televisión llenas de dramas, pensaba que eso nunca me pasaría a mi. Pues mi vida era fantástica.
¿Lo único que no me gustaba? Era lo poco que veía a mi padre. Solo por las mañanas, porque siempre llegaba tarde del trabajo, y yo me acostaba temprano. Pero cada mañana veía como mi padre era cariñoso con mi madre, era cariñoso conmigo. Siempre desee tener de mayor una familia así, y que sería tan brillante y cálida como una mañana de verano.
No sabía cuanto me iba a arrepentir de eso.
Mi vida resulto ser una mentira. Todo se empezó a descubrir cuando a los 15 años, mi abuela murió. Recuerdo ese día como si hubiese niebla en mi vista. Mucha gente vestida de negro, mucha gente que decía que me acompañaba en el sentimiento, pero yo solo podía pensar en que no me entendían. Se había muerto mi mejor amiga, una persona muy importante para mi, ¿cómo iban a acompañarme en esos sentimientos? Era imposible.
Sin embargo, solo fue el ponerme en las vías del tren de la realidad. Aún no me había atropellado. Solo fue el comienzo de la tempestad.
Yo que no había conocido la tristeza, empecé a sentirme deprimida. Mis notas bajaron, y noté como mi marcada ingenuidad iba desapareciendo, la gente me trataba mal y me llamaban de diversas formas en el colegio de forma despectiva. Algo que cuando estaba con mi abuela jamás se me hubiese pasado por la cabeza.
En casa mis padres cada día peleaban más. Gritos, insultos, platos rotos... Ese era mi día a día estando encasa. Incluso a altas horas de la madrugada me despertaban los gritos ebrios de mi padre recién llegado, o los llantos de mi madre pegada contra una pared.
Supongo que el final de la decadencia fue la mañana de mi decimosexto cumpleaños. Cuándo toqué fondo.
Esa mañana me levanté como hacía todos los años. Aún en mi interior estaba esperando ilusionada que llegara el momento de la "sorpresa" y salieran mis padres con una tarta de nata y fresas. Mi emoción crecía mientras me ponía el uniforme, pues no escuchaba ningún ruido de mi madre preparando el desayuno, o mi padre preparándose para el trabajo.
"Seguro que quieren sorprenderme" me decía a mi misma.
Bajé por las escaleras a la planta baja y miré en la habitación de mis padres. Pero solo estaba mi padre dormido. Me llevé una terrible desilusión, quizás ya no se acordaba mi padre de mi, pero estaba mi madre.
Fui a la cocina entonces en busca de mi madre, y se me heló la sangre. Esa terrible escena que ni si quiera los buenos recuerdos pueden borrar. Mi madre tirada en el suelo en ropa interior, llena de moratones y cortes mientras sangraba por una herida en el cuello hecha por un cuchillo que descansaba en la mesa.
Ni si quiera recuerdo llorar en ese momento, ni recuerdo un solo grito. Mi padre apareció por mi espalda y me saludó pasando una mano por mi cabeza.
- Ella se lo buscó.
Siguió hacia la nevera buscando en esta algo para desayunar. Yo apenas podía respirar. Cogí mi mochila y me encaminé sin apenas parpadear o decir una palabra hacia el instituto.
No recuerdo como fue el resto del día. Solo que por alguna razón, jamás llegué al instituto. Cuándo fui consciente de la situación, estaba en comisaría. Unas mujeres policía trataban de hablar conmigo y me hacían preguntas pero no era capaz de articular ninguna palabra.
Pasó medio año antes de que pudiera volver a hablar. Fueron cerca de unas 60 sesiones de psicólogo el que yo pudiese volver a hablar. En el instituto había más cuchicheos y rumores sobre mi, pero la única que sabía la verdad era yo.
Mi tio me regaló un teléfono móvil, pero solo me llegaban mensajes anónimos llamándome a mi asesina, o insinuando que yo era como mi padre.
Durante todo ese tiempo nadie defendió la memoria de mi madre, solo decían que "ella debió defenderse", "le pasó por juntarse con quien no debía", "no debió tratarlo mal", "Seguro que le engañó"o "Seguro que se suicidó para culpar al marido".
Yo, ni si quiera fui valiente para explicar, que mi padre no parecía lo que era, y que un maltratador no siempre es un drogadicto o un psicópata. A veces un maltratador o una maltratada tienen una vida normal y corriente, hasta que todo cambia.
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